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Número 72º - Enero 2.006


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CLÁSICA A TROCITOS

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.


Es habitual que quienes desean empezar a escuchar algo de música "clásica" por ver si les gusta, busquen grabaciones no de una obra completa, sino de trocitos célebres o "hits", del tipo como esta que nos presenta EMI con el título un tanto pretencioso de "El mejor álbum de música clásica del mundo", que de hecho no es novedad (ya se había editado hace algunos años) aunque ahora vuelve a lanzarse al mercado con su título en inglés.

La introducción a la música clásica que nos propone este álbum consta de tres discos, el primero de ellos dedicado a músicas "de relajación" o "chillout" (que parece estar muy de moda, ya se sabe que algunos es eso lo que buscan en la música "clásica"), el segundo a clásicos vocales (aquí entrarían algunos "hits" de ópera y de música religiosa) y el tercero a músicas espectaculares (algo que también tiene bastante aceptación).

De entrada siempre podría decirse que dar una idea de lo que es la música "clásica" en sólo tres discos es tarea imposible, y así es seguramente; pero aquí de lo que se trata es de saber si al menos esos tres discos se han aprovechado al máximo posible, todo lo que pueden dar, tanto en la selección de obras como en las versiones elegidas, obviamente disponiendo del fondo de catálogo de EMI. Veamos.


En el primer CD, o clásicos "relajantes", encontramos los inevitables Adagio de Albinoni y Canon de Pachelbel (correctas, aunque quizá un poco mustias, lecturas de Marriner), Aria de la Suite nº 3 de Bach (agradable sorpresa la versión de Loughran, dentro de un estilo muy romántico, por supuesto), Concierto para clarinete (2º mov.) de Mozart (bien por Sabine Meyer, pero habría que haber incluido la más antigua de Brymer-Beecham, eso sí que es de ensueño), Adagio para cuerdas de Barber (excelente versión de Ormandy) o el Andante del Concierto para piano nº 21 de Mozart (correctos Hough y Thomson). Este último está incompleto (incluso el propio movimiento), y por supuesto lleva al lado el alias de "Elvira Madigan" por la película sueca de marras. Ambos detalles serán frecuentes en esta edición: el que no estén completos ni los movimientos de las obras, y el que se hagan referencias a películas donde sonaba tal o cual música (por ejemplo, el Concierto para clarinete de Mozart es, en la contraportada del álbum, "Memorias de África").

Otros clásicos "de relajación" que encontramos aquí ya son menos habituales que aparezcan: el último movimiento de la Sinfonía "Pastoral" de Beethoven (poco poética versión de Muti, habría que haber elegido la de Giulini), los Adagios de conciertos como el 2º de piano de Rachmaninov (correctos Ousset y Rattle) y 1º de violín de Bruch (muy poética versión de Menuhin con Susskind) o el Largo de "El invierno" de Vivaldi (otra vez un sutil Menuhin con la Camerata Lysy). El repertorio pianístico está representado por tres piezas: el Aria de las Variaciones Goldberg de Bach, el primer movimiento (incompleto) de la Sonata "Claro de Luna" de Beethoven y la inevitable en estos casos Gymnopedie nº 1 de Satie; las tres en versiones más que correctas (respectivamente María Tipo, Moura Lympany y Anne Queffélec). Por último nos encontramos con arreglos de temas de música para películas, como La lista de Schindler, American Beauty o Titanic, que pueden hacer que se interese por este producto un público más amplio, pero no son realmente "música clásica", así que no sirven para divulgarla. En conjunto se echan en falta demasiadas piezas que deberían estar en una selección de este tipo, y la propia EMI ya hizo una selección mejor en sus dos dobles CD's de "El mejor álbum de relajación del mundo".


Vamos con el segundo CD, el de ópera y música religiosa o coral. De ópera (números cantados, se entiende) se seleccionan en total 9 piezas, y la elección de alguna es un tanto rara. Por ejemplo, de Bizet se selecciona el famoso dúo de Los Pescadores de perlas (gran versión de Gedda y Blanc), ¡pero nada de Carmen! Verdi queda reducido al "Coro de esclavos" de Nabucco (por cierto en versión correcta pero rutinaria de Haitink; aquí habría que haber puesto la de Muti). ¿Cómo se puede no incluir arias como "La donna è mobile" o "Di quella pira", o el Brindis de La Traviata? Puccini es más afortunado, pues tiene cuatro números: "Che gelida manina" por Alagna (de un recital), "Vissi d'arte" y "O mio babbino caro" por la Gheorghiu y el "Nessun dorma" por Carreras, extraído de su grabación completa, con un horrendo montaje que une el aria con el final de la ópera ("O sole, vita, eternitá"), donde vuelve a sonar el tema del "Nessun dorma". En realidad habría que haber incluido esta aria por Corelli, el "Vissi d'arte" por la Callas y el "Babbino caro" por la Caballé, eso sí son versiones que crean afición. Completando el apartado de ópera italiana, Rossini queda representado por el "Largo al factotum" de su Barbero (una pieza que sí merecería estar, aunque sea en una versión tan fuera de onda como la de Hampson), y Bellini por "Casta Diva" (aquí sí está la Callas, en su última grabación de la obra). En cuanto a la ópera francesa, se añade una pieza tan popular como el "Dúo de las flores" de Lakmé, de Leo Delibes (además en una gran versión de Mady Mesplé y Danielle Millet) y algo que más bien es una rareza, el "J'ai perdu mon Euridice" de Gluck, cantado de forma sobresaliente por la Von Otter. Nada de ópera alemana, nada de Mozart.

Si en ópera se echan en falta títulos fundamentales, veamos el contenido de música sacra y coral que completa el CD: el "Hallelujah" de Haendel (inevitable) en una buena versión de Mackerras con los Ambrosian Singers; el Miserere de Allegri en una versión "resumida" (también buena la de Cleobury); un fragmento del Requiem de Mozart (Lacrimosa) y otro del Requiem de Fauré (In paradisum) en correctas versiones de Welser-Möst y Cleobury, respectivamente. También encontramos el Ave María de Bach-Gounod (no el de Schubert) en un arreglo cursi a más no poder cantado por Alagna. Todas estas piezas merecen figurar en cualquier antología de este tipo, y de hecho se echan en falta otras, como los Requiem de Brahms o Verdi. En su lugar, lo que encontramos son 3 piezas "comerciales" de autores vivos: el Agnus Dei de Karl Jenkins (música muy conservadora, pero agradable de escuchar, aunque no es como para ponerla en una selección de este tipo), el Voca Me de Prizeman (a medio camino entre una imitación del Miserere de Allegri y una canción pop "melódica" de los años 60) y un fragmento del Standing Stone de Paul McCartney (música como la que podemos encontrar hoy en día en cualquier banda sonora "estándar"). La presencia de estas piezas en unos discos cuyo espacio, por definición, está muy limitado sólo se explica, como en el caso del disco de "relajación", por el querer darle más "comercialidad" al producto,


El último disco, el de los "Clásicos espectaculares", tiene también obras que deberían figurar obligatoriamente en una selección de este tipo, y otras que se hace más extraño verlas aquí. Entre las primeras, el inevitable "O Fortuna" de los Carmina Burana de Orff (buena versión de Welser-Möst), el primer movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven (por Kurt Sanderling, nada menos, aunque si de espectacularidad se trata igual hubiera dado más juego Sawallisch), el Bolero de Ravel (correcta versión de Previn aunque se incluya mutilada), la Cabalgata de las Walkirias de Wagner (en versión sólo orquestal) o la Obertura 1812 de Tchaikovsky, estas dos últimas dirigidas por Jansons (bien poco espectacular en la 1812, todo hay que decirlo). Siguiendo en el repertorio ruso, es lógica la inclusión del arranque del Concierto para piano nº 1 de Tchaikovsky (correctos Gutiérrez y Previn), que es uno de los arranques más famosos de la historia de la música, e incluso de los más infrecuentes "Capuletos y Montescos" del Romeo de Prokofiev (muy bien Muti). Más infrecuente aún es encontrar el Zadok the Priest de Haendel, pero es todo un acierto el haberlo incluido, ya que ha alcanzado gran popularidad debido a ser la sintonía televisiva de la Champion's League; la versión de Andrew Davis está bien dentro de una línea "romántica", colosalista (que era lo que se buscaba).

Más raro se hace ver a otro tipo de piezas calificadas como "espectaculares", tales como el primer movimiento de La Primavera de Vivaldi (pasable versión de Nigel Kennedy) o del Concierto de Brandenburgo nº 3 (correcto Jerzy Maksymiuk); o el Rondó del Concierto para trompa nº 4 de Mozart o el mismo vals Danubio Azul de Strauss (ambos por Karajan, el primero en su histórica grabación con Dennis Brain); o el comienzo del Concierto para piano de Grieg (correctos Ousset y Marriner); o el comienzo, asimismo, de la Rhapsody in blue de Gershwin, en charanguera versión de Rattle del original para jazz-band. Al mismo Rattle lo encontramos dirigiendo Los Planetas de Holst, pero, increíblemente, no "Marte" (el más adecuado para un disco de "clásicos espectaculares") sino el final de "Júpiter" (que le queda algo mustio, todo hay que decirlo).

Se echan en falta muchas más piezas del repertorio ruso, desde Mussogrsky (Noche en el Monte Pelado, Cuadros de una exposición) hasta alguna sinfonía de Shostakovich, pasando por las Danzas Polovtsianas de Borodin. Nada de esto se incluye. Tampoco, increíblemente, el arranque del Así habló Zarathustra de R. Strauss. En su lugar, lo que sí encontramos son tres verdareros horrores. El primero, la Toccata y Fuga en re menor de Bach, pieza que bien merece estar en una selección como esta, pero no en versión organística ni siquiera en la orquestal de Stokowski, sino por ¡Vanessa Mae! Si esto es música clásica, lo que hace Luis Cobos es clásico también. Y lo mismo se puede decir del "arreglo" de El vuelo del moscardón de Rimsky-Korsakov por Maksim Mrvica. Por último, de la Novena de Beethoven (último movimiento) se incluyen tres minutos en la versión de Muti, pero al escucharlos se nota que están tomados de tres momentos distintos.


En resumen, un álbum que está lejos de poder ofrecer una introducción a la música "clásica" al menos hasta lo que pudiera alcanzarse en sólo tres discos, aunque su intención, dirigida a un público más amplio, bien puede ser la de mostrar que no hay tanta diferencia entre lo "clásico" y el repertorio llamado "crossover", como la música de cine. Si así fuera, puede haber conseguido su objetivo.




REFERENCIAS:

"THE BEST CLASSICAL ALBUM IN THE WORLD... EVER!"
EMI 7243 5 86849 2 6 (3 CD's)