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Número 58º - Noviembre 2.004


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CINCUENTA ANIVERSARIO

Por Sir John Falstaff

Sevilla, Teatro de la Maestranza. 11 de noviembre. Temporada de conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Conmemoración del 50 aniversario de Juventudes Musicales de Sevilla. Ana Guijarro y Sebastián Mariné, pianos. Max Bragado-Darman, director. Obras de Berio/Boccherini, Castillo y Shostakovich.

Se ha unido la ROSS  con un concierto sinfónico a la celebración del cincuenta cumpleaños de Juventudes Musicales de Sevilla, una organización que pasa un tanto inadvertida en la hoy relativamente abundante y dinámica vida cultural de la ciudad, pero que en los largos años de sequía realizó una labor tan meritoria como decisiva a largo plazo que merece todo nuestro reconocimiento. Tomaba la batuta el madrileño Max Bragado-Darman, quien después de dirigir diversas formaciones estadounidenses ha venido a convertirse en titular de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. En la capital andaluza ha obtenido muy buenos resultados: a despecho de cierta falta de tensión e incisividad en cada una de las obras interpretadas, hizo de la sobriedad y el buen gusto sus mejores armas. Además, extrajo de la agrupación sevillana una sonoridad muy redonda que sólo fue enturbiada por algún desajuste puntual más o menos notorio y por determinadas intervenciones solistas (¡esa trompeta!) verdaderamente desafortunadas.

El programa ya resultó más irregular. Abría la velada la Ritirata notturna di Madrid elaborada por Luciano Berio a partir de la conocida página de Boccherini. Una obra decididamente menor pero simpática y de prodigiosa orquestación, amén de muy entretenida para el público más conservador, ese que jamás se acercaría a escuchar una pieza del Berio "de verdad". Fue ejecutada por la ROSS con singular equilibrio y una magnífica gradación de las dinámicas, como ocurrió también con la Quinta Sinfonía de Shostakovich que cerraba el concierto: una lectura muy bien enfocada por parte Bragado-Darman, quien obtuvo un magnífico rendimiento de la cuerda en el estremecedor adagio y tuvo la acertada osadía de despojar al último movimiento de toda su vulgaridad -que la tiene- para indagar en las intenciones ocultas del compositor. Quizá de otra manera hubiera logrado más aplausos, pero desde el punto de vista musical así fue mucho más convincente.

Entre las dos obras arriba citadas se nos ofrecía el Concierto para dos pianos de Manuel Castillo, página estrenada en 1984 para conmemorar otro cincuentenario, el del Conservatorio de la ciudad. La soberbia interpretación a cargo de Ana Guijarro -espléndida pianista experta en la obra de este autor- y el notable Sebastián Mariné hizo justicia a  una obra bien escrita y de indudable personalidad, que evidencia un agudo sentido del ritmo y alberga momentos de indudable poesía, sobre todo en el adagio central. Pero asimismo resulta, a nuestro modo de ver, una obra algo aburrida y con escasa "sustancia expresiva", esto es, con pocas cosas que decir. Quizá va siendo hora de colocar al Castillo en el lugar que le corresponde, sin adoptar la actitud pedante de pensar que por ser sevillano y hacer una música inteligible no tiene valor alguno de cara a la creación musical contemporánea, pero evitando igualmente caer en el provincianismo de la sobrevaloración que hace interpretar cualquier crítica sobre su arte como un atentado a las mismísimas esencias de Sevilla. Más aún cuando tal sobrevaloración supone que se programen más obras suyas que de otros compositores andaluces a todas luces de mayor interés. Por ejemplo, de Francisco Guerrero.  

Enlaces recomendados:

Web de la ROSS (con notas al programa y ficha artística): http://www.rossevilla.com