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Número 7º - Agosto 2000


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CINE Y MUSICA: CITA CON VENUS (Y CON WAGNER)

Por Ángel Riego Cue

 

Alrededor de la puesta en escena de una ópera se mueve todo un mundo, que en su mayoría no trasciende al gran público. Este ve sólo el resultado final, ignorante a menudo de la "trastienda" que ha tenido lugar durante los preparativos del montaje.

En su película "Cita con Venus" (Meeting Venus, 1991), el cineasta húngaro István Szabó ha querido reflejar su experiencia real como director escénico de ópera, y para ello ha elegido una imaginaria representación en París del "Tannhäuser" de Wagner, los mismos lugar y obra que le supusieron al compositor una verdadera batalla con motivo de su representación en 1861.

En el argumento, "Tannhäuser" va a ser representado en París en una producción de una sociedad llamada "Opera Europa". En un principio, los elementos con que se cuenta parecen inmejorables: el director de orquesta, Zoltán Szanto, viene de Hungría; los intérpretes de Tannhäuser y Venus son cantantes descubiertos por Karajan; el Tannhäuser suplente ha cantado en el "Met" de Nueva York. Falta aún por llegar la gran diva, Karin Anderson, que hará la Elisabeth.

Pero las cosas empiezan a fallar nada más comenzar los ensayos, y Szanto (que por su apellido parece ser un trasunto del propio director de la película, y expresar su punto de vista) descubre amargamente que a los intérpretes les interesan más otras cosas que la música. Así, los miembros de la orquesta no siempre son los mismos en todos los ensayos, sino que se van turnando según lo indicado por un gráfico, con el resultado de que el director da unas indicaciones un día, y al siguiente debe repetirlas, pues los músicos en su mayoría son distintos. El coro se marcha de los ensayos en el minuto exacto que termina su horario, aunque sea el momento más inoportuno; el Tannhäuser titular, Herr Schneider, aprovecha su estancia en París para comprar pintura para coches, pensando en un negocio "paralelo" que tiene montado en la antigua Alemania del Este.

Aunque todos los nombres de los intérpretes son ficticios, alguno se parece vagamente a otros de la vida real: así, la Elisabeth la canta una soprano llamada Karin Anderson (interpretada por Glenn Close), cuyo nombre nos recuerda a June Anderson, o quizás más a la wagneriana Karan Armstrong (Elsa en el Lohengrin grabado por W. Nelsson). Su llegada es la propia de una diva, subiendo inmediatamente al escenario y empezando a cantar su aria "Dich, teure Halle".

Al principio la relación entre director y diva es tirante, pero terminarán por enamorarse y vivir un idilio (parece que en toda película ha de haber uno). Él descubre que ella ha sido amante de otros directores, entre ellos de Ignazio Sarto (personaje asimismo ficticio), un gran maestro fallecido diez años atrás, y que para Szanto es más que un ídolo. Al final, llega a preguntarse si el acostarse con los directores es en ella una costumbre para que le dén el protagonismo de la función, lo que ocasionará la ruptura entre ambos; previamente, también ha roto con su mujer, que se ha enterado de su historia con Karin, y llegará incluso a conocerla en un recital de lied que da la soprano en Budapest, a donde viaja acompañada por el director, interrumpiendo ambos los ensayos en París.

La ruptura con su esposa rompe también la estructura narrativa de la película, que hasta entonces se apoyaba en las cartas que él le escribía. A partir de entonces se abandona el género epistolar y se vive todo en "presente", mientras se acerca el día del estreno de la producción.


Los otros personajes principales del film parecen responder a los tópicos que se escuchan habitualmente sobre el mundo de la música (como el de la cultura en general), en el sentido de estar dominado por ciertas "familias" que promocionan a los suyos. Recuerdo una entrevista de hace años al director de orquesta suizo Peter Maag, donde decía que para triunfar en la música había que ser judío, homosexual o comunista, pues estos eran los grupos sociales con mayor influencia en ese mundo. Si la visión que nos da la película es cierta, al menos los dos últimos colectivos sí se hallan bien representados.

En primer lugar, el máximo responsable de la producción es un tal Picabia, antiguo comunista que luchó en la Guerra Civil española en el bando republicano (donde incluso se atribuye el haber compuesto la canción "Ay, Carmela"), y que rompió con el partido tras la invasión soviética de Hungría en 1956. Luego están los poderosos representantes sindicales, que aprovechan cualquier circunstancia para politizar los ensayos y que por supuesto, pueden hacer lo que quieran, puesto que es imposible despedirlos. En una discusión con un cantante norteamericano, uno de ellos saca a relucir el bombardeo de Libia de 1986, o la invasión de Panamá del 89.

El llamado "lobby gay" está asimismo bien representado, comenzando por el gerente del teatro, Jean Gabor, húngaro huido de su país en 1956, y al que le gustan los jovencitos. Pero, sobre todo, con el director escénico Hans von Binder, que se presenta desde el comienzo embutido en un traje de cuero ajustado (un "look" muy típico) y del que sabremos más tarde que es el amante del Tannhäuser suplente, Stephen Taylor, con quien tiene una discusión por celos, a gritos, en la que el segundo termina perdiendo la voz, con lo que no puede cantar en el estreno como estaba previsto. Se volverá a recurrir entonces a Schneider, descartado antes al quedarse afónico por las corrientes de aire que sufría en sus largos viajes en Metro, destinados a comprar pintura para coches.

La puesta en escena diseñada por Binder para esa producción cumple todos los requisitos de "innovación" y "originalidad" que de un tiempo a esta parte parece la norma en el mundo de la escenografía operística, donde lo "convencional" no vende. Wagner es un blanco favorito de los "cráneos privilegidos" de los escenógrafos actuales, y el último ejemplo hasta la fecha es el "Lohengrin" escenificado por Peter Konwitschny este año en el Liceo de Barcelona, que se desarrollaba en un colegio, con niños de pantalón corto luchando con espadas de madera, y con un final en el que Gottfried, el hermano de Elsa, tras dejar de ser cisne (a tal lo había convertido la malvada Ortrud) regresa como Duque de Brabante con uniforme nazi, casco y ametralladora incluidos. Sin llegar a tanta "originalidad", en la película vemos un Venusberg que parece el "Salón Kitty" de la película de Tinto Brass, o unos peregrinos a Roma vestidos como mineros.

En fin, que la gama de tipos humanos, con sus particularidades, sus virtudes o sus defectos, es muy amplia: desde la gorda intérprete de Venus, que en los ensayos cuando no canta aprovecha el tiempo para hacer punto (y su hija para meter ruido mascando chicle), y mantiene un romance con el cantante que encarna a Wolfram von Eschenbach (apellido "complicado" que no sabe pronunciar la locutora de TV el día del estreno)... hasta el joven tramoyista que quiere ser cantante y pide una prueba, la joven intérprete del "Pastor" que intenta seducir al director (le gustan "maduritos") en su apartamento lleno de posters del Che Guevara, o el mismo director escénico, que se droga siempre la víspera de sus estrenos, por no soportar la tensión del momento.

En las discusiones, Szanto está a punto de irse y abandonarlo todo: de hecho hasta que no amenaza con irse, la burocracia del teatro no le empieza a pagar sus honorarios, aunque el contrato decía "la mitad al comenzar los ensayos". Incluso traen a otro director para sustituirle, pero para entonces ya se ha ganado el respeto de la orquesta, y esta se niega a ser dirigida por otro.

Cuando llega la fecha del estreno, televisado, y parece que todos los problemas, casi milagrosamente, se han solucionado, falta aún la "traca final": el sindicato al que pertenece el encargado de levantar el telón ha decretado una huelga a partir de ese día, y por tanto el telón no se levanta. Pero el arte, y el entusiasmo de los intérpretes, vencen incluso este inconveniente, y la ópera se ofrece en versión de concierto, con gran éxito. Esta "victoria del espíritu sobre la materia" (un tema, por cierto, que es el propio argumento de "Tannhäuser") lo expresa Szabó de forma un tanto cursi al final de la película: al igual que el Papa le había dicho al peregrino Tannhäuser que el perdón de sus pecados era tan imposible como que de su viejo báculo volvieran a brotar ramas, y sin embargo el milagro se produce, así también las dificultades de llevar a buen puerto la representación parecían insalvables salvo por un milagro, y este acaba ocurriendo: como un símbolo, se ve florecer la propia batuta del maestro.



El director de "Cita con Venus", István Szabó, es bien conocido por cualquier aficionado al cine por sus reconstrucciones históricas del pasado centroeuropeo, tanto de la época del Imperio Austrohúngaro como del período nazi: recordemos "Mephisto" (1981), "Coronel Redl" (1985) o "Hanussen" (1988), un cine de realización muy correcta, aunque a veces plúmbeo, y que más recientemente ha narrado la precaria situación en la que quedan los países del Este tras la caída de los regímenes comunistas (un tema ya apuntado en "Cita con Venus") en una de sus mejores películas, "Dulce Emma, querida Böbe" (1992).

Entre las virtudes el film están buenas interpretaciones como la de la mencionada Glenn Close como Karin, o la de Niels Arestrup como Zoltan Szanto, en quien por caracterización, peinado, etc. parece que se hubiera buscado evocar un parecido con el propio Wagner, aunque el resultado nos recuerda más bien al actor Rutger Hauer, conocido por su papel de "replicante" en la película "Blade Runner". Pero sobre todo, hay que destacar la banda sonora, pues la música es aquí la gran protagonista.

La selección de "Tannhäuser" que se escucha está dirigida a la orquesta Philharmonia por Marek Janowksi, director que tiene en su haber un "Anillo del Nibelungo" completo, el primero grabado íntegramente con sonido digital. Entre los intérpretes, Kiri Te Kanawa como Elisabeth, René Kollo como Tannhäuser, Waltraud Meier como Venus y Hakan Hagegard (recordado siempre como el Papageno de la "Flauta Mágica" filmada por Bergman) en el papel de Wolfram. Todo un lujo para los tiempos que corren. El disco, publicado por Teldec, incluye también el lied de Schumann "Du bist wie eine Blume" (Tú eres como una flor), cantado por Kiri, y correspondiente a aquel concierto que dio Karin en Budapest, donde llegaría a conocer a la esposa de Szanto y originaría la ruptura del matrimonio.


En conclusión, "Cita con Venus" no será una película que levante grandes entusiasmos en los no aficionados a la ópera, pero para los aficionados ofrece un retrato muy verídico de lo que se mueve en ese ambiente, y de ahí que se deje ver con agrado.