Revista mensual de publicación en Internet
Número 73º - Febrero 2.006


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Elixir con buen sabor de boca

Por Víctor Pliego de Andrés (primer reparto)

y Juan Carlos de la Torre (segundo reparto)

L´elisir d´amore, melodramma giocoso en dos actos. Música de Gaetano Donizetti. Libreto de Felice Romani. Reparto: Partizia Ciofi / Mariola Cantarero (Adina); Antonino Siragusa / Antonio Gandía (Nemorino); Marco Vinco / José Carbó (Belcore); Ruggero Raimondi / Gorgio Surian (Dulcamara); María Rey-Joly (Giannetta). Coro y Orquesta Titular del Teatro Real de Madrid. Dirección musical: Mauricio Benini. Dirección de escena: Mario Gas. Escenógrafo y figurinista: Marcelo Grande. Teatro Real de Madrid, del 12 al 28 de febrero de 2006. Producción del Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 

Ha sido una estupenda iniciativa recuperar en Madrid esta interesante producción de L’elisir d’amor creada por Mario Gas hace unos años para el Liceo de Barcelona. Las funciones se han ofrecido con dos repartos muy atractivos. Los solistas del primero bordaron sus papeles tanto en lo canoro como en lo escénico. El elenco fue estupendo y los cantantes kla presentaron la variedad que conviene a los principales personajes. Patricia Ciofi creó una Adina guapa y pizpireta, con una línea vocal impecable. La voz de Anotnino Siragusa no es tan grande, pero resulta limpia y adecuada a la candidez que conviene a su Nemorino. Ruggero Raimondi encarna un Dulcamara charlatán y arrollador que cautivó al público madrileño, que tanto le quiere y frecuenta. El tenor Marco Vinco tiene toda la presencia y toda la voz que el desparpajo de Dulcore requiere. Bellísima la actuación vocal y escénica desempeñada por la soprano madrileña María Rey-Joly (en ambos repartos) dando vida  al discreto papel de Giannetta. Su intervención junto con el coro en el segundo cuadro del segundo acto (Saria posibile?) proporciona uno de los mejores momentos de la obra.  

Mariola Cantarero encabeza el segundo reparto. Ofreció una lección de canto en un papel que le va como anillo al dedo y que da idea de la perfección de su técnica. Solventa fácilmente y con refinamiento los pasajes; sabe dar en un papel difícil (recordemos que L’elisir supuso un tropezón para la gran María Callas) una excelencia vocal y escénica en una obra que se recordará por mucho tiempo en el Real. Bellísimos sus apianados y filados, brillantes sus agudos de plata y graciosa y pizpireta la interpretación que da a su personaje, al que sabe imprimir los matices adecuados para hacerlo creíble en sus rápidos cambios psicológicos. Puede resultar difícil destacar algunos de los pasajes más hermosos que regala a la obra, ya que todos quedan resueltos con su maestría y belleza vocal. Magnífica resulta la barcarola a dúo con Gorgio Surian (Dulcamara) al principio del segundo acto, donde ambos logran arrancar sonrisas y aplausos al público del Real. La actuación de Surian es memorable. Imprime con voz potente y a la vez delicada los valores rossinianos de su personaje. El papel del tenor Antonio Gandía (Nemorino) resulta adecuado. El intérprete sale airoso de la situación, aún cuando queda en parte eclipsado por la potencia y perfección vocal de la Cantarero. Posee un timbre pero no despierta el mismo entusiasmo entre el público que su compañera escénica. Cantó la esperadísima aria Una furtiva lagrima de forma correcta, sin gran alarde lírico, ciñéndose a la partitura y  al carácter de la obra. Supo adaptar a la perfección su interpretación al personaje, dotándole de inocencia y chispa. Brillante y correcto estuvo su rival en amores José Carbó (Belcore) que prestó un perfecto equilibrio en los concertantes, aportando sus acentos rossinianos al personaje.

Poco imaginaba Donizetti, allá en el 1832, cuando estrenó L’elisir en Milán, que dos siglos después representarían su obra trasladando el escenario campestre que él había imaginado a un patio de vecinos. La llamativa e hiperrealista escenografía que Marcelo Grande ha diseñado para el L´elisir puede resultar, en un primer momento, excesivamente austera y fría para una ópera bufa que destila gracia y alegría desde sus primeros compases. Sin embargo, la elección escenográfica resulta más que acertada una vez que la acción se va desarrollando. Los frecuentes anacronismos en la puesta en escena de las óperas no suelen ser tan afortunados como lo es en este caso. La propuesta respeta y enriquece la pieza, con buen humor y con alguna sorpresa bien traída. La iluminación se emplea con sabiduría. Goza cierto protagonismo narrativo y sugiere el paso de las horas del día, desde las horas cálidas a la noche sin brusquedad. Los espacios, divididos en dos alturas, son utilizados con inteligencia para el movimiento de coros y personajes que se soluciona de forma eficiente y brillante, haciendo las escenas vivas y dinámicas durante toda la obra a pesar de que no se cambia de escenario. El reto más difícil de la adaptación escénica es ajustar en los primeros momentos el texto presente en la obra, que sugiere espacios abiertos y bucólicos (coro y cavatina, “bel conforto al mietitore), a la fachada ruinosa de un edificio de vencidad más propio de La revoltosa. El desafió es superado sin que el público perciba la chocante sustitución de espacio y tiempo. Es igualmente eficaz la solución dada a la historia de Tristán e Isolda, que da cuerpo al argumento y que Adina saca de una revista que ojea sentada en la mesa de un cafetín del arrabal.

El buen hacer de Mario Gas en la dirección de escena se trasmite tanto a figurantes y coro, como a los protagonistas. El coro titular del Teatro Real estuvo perfecto en todo momento, tanto en su parte vocal, muy bien equilibrada y matizada, como en su componente interpretativa. Hizo una de las mejores intervenciones que recordamos: es protagonista vivo y presente de la historia. La orquesta del teatro, sabiamente dirigida aun cuando resultó un poco pesada en momentos puntuales. En definitiva, la obra resultó muy buena, burbujeante, llena de gracia, tanto en la música como en la escena. Esperemos que mucha gente haya quedado hechizada con las gotas de este elisir tan oportunamente recuperado. Es un montaje de primera calidad; una referencia llamada a sobrevivir en el repertorio de nuestras patrias producciones. 

(Foto de Javier del Real) 

Próximos espectáculos del Teatro Real

 

17 de marzo a 6 de abril de 2006                                       La Bohème de Puccini

19 a 25 de abril de 2006                                                     English Nacional Ballet

22 de abril de 2006                                                            Al compás de Bernstein

8 a 23 de mayo de 2006                                                    El rapto del serrallo de Mozart

18 a 22 de mayo de 2006                                                   Dulcinea de Sotelo

8 a 30 de junio de 2006                                                      Diálogo de carmelitas de Poulenc

26 de junio a 19 de julio de 2006                                        Luisa Fernanda de Moreno Torroba

7 y 9 de julio de 2006                                                         La conquista de Granada de Arrieta

 

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