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Número 78º - Noviembre 2.006


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REQUIEM DE VERDI EN EL PIRINEO CATALÁN

Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya). 

·        Misa de Requiem de G. Verdi. Adina Aaron (soprano), Catherine Cardin (mezzosoprano), Patrick Carayt (tenor), Jean Louis Serre (baríton); Coro Ave Sol de Riga y Orquesta Sinfónica de Ucrania. Dirección musical: Volodymyr Sirenko. XXV Festival de Música Vila de Llívia, Esglèsia Parroquial (Llívia), 10 – VIII – 2006.

El ya tradicional certamen musical la pequeña villa pirenaica de Llívia, que este año cumple su 25 aniversario, ofreció, en el segundo concierto de la presente edición, un Réquiem de Verdi que hizo lleno en la pequeña iglesia parroquial de la aldea.

Esta colosal composición, estrenada en la basílica de San Marcos de Venecia el 22 de mayo de 1874, el día del primer aniversario de la muerte del poeta italiano Alessandro Manzoni, a quien Verdi  dedicó la obra, cuenta con un gran número de efectivos orquestales y vocales que hacen de ella todo un reto a la hora de plantear su ejecución. Solo por este hecho cabe felicitar a los responsables del Festival de Llívia por aventurarse a tal empresa, y más después de certificar la dignidad del resultado.

Después de un breve preámbulo instrumental de exquisito melodismo, la Orquesta Sinfónica de Ucrania emprendió los dramáticos y espirituales compases del Introitus para ir avanzando en el complejo entramado de la partitura, con un sonido cohesionado (solo algo estridente en los metales) y un uso por lo general correcto de las dinámicas. La buena labor de la formación instrumental ucraniana fue secundada también por el coro Ave Sol de Riga que, a pesar de no contar con muchos efectivos, cumplió con solvencia ante la nada fácil polifonía de la partitura. La dirección musical de  Volodymyr Sirenko buscó una lectura más efectista que profunda, abusando por momentos de un dramatismo operístico de fuerza sonora y descuidando aquellos detalles y matices que hacen de ésta también una pieza de un lirismo intimista excepcional.  La labor de solistas vocales, de gran compromiso, encontró su mejor resolución en la soprano Adina Aaron, de timbre grato y estimable fraseo, y una correcta prestación en las voces de la mezzo Catherine Cardin y el barítono Jean Louis Serre. El tenor Patrick Garayt rayó lo pasable con una tendencia engolante y algo chillona en los agudos.

En síntesis, una interpretación que sin ser excepcional fue resuelta con dignidad y buen oficio, permitiendo con ello difundir esta obra de gran repertorio a escenarios de pequeño y mediano formato.