Revista mensual de publicación en Internet
Número 73º - Febrero 2.006


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 Por el buen camino...

Por Justino Losada Gómez

 

Madrid, Auditorio nacional. 3 y 17 de Diciembre. 14, 21 y 28 de Enero. Obras de Debussy, Boulez, Benjamin, Bernstein, Beethoven, Berlioz, Gershwin, Cervelló, Takemitsu, Rosinskij, Tan Dun, Verdi, Szymanowski, Shostakovich, Stravinsky y Schoenberg. Orquesta y Coro Nacionales de España. BBC Singers.

Prosigue la temporada de la Orquesta y Coro nacionales de España con el segundo de los conciertos sinfónicos de la serie " Carta Blanca a..." que en esta vez recayó en la figura del compositor británico George Benjamin, al que pudimos ver como intérprete de sus propias obras y de otras, empuñando la batuta y dirigiendo de manera clara y convincente. El trabajo de los BBC Singers fue pleno en Sometimes Voices y en Cummings ist der Dichter obra del compositor y director de orquesta francés Pierre Boulez. Pero antes pudimos disfrutar de una versión preciosista de los Nocturnos de Debussy,  donde Benjamin, quien dijo que era la primera vez que los dirigía, consiguió una vibrante atmósfera feérica, natural y sin sofisticaciones en Sirènes. Por último, asistimos al estreno de la obra que dedicara al ya mencionado Pierre Boulez en su 80 cumpleaños, Palimpsests, que supone un giro en la obra de Benjamin donde busca un mayor apoyo en líneas melódicas consiguiendo un original  friso sonoro con un entramado de distintos materiales melódicos.

Bernstein, Gershwin y Shostakovich fueron los protagonistas de la siguiente velada. La obertura de la opereta Candide fue interpretada de manera decente mostrando con eficacia su optimismo y desenfado. Por otro lado, hay que decir que después se esperaba con ansia la interpretación del Concierto para piano en Fa de Gershwin, tras las declaraciones del pianista que lo tocó, Michel Camilo, quien afirmaba que ninguna versión anterior en disco o en concierto era la correcta. Pues bien, a mi modesto parecer, Camilo no es quien para reprochar nada a nadie ya que su interpretación, si bien muy aplaudida, resultó emborronada y atropellada por momentos. En cambio el swing que maneja su pianismo resultó claramente idiomático, sobre todo para un muy lúcido segundo movimiento. Aun así, la técnica no está reñida con el idioma y para confirmarlo me refiero a las grabaciones existentes en el mercado. Sirvan como ejemplo, Previn o Marshall.

Después del descanso, la música cruzó el océano, para ofrecernos la Undécima Sinfonía de Dmitri Shostakovich, conocida como "El año 1905". El bagaje trágico de la obra, se expone casi con velocidad cinematográfica, creando un ambiente tenso alimentado por las canciones populares y revolucionarias en las que se sustenta el material de la obra. Slatkin aquí mostró todo su potencial como director ofreciendo una oscura y violenta, pero  extraordinaria, versión.

El tercer concierto nos devolvió al titular de la Orquesta Nacional que tradujo Ybris, obra de carácter tonal que busca los porqués de la actual escalera de violencia, firmada por Jordi Cervelló,  que se interpretó de manera transparente. Las sugerentes texturas de Orión y Pléyades despliegan un paisaje pleno de colores y sutilezas, propio del lenguaje del compositor japonés Toru Takemitsu. El chelista Truls Mørk, una de las figuras actuales más aclamadas en el mundo del violonchelo por su timbre y capacidad expresiva, expuso con extraordinaria sensibilidad el contexto hedonista de esta obra. Pons se mantuvo cálido arropando al solista en todo momento. La Octava Sinfonía de Beethoven sirvió como obra de cierre, la cual se interpretó con la agilidad y la higiene sonora necesaria en ese regreso a las formas clásicas más cercanas a  Haydn que a su Sinfonía Coral.

El agua como elemento y mito fue el centro de gravedad del concierto en el que se interpretó la obra  Poseidón y Amfitrita de Wladimir Rosinskij. Aquí la cuerda ejerce un papel preponderante que teje con complejidad un mosaico sonoro personal, acorde quizás con el carácter del compositor, intérprete de viola en la Orquesta Sinfónica de Galicia. Juanjo Guillem, percusionista de la Orquesta Nacional, ofreció seguidamente la primera interpretación madrileña del Water Concerto de Tan Dun, obra espectacular que abre y muestra la extraordinaria variedad sonora conjunta de la percusión y el medio líquido, propia para interpretarse en directo pero que resulta vacua en grabaciones. La segunda parte vino de mano de Berlioz y su gigantesco Te Deum, para tenor, coro y nutrida orquesta, obra que pone en juego grandes bloques orquestales manejados con soltura por el maestro Pons. Contó con la participación del tenor Klaus Florian Vogt, quien realizó una buena intervención. La labor del coro, preparado por su actual directora Mireia Barrera, fue buena.

Después del desafortunado retiro temporal de José Ramón Encinar, su vuelta a los atriles de la ONE era esperada para hacer frente a un programa singular. El concierto de 4 obras, abría con una correcta versión de una pieza que hubiera necesitado mayor dinamismo y mas fuerza, como es  Un superviviente de Varsovia de Arnold Schoenberg,  donde el papel del narrador se destinó a Luis Álvarez quien adoptó la técnica del “Sprechgesang” sin problemas. Posteriormente pudimos escuchar una versión acertada a nivel orquestal pero sobresaliente en el plano coral de la  stravinskiana Sinfonía de los Salmos, que consiguió en los compases finales del Alleluia - Laudate Dominum un nivel de gran refinamiento sonoro. Una vez más el mérito indiscutible es de la estupenda directora con la que cuenta el coro, Mireia Barrera.

Para mayor lucimiento del mismo, uno de los pocos acercamientos a la música religiosa de Verdi, exceptuando su Réquiem, se corresponde con las Cuatro Piezas Sacras de las que se interpretó la 3º, Laudi alla Vergine Maria. Ni que decir tiene que el resultado fue sensacional.

El plato fuerte de la tarde quedó en la segunda parte, la rescatada 3º Sinfonía, La canción de la noche, de Karol Szymanowski. Padre de la música contemporánea polaca, Szymanowski construye una red de sonoridades cercanas a Debussy para llevarnos por la senda del misticismo no lejos del de Scriabin. Como soporte, utilizó los versos del poeta persa Jalal-al-Din Rumi, cantados por un tenor, que en esta versión, fue el sueco Pär Lindskog. La labor del tenor fue notable y aquí sí, sobresaliente el trabajo de José Ramón Encinar.