Revista mensual de publicación en Internet
Número 80º - Enero 2.007


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Sin dramas

Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

Ciclo Mozart-Arriaga III. Escenas operística. Obertura de Così fan tutte y Don Giovanni, Chi sa, chi sa, qual sia?, Vado, ma dove?, Ah, lo previdi, de Mozart; Médée, Obertura op. 1 y Herminie, de Arriaga. Solista: Emma Bell (soprano). Orquesta Al Ayre Español. Director: Eduardo López Banzo. Teatro Real, Madrid, 12 de diciembre de 2006. 

La soprano Emma Bell ha protagonizado el último de los tres conciertos que la orquesta zaragozana Al Ayre Español ha dedicado a Mozart y Arriaga en el Teatro Real. Este recital de arias era el que mejor justificaba la hospitalidad del lírico coliseo, que para otras músicas resulta especialmente sordo. En todo caso, la acústica, aún con la concha que se pone para orquesta, no es la más adecuada para los instrumentos antiguos y para este tipo de versiones historicistas. La orquesta supo adecuarse a la circunstancias y mostrar su gran calidad, con el infatigable e inspirado maestro López Banzo al frente. Emma Bell cantó con una bella línea vocal, muy limpia y muy clara, tal vez demasiado, pues no llegó a encender la chispa entre los variados aficionados que esta convocatoria reunió. Los aplausos fueron tan corteses y correctos como sus versiones, que tal vez habrían merecido un mayor premio. Probablemente ni su voz ni talante son los que mejor conviene a las arias escogidas, pero la artista puso en juego sus mejores virtudes, que no son pocas y que también comparten mucho de los principios clásicos del repertorio interpretado: igualdad, brillantez, precisión y tersura. Como siempre, la coalición entre Mozart y Arriaga es injusta y muy desigual. Del músico salzburgués escuchamos cuatro arias interesantes, pero no muy espectaculares, en sintonía con las piezas del español que ocupaban la segunda parte: una larga escena lírico-dramática cantada en francés sobre un episodio de Gerusaleme liberata de Torcuato Tasso y un aria sobre la Médée de Cherubini. Las pretensiones dramáticas de estas piezas no llegan a fructificar plenamente en las correspondientes partituras y los intérpretes (orquesta y soprano), ni siquiera intentaron sacarlas a la luz; optaron por un acercamiento más bien luminoso y brillante. La velada transcurrió con la alegría habitual que López Banzo imprime a los aires y que su orquesta secunda con soltura.