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Número 61º - Febrero 2.005


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ABURRIDO MAHLER EN SEVILLA 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. Temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. 11 de febrero de 2005. Mahler: Sinfonía nº 2 "Resurrección". Danna Glaser, soprano. Iris Vermillion, mezzosoprano. Coro de la Asociación de amigos del Teatro de la Maestranza. Uri Segal, director..

Por Fernando López Vargas-Machuca.   

El espíritu de Morfeo planea sobre el Maestranza. Inmediatamente después de una Poppea en la que la Orquesta Barroca de Sevilla y Cristophe Rousset aburrieron hasta a las piedras (véase la crítica de nuestro colega Bardolfo en este mismo número), la Orquesta Sinfónica de la capital andaluza ha ofrecido una Segunda de Mahler verdaderamente plomiza en la que lo único destacable ha sido -como ocurriera en el Monteverdi con Manuela Custer- la espléndida voz mezzosopranil de Iris Vermillion, bien conocida por los discófilos por sus numerosos registros al lado de las más ilustres batutas abordando un repertorio muy dilatado en el que destacan, precisamente, autores como Mahler (Canción de la tierra con Sinopoli) o Zemlinsky. Su instrumento cremoso, homogéneo y bien timbrado, más que su un tanto distante pero en todo caso musical expresividad, brilló dentro de una velada bañada por la más gris mediocridad.

Principal responsable del desaguisado fue Uri Segal, otro nombre medianamente sonoro para los aficionados al disco. El maestro israelí debía haber reparado en que para adoptar tempi lentos en una obra de tan vastas dimensiones hay que disponer, amén de una orquesta de considerable nivel, de una técnica de batuta de primer orden. Si no, el resultado es el que sufrimos en Sevilla. Fue la suya, así, una lectura amorfa, vulgar y deslavazada, deficientemente planificada y carente de toda tensión interna, en la que se alternaron algunos momentos buenos (el Andante moderato,  parte del final) con otros verdaderamente insufribles, como todo el primer movimiento. Su interés por aclarar texturas en los tutti fue un punto a su favor, pero terminó sirviendo de poco. Total, una mediocre e ininteresante lectura, porque de interpretación propiamente dicha no puede hablarse.

Tampoco ayudó mucho la orquesta, que sonó a veces como si de una formación de tercera fila se tratara; recordó en este sentido a la ONE, lo que no es precisamente un elogio. Los violines destacaron por su deficiente empaste (¡ay, ese concertino!) y las trompetas se mostraron inseguras y dieron un buen número de notas faltas. Al parecer anda diciendo Pedro Halffter que la ROSS no tiene mucho que envidiar a la Filarmónica de Berlín. ¡Pues que baje Dios y lo vea! Sustituyendo a la soprano inicialmente prevista, Danna Glaser cumplió con mera corrección, mientras que el coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza evidenció nuevamente el cambio a mejor desde que soltó sus riendas el maestro La Ferla; su entrada en pianissimo resultó estremecedora, aunque no podemos borrar el recuerdo que nos dejó allá por 1992 el Orfeón Donostiarra bajo la batuta de Lorin Maazel. Eruditas y profundas notas al programa a cargo de José Luis Téllez.

 

Web de la ROSS (con notas al programa): http://www.rossevilla.com/