Revista mensual de publicación en Internet
Número 77º - Agosto 2.006


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Casi como una ópera

Por Víctor Pliego de Andrés y Juan Carlos de la Torre

Luisa Fernanda. Música de Federico Moreno Torroba. Libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. Reparto: María José Montiel, Elena de la Merced, José Bros, Plácido Domingo. Director musical: Jesús López Cobos. Director de escena y diseñador de los elementos escénicos: Emilio Sagi. Coreógrafa: Nuria Castejón. Figurinista: Pepa Ojanguren. Iluminador: Eduardo Bravo. Directo del coro: Jordi Casas Bayer. Orquesta y Coro Titular del Teatro Real. Producción del Teatro Real, la Ópera de Washington y la Ópera de Los Ángeles. Teatro Real de Madrid, del 26 de junio al 19 de julio de 2006.

Plácido Domingo ha reunido al Teatro Real de Madrid con el Teatro de la Ópera de Washington y el de Los Ángeles para montar esta producción internacional de Luisa Fernanda, realizada y protagonizada por un equipo español. Esa proyección mundial sea tal vez una explicación del tono adoptado por el espectáculo, un tono que lima los localismos y trata de potenciar las pasiones universales que subyacen en el argumento. Aunque todos los participantes son magníficos artistas, el resultado es decepcionante. Los cuatro cantantes principales son muy buenos, pero no llegan a entusiasmar. Sobresale José Bros que tiene las romanzas más brillantes a su cargo, en el papel de Moreno, y que es el que más gusta. María José Montiel encarna con su buena presencia y su aplomo vocal a Luisa Fernanda, pero no llega a dar la intensidad que el personaje requiere en su contradicciones; Elena de la Merced ofrece una duquesa algo ajustadita y fría, mientras Plácido Domingo aborda como barítono el papel de Vidal sin arrojo ni convicción. El papel de Vidal no es comprometido, no da lugar a una verdadera exhibición vocal y, en lo interpretativo, Domingo no sale de un repertorio de tópicos. López Cobos obtiene lo mejor de la partitura con la orquesta, aunque el coro se le escapa en algún momento de las manos. La interpretación de las partes habladas no convence, ni el tono, ni se aclaran  ni los resortes últimos de la historia. El diseño escénico, que firma Emilio Sagi, tiene cierta plasticidad pero tampoco parece adecuarse a la trama. Opta por soluciones neutras y reducción de todos los elementos al blanco y negro, generando en consecuencia algún problema de iluminación y de sombras difícil de solventar y adoptando un minimalismo que resulta poco evocador del madrileñismo y extremeñismo que el libro combina. Sagi recurre a ideas que ya ha mostrado en otros espectáculos, a los que nos remite sin aportar nada nuevo. La bonita partitura y el drama centran la atención del público, sin que el montaje ni la interpretación ayuden a intensificar los propios atractivos de la obra. Todo es correcto en esta producción, pero no salta la chispa en ningún momento. Parece que hubieran querido aplicar criterios artísticos de una pretendida altura operística con el fin de dignificar el género. No hacía falta. Una zarzuela no es una ópera, aunque comparta muchas cosas con ella. Es algo distinto, sin ser más ni ser menos.

(Foto: Javier del Real)