Revista mensual de publicación en Internet
Número 69º - Octubre 2.005


Secciones: 

Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

Tándem verista en Sabadell

Por Ovidi Cobacho Closa, Historiador del arte (Catalunya). 

·         Obras: Cavalleria Rusticana ( P. Mascagni) y Pagliacci (R. Leoncavallo)

·         Intérpretes: Rosa Mateu (Santuzza), Albert Montserrat (Turiddu), Kyung-Jun Park (Alfio y Tonio), Marisa Roca (Mamma Lucia); Josep Fadó (Canio), Laura Alonso (Nedda), Carles Daza (Silvio), entre otros. Cor Amics de l’Òpera de Sabadell y Orquestra Simfònica del Vallès.

·         Dirección musical: Fernando Álvarez

·         Dirección escénica: Miguel Gorriz

·         Producción: Associació d’Amics de l’Òpera de Sabadell

·         Lugar y fecha: Sabadell. Teatro La Faràndula, 28–X-2005.

Un doble programa, de explícito carácter verista, ha sido el encargado de abrir la nueva temporada de ópera de Sabadell: el célebre tándem formado por Cavalleria Rusticana (1890) y Pagliacci (1892). Sin duda alguna, una apuesta ambiciosa e incluso algo temeraria, a saber de los recursos disponibles para estas temporadas.

Cavalleria y Pagliacci ( sin el artículo italiano “I”, que consta erróneamente, como en muchos otros casos, en los programas), a pesar de ser dos obras independientes y pertenecer a distintos compositores, acostumbran a compartir escenario tanto por su brevedad como por la proximidad de sus estéticas – en realidad constituyen conjuntamente el manifiesto estético de la Giovane scuola, poco después denominada escuela “verista”. Ambas obras significaron la máxima consagración, y casi exclusiva, de sus respectivos autores, a saber Pietro Mascagni y Ruggero Leoncavallo, respectivamente, y a pesar de su brevedad implican un papel exigente tanto para los principales intérpretes como para la orquesta y el coro.

En la presente producción se ha optado, obviamente por razones económicas, por compartir una misma escenografía, medida inteligente y del todo funcional que no revierte negativamente en ninguna de las obras. Un espacio escénico central –con el añadido de un entarimado en Pagliacci,  flanqueado a la derecha por una gran fachada de templo y a la izquierda por un pequeño establecimiento. Otra cosa son los elementos y figuraciones escénicas añadidas por la dirección de Miguel Gorriz, como los mimos encargados de dramatizar los intermezzo de ambas óperas, que no aportan nada al conjunto, o la ridícula figura del Cristo con la cruz en el “Regina Coeli” de Cavalleria , totalmente fuera de lugar puesto que la acción del oficio religioso transcurre en la Pascua  de Resurrección y no durante el Via Crucis de viernes santo. Por lo demás, en su conjunto, la puesta en escena estuvo dentro de los parámetros de la corrección, bastante más lograda y trabajada en Pagliacci que en Cavalleria, especialmente por lo que se refiere a los movimientos del coro y figurantes, de un estaticismo coagulante en el caso de los campesinos sicilianos.

El elenco vocal cumplió notablemente en general. En Cavalleria Rusticana sobresalió la magnífica Santuzza de Rosa Mateu, espléndida en lo vocal y escénicamente, con una voz bien timbrada, segura,  y un canto de amplitud y  brillante en todos sus acentos expresivos. Montserrat lució nuevamente sus poderosos agudos en este auditorio, en una notable interpretación del personaje de Turiddu, aunque en sus primeras intervenciones se apreciara una tendencia a la impostación un tanto nasal en el fraseo. Kyung-Jung Park fue un Alfio más bien tosco y poco creíble (quizás acusara el participar en ambos repartos), más seguro en el registro agudo que en el grave, y con una línea de canto irregular. Más delicada que intensa estuvo la Mamma Lucia de Marisa Roca; muy sugestiva la Lola de Cristina Faus. En Pagliacci, Josep Fadó superó con buena nota el exigente papel de Canio, con un canto seguro y bien sostenido, aunque al final de la representación, por comprensible cansancio, se le rompiera un agudo del que se repuso instantáneamente. Jun Park estuvo bastante más logrado en el papel de Tonio que en su anterior Alfio, especialmente en lo escénico, y Laura Alonso, que tuvo que sustituir por enfermedad a Susana Cordón, se defendió con dignidad y corrección en el papel de Nedda. Carles Daza, a pesar de su breve papel como Silvio, demostró poseer una voz bien timbrada y una línea de canto depurada y de nobles acentos. Hans Ever cumplió también como Beppe en la serenata del segundo acto.

El coro, con un papel comprometido en ambas obras, acusó la exigencia de la doble producción, con una intervención un tanto  más imprecisa y vacilante en algunos de los pasajes de Cavalleria – en el “Regina Coeli” se llegó a desafinar varias veces-, a lo que nada ayudó la insegura dirección musical. Fernando Álvarez demostró no poseer un criterio claro ni específico de las dinámicas ni de los tempi en la Cavalleria, empezando con un tempo lentísimo, que dificultaba enormemente sostener el fraseo del canto y los instrumentos, y acabando casi con frenetismo en la escena del brindis; en Pagliacci, la dirección fue mucho más medida y equilibrada. La orquestra siguió al director en su cometido, prestando una intervención irregular y con notables estridencias en el metal, más compactada en la obra de Leoncavallo. En cualquier caso, una doble producción que reboza dignidad y aqueja la falta de algunos ensayos generales más.