La paloma estirada

Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum. 

La verbena de la Paloma o El Boticario y las Chulapas y celos mal reprimidos. Música: Tomás Bretón. Libro: Ricardo de la Vega. Reparto: Juan Manuel Cifuentes (Don Hilarión), Manel Esteve (Julián), Raquel Pierotti (Señá Rita), Eva Durán (Cantaora),  Natalia Duarte (Tía Antonia), Diana López (Casta), Sandra Fernández (Susana). Dirección musical: Miguel Roa. Dirección de escena y audiovisuales: Sergio Renán. Escenografía: Juan Pedro de Gaspar. Figurines: Pedro Moreno. Dirección del Coro: Antonio Fauró. Coreografía: Fuensanta Morales. Iluminación: José Luis Fiorruccio. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Titular del Teatro de la Zarzuela. Nueva producción. Teatro de la Zarzuela de Madrid, 10 de diciembre de 2005 a 22 de enero de 2005. Representaciones dedicadas a la memoria de Benito Lauret Mediato.

Para componer hoy en día espectáculos completos, La verbena de la Paloma se suele presentar en programas dobles con algún otro título parejo y chico. El Teatro de la Zarzuela ha optado en esta ocasión por llenar toda la función con una suntuosa producción de La verbena en solitario, añadiendo un prólogo y unos diálogos entre los cuadros, escritos por Bernardo Sánchez para la ocasión. No se altera en nada la parte original, adecuadamente restaurada por Ramón Barce para la edición crítica que el Instituto Complutense de Ciencias Musicales publicó en 1994. La propuesta de esta función arriesga y pierde en el resultado. Los añadidos no aportan nada y rompen algo el ritmo de la genial pieza. Tal vez hubiera estado mejor ofrecer el espectáculo en su forma y duración original. Los textos adicionales no solo aumentan la duración, sino que también sirven para contextualizar la propuesta escénica de Sergio Renán, que sitúa la acción en los años treinta e introduce el cinematógrafo, en un merecido homenaje a Benito Perojo. Toda plástica y lo visual de esta producción resulta atractivo, así como la parte documental que supone la recuperación del telón cinemática del Teatro Apolo y de algunas viejas películas. Los decorados de Juan Pedro Gaspar son realistas y espectaculares, con bellos panoramas del cielo de Madrid y sus tornasoles, con edificios vecinales llenos de vida y una evocadora perspectiva de San Francisco el Grande. La coreografía de Fuensanta Morales es el único elemento moderno en un montaje conservador en todo lo demás. Los cantantes y los músicos participan con rigor y plena competencia en sus intervenciones. El punto débil de la producción es la dirección de escena, que no desarrolla el perfil de los característicos personajes del sainete. No hay un trabajo visible de movimientos, ni voces, ni acentos o inflexiones. Solo Juan Manuel Cifuentes aporta algunos rasgos propios, y no muchos, a su estupendo Don Hilarión. La dirección de escena se ha volcado en los añadidos, en la escenografía y en las proyecciones, olvidando la interpretación, que apenas queda esbozada. La zarzuela es música y espectáculo, pero también es teatro hablado y los diálogos no terminan de fluir en esta función. Aún así el montaje tiene calidad y todos los participantes lo engrandecen con su arte y profesionalidad. Pero la pieza sobrevive: brilla gracias a los intérpretes, al talento de los autores y a los méritos propios, a pesar de la insuficiencia que manifiesta la dirección de escena en su conjunto.

Fotografía: Jesús Alcántara