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Número 71º - Diciembre 2.005


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JOSÉ BROS... Y POCO MÁS

Por Fernando López Vargas-Machuca. 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 18 de noviembre de 2005. Massenet: Manon. Alexia Voulgaridou, José Bros, Piero Guarnera, Riccardo Ferrari, Ángel Rodríguez, Marco Moncloa, Elena Monti, Marisa Roca, Inés Moraleda, Jerónimo Martín, Miguel Ángel Sánchez, Antonio Muñiz, Sonia de la Soledad Gómez. Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Ralf Weikert, director musical. Nicolas Joël, director de escena. Stéphane Roche, reposición de la puesta en escena. Coproducción del Théatre du Capitole de Toulousse y del Teatro alla Scala de Milán.

 

Ya explicamos en el número anterior cómo el proyecto original para abrir temporada con Tosca fue alterado a última hora para dar paso a Salomé. Pues bien, esta Manon se ha incorporado de modo parecido. Aunque nada de esto ha trascendido a la luz pública, la idea original preparada por Pedro Halffter y quien entonces hacía las veces de directora de producción, Alessandra Panzavolta, era la de ofrecer un Capriccio con la participación estelar de nada menos que June Anderson, pero algo o alguien hizo cambiar de idea al máximo responsable del Maestranza y la obra de Strauss fue reemplazada por la de Massenet. La premura de esta improvisada sustitución ha terminado pasando factura, porque las tres únicas funciones reservadas para el no muy popular título alemán han resultado del todo insuficientes para la elevada demanda que ha tenido la ópera francesa. Además no se pudo finalmente contar con Maria Bayo -que ya tenía las fechas comprometidas- y se ha tenido que recurrir a otra cantante, Alexia Volgaridou, que ha terminado ofreciendo una actuación poco satisfactoria: su voz es tímbricamente bella, corre con facilidad y goza de la suficiente anchura, pero la soprano griega carece por completo de recursos canoros que le permitan matizar a su personaje, con lo cual su Manon resulta plana, aburrida y muy vulgar, amen de completamente perdida en las agilidades de la célebre gavotta. De aspectos como la evolución del personaje o la atención al estilo, ni hablemos. Aunque la verdad es que igual de mal, o peor aún, estuvieron el Lescaut de Piero Guarnera y el Conde de Riccardo Ferrari. En realidad en esta producción sólo ha brillado un nombre: el de José Bros.

El tenor catalán ha mostrado una enorme valentía a la hora de enfrentarse a un rol que resulta bastante exigente y un poco justito para una voz como la suya. Quizá ahí radicara parte de los problemas canoros que al parecer tuvo en la primera función. Por fortuna en la tercera, que es la que comentamos, logró salir más que airoso del empeño: aunque llegara al quinto acto algo cansado y la voz se le blanqueara por momentos, fue la suya una actuación admirable en la que, pleno de sintonía con el estilo, armado de una línea de canto elegantísima, mostrándose valiente en los agudos y sin escamotear ninguna otra de las dificultades que la partitura plantea, logró hacer creíble el rol del atormentado Des Grieux haciendo gala de una sinceridad y una comunicatividad que no siempre encontramos en sus actuaciones. Su éxito fue rotundo y merecidísimo, pero por desgracia ahí acabaron los alicientes de la velada. Bueno, Marco Moncloa nos hizo olvidar su decepcionante Belcore jerezano con un estupendo De Brétigny y Ángel Rodríguez ofreció un sólido Guillot, pero tan breves actuaciones no lograron levantar el nivel general de una función gris en la que, además de la protagonista, falló la batuta de Ralf Weikert, buen concertador pero músico aburrido como él solo. La orquesta le sonó muy aceptablemente, con algún que otro desarreglo en la cuerda, pero el veterano maestro austriaco, que había hecho en el Maestranza un tan correcto como prosaico Rosenkavalier hace años, no supo insuflar vida a la partitura massenetiana, que exige mayor vuelo lírico en sus bellísimas melodías amorosas y muchas más dosis de fantasía, color, refinamiento y brillantez en las endeblitas escenas de conjunto.

La lujosa producción escénica venía de Toulousse y Milán, y ya se había visto en el Teatro Real de Madrid hace cinco temporadas. Correcta, ortodoxa y agradable, muy del gusto del público más conservador, pero a la postre nada del otro jueves: la escenografía del incombustible Ezio Frigerio -a base de telones pintados- es muy vistosa, y los figurines de su pareja Franca Squarciapino son tan deslumbrantes como siempre, pero el desarrollo de la acción resulta en exceso convencional y la dirección de actores brilla por su ausencia. ¿Hubiera mejorado la cosa de haber venido Nicolas Joël en persona? No sabemos, porque Bros es un actor discreto y la Voulgaridou en escena no resulta en absoluto creíble. En resumidas cuentas, y al margen de su innegable espectacularidad visual, segundo título de esta nueva etapa del renovado Maestranza y segundo fracaso en la vertiente musical. Por ello ya va siendo hora de preguntarse quién estará asesorando tan equivocadamente a Pedro Halffter a la hora de seleccionar sus elencos, porque entre aquella Salomé y esta Manon vamos de cráneo. Más le vale al joven músico madrileño que se busque a alguien que tenga olfato para escoger a los cantantes más adecuados, que disponga de los medios y la habilidad para firmar contratos no muy exigentes en lo económico y que, eso por descontado, se mantenga al margen de compromisos e intereses extramusicales. Porque como esto siga así será a él a quien le echemos la culpa de la cuesta abajo que, no en los muy interesantes planteamientos de la programación pero sí en los tristes resultados, parece haber emprendido el teatro sevillano en lo que a ópera se refiere. Toquemos madera por que lo haga.

Fotografía: Guillermo Mendo

 

Web del Maestranza: http://www.teatromaestranza.com