Revista mensual de publicación en Internet
Número 57º - Octubre 2.004


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Historia del Musical: “The College Song” (TORERO A LA FUERZA, 1932)

Por Carlos Infante.

La película abre con unos breves créditos sobre dibujos referidos a la trama del film, con una orquestación de Alfred Newman inspirada en sonidos hispanos, para inmediatamente trasladarnos, sin solución de continuidad, al dormitorio femenino donde se desarrolla el primer número musical de la cinta: “The College Song”.

Una joven despierta y somnolienta, con sonrisa publicitaria, expone al espectador: “Comenzamos esta historia dejándoles mirar en el interior de un dormitorio en el que duermen todas las hermosas universitarias”. Dicho y hecho, la cámara se traslada a la gran sala donde comienza a entrar la luz a través de los grandes ventanales.

Una sucesión de jovencitas en camisón despiertan hablando a la cámara con juegos de palabras de doble intención y sentido. Así por ejemplo la primera nos dice: “Es cierto que las matemáticas se nos dan muy bien. Enseñamos nuestras figuras libremente porque nuestras medidas no mienten”, continuando en la misma línea hasta que nos piden ‘girar la cabeza mientras se levantan’. Plano general del decorado, y tras unos pasos a modo de corro, escaleras arriba (imagino que para mostrar sus piernas) antes de llegar a la piscina.

Especial atención merece el número de la piscina. Al margen de las habituales figuras geométricas, tan del gusto y estilo Berkeley, encontramos también un apunte que 12 años después consagrará, ya en la Metro, Esther Williams con sus números acuáticos, ya en technicolor. Termina el curioso aseo y de nuevo nos trasladamos al dormitorio, esta vez mediante un tobogán. Tras un biombo traslúcido las chicas se desnudan y ya en las camas comienzas a vestirse mientras cantan: “Ya hemos descansado, estamos frescas y lozanas. Ahora tenemos que vestirnos. Es hora de ir al aula. En clase nunca faltamos a nuestras obligaciones. ‘Oh, cuánto nos gusta nuestro trabajo!”

Hace su aparición quien parece ser la directora del lugar, despertando a una compañera que ha quedado dormida, a quien anuncia la carencia de ‘recreo’ ese día a modo de castigo, para encontrarse inmediatamente después a Eddie (Edgard Williams) durmiendo en una de las camas de las chicas, sin saber como ha llegado hasta allí, salvo la pista que produce su estado aparentemente ‘resacoso’. Con la advertencia de que se presentarán cargos contra él por su presencia en el dormitorio de las chicas finaliza la secuencia.

Como inicio de película es realmente prodigioso incluyendo numerosos elementos que no puede, ni debe, pasar por alto al espectador. Sabemos que estamos viendo  una película con Eddie Cantor que se titula “The Kid from Spain”, es decir: “El chico Español”; o en su defecto “Torero a la fuerza” que nada tiene que ver con el título original. Sin más información la cámara nos traslada, nos conduce, a una cama donde se nos informa que seguidamente asistiremos a un espectáculo teóricamente vedado a los hombres: los dormitorios femeninos. En 1932 esto era un aliciente que podía clavar en la butaca a práctica totalidad de los espectadores masculinos. He aquí un gran acierto del director Leo McCarey: nos hace cómplices de la trama, parte de ella, nos lleva a ‘lo prohibido’ a la vez que despierta el sentimiento ‘voyeur’ que, en mayor o menor medida, todos tenemos dentro, al menos cuando nos sentamos en una sala de cine.

Ya estamos dentro del dormitorio, se hace la luz, las jóvenes universitarias nos hacen algunas confidencias en clave de humor, mediante el lenguaje del doble sentido. Otro guiño, otra complicidad, otro anzuelo para captar nuestra atención. Pero como el cine es ante todo espectáculo y ficción, la secuencia no puede ser realista, muy al contrario asistimos a una fantasía musical donde nuestras universitarias se asean en una piscina nadando en forma sincronizada, formando calidoscopios con figuras geométricas. A la atracción de ver lo inaccesible, se suma la fascinación de lo imposible. Aquí es donde Busby Berkeley entra en acción con una coreografía aún incipiente, pero de todo punto innovadora.

Terminado el aseo, hay que desvestirse, hay que quitarse el camisón reconvertido en bañador. Leo McCarey, nos lo muestra tras un biombo traslúcido que permite distinguir plenamente las siluetas femeninas, la imaginación se puede disparar. Cuando ya se han secado, la cámara muestra lo que hay al otro lado del biombo, así contemplamos nuestras protagonistas cubiertas con una toalla que vuelven hacia sus camas para comenzar a vestirse. En esta escena entra la valía indiscutible del genial director de fotografía Gregg Toland.

Pese a todo lo visto, a la atención despertada, el interés sucitado, en este punto de la narración desconocemos qué nos están contando. Hemos visto cómo se despiertan y levantan las alumnas en un dormitorio femenino de Universidad, hemos asistido a un verdadero festival de bellazas femeninas, coreografías y humor más o menos provocativo; pero desconocemos la razón de tan electrizante comienzo. Unos segundos más y ya lo descubrimos, en una de las camas está durmiendo Eddie Cantor, quien al despertar con sentido del humor si autoinculpa de la ‘deplorable acción’. Todo este despliegue no tiene otra función que presentar a la gran estrella de la película. No podía aparecer en pantalla como si nada, requería una entrada apoteósica, y bien que la tuvo. Tal vez porque sus dos anteriores películas (WHOOPEE y PALMY DAYS) se habían situado en los puestos uno y dos respectivamente de la recaudación anual en Estados Unidos, o tal vez porque el coste de TORERO A LA FUERZA fue majestuoso para aquellos años. Fuese como fuere el hecho es que hemos asistido a uno de los comienzos más refrescantes, reconfortantes, ágiles e inolvidables del género musical.

Ya para terminar con la secuencia “The College Song” hay que indicar a quién vea hoy este número musical y se pregunte sobre la censura de época y otras cuestiones similares, que este prólogo no gustó demasiado a las autoridades en general, pero el Codigo Hays de censura, o mejor dicho autocensura, no había entrado en vigor, estaba redactado, pero no era de cumplimiento obligado aún. Gracias a esta circunstancia hemos podido disfrutar joyas como TORERO A LA FUERZA.