Revista mensual de publicación en Internet
Número 77º - Agosto 2.006


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DÉLICATESSE MOZARTIANA EN SANTA FLORENTINA

Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya).  

 

  • Fragmentos operísticos de W. A. Mozart: Eugenia Enguita (soprano), Miki Mori (soprano), Roger Padullés (tenor), Rene Cazes (barítono), Marc Pujol (bajo), Ricardo Estrado (piano). Castilllo de Santa Florentina (Canet de Mar), 22 de julio de 2006.

Dentro del VIII Festival de Música Clàssica, en el patio de armas del extraordinario castillo de Santa Florentina, pudimos vivir y escuchar una deliciosa velada de música lírica de W. A. Mozart. A partir de una atractiva selección de arias y conjuntos vocales de las óperas de madurez del compositor de Salzburgo (Le nozze di Figaro, Don Giovanni, Così fan tutte y La flauta mágica), cinco solistas vocales semi-escenificaron, con suma gracia y un mínimo de atrezzo, los distintos pasajes y escenas, enlazadas por un orador.  

La soprano ligera, Eugenia Enguita, destacó por poseer un instrumento de amplísimo registro, con unos agudos bellísimos y bien timbrados que causaron las delicias del público después de su exuberante aria “Der Hölle Rache”, de la Reina de la noche. Miki Mori brilló por la calidez de su timbre y la nobleza de su línea de canto, tanto en el aria “Porgi amor” de la Condesa Almaviva como en los duetos y concertantes, a lo que cabe sumar una excelente prestación escénica. El tenor catalán Roger Padullés sorprendió al auditorio en cada una de sus intervenciones por la belleza de su instrumento y su habilidad en la regulación de las dinámicas y generosidad en el fraseo, firmando una “Dalla sua pace” francamente emotiva. Rene Cazes fue un notable Don Giovanni y un más que correcto Figaro y Papageno, sin olvidarnos de la poderosa y profunda voz de Marc Pujol, sin duda alguna, una de las grandes promesas del país en la cuerda de bajo, con una prestación vocal impecable en cada uno de los concertantes y una “aria del catálogo” de gran efecto e intención.  

El maestro Ricardo Estrada demostró, una vez más, su extraordinaria capacidad por aunar elegancia y viveza musical des del teclado, sacando siempre el mayor brilló de cada uno de los pasajes de la partitura. A todo ello solo cabe añadir la belleza estética del singular marco del castillo de Santa Florentina, para coronar una velada artística de refinada calidad.