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Número 54º - Julio 2.004


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Pensamiento musical contemporáneo (III): HAUSER

 

Por David Martín Sánchez, (Licenciado en Historia y Ciencias de la Música, Ávila).
 

 
Arnold Hauser

            Arnold Hauser (Budapest, 1892 – id. 1978) es representante de la sociología del arte, corriente que relaciona las manifestaciones artísticas con los acontecimientos socioeconómicos, “el lado social de los hechos estéticos y artísticos”; tuvo gran desarrollo en los siglos XIX y XX, ampliando su campo de trabajo hacia el lugar del artista y su obra en la sociedad.

Según Fubini las teorías estético-musicales de orientación sociológica se derivaron todas del positivismo -sistema de pensamiento que buscaba la utilización del método científico para las disciplinas humanísticas y que defendía la idea de que sólo se puede estudiar lo que se percibe al no poderse desvincular lo físico de lo intelectual-, dando lugar a diferentes corrientes en distintas direcciones (ideológicas, filosóficas, estéticas). Por otro lado señala también que la sociología de la música ha existido siempre aunque en sentido estricto data de la segunda mitad del XIX, junto con la musicología y el positivismo.[1]

Según Sadie[2] se pueden distinguir tres escuelas principales en la sociología de la música: una de ellas es la empirista o positivista, que se concentra en el contexto y la función de la música en la sociedad; en segundo lugar encontramos el idealismo histórico hegeliano, con Adorno como principal exponente y que desarrolló una teoría del “estándar musical”, según la cual la música más avanzada de una cultura representa a la sociedad misma, de la que es una descripción estética. En tercer lugar, una corriente asociada al marxismo o al materialismo histórico cuya figura principal es Hanns Eisler, quien considera los cambios en la música como un resultado de los cambios de ésta en su papel económico y social. 

Hauser se enmarcaría en esta última corriente por ser un ensayista de estética e historia de las artes, heredero de la metodología marxista que defendía la teoría del reflejo isomórfico, consistente en que el arte reproduce manifestaciones de la vida social. Defiende que debemos interpretar el arte en función de nuestras aspiraciones y siempre contemplando al hombre como miembro de una colectividad. Desde su punto de vista utilizamos las obras de arte para explicar nuestras formas de vida y las interpretamos según nuestro interés. Cada generación las interpreta de manera distinta, sin que ningún punto de vista pueda ser considerado más acertado que otro, de forma que la sucesiva acumulación de interpretaciones pase a la siguiente generación.

            A la hora de analizar la obra de arte en el contexto de la producción de un artista hay que tener en cuenta que éste va pasando por diferentes etapas, en cada una de las cuales habrá tenido diferentes valores estéticos.

            Por otro lado admite la crítica que se puede hacer a la interpretación sociológica, consistente en que “una obra de arte constituye un sistema autónomo, cerrado y concluso en sí mismo” sin que sea necesario explicarla o justificarla a través del contexto en que se ha creado aunque resulta paradójico que para entender o acercarse al arte sea necesario desentenderse de la realidad puesto que “todo arte auténtico nos retorna a la realidad”.

            La obra de arte puede quedarse en un mero vehículo para comunicar un mensaje o, por el contrario, puede ser un fin en sí misma, siendo el contexto social el que dé lugar a la creación de ésta, que podrá tener o no valor, es decir, una misma situación social puede dar lugar a una obra con valor artístico o sin él puesto que la situación política de libertad u opresión no es determinante en la calidad de una obra de arte, al tiempo que los criterios sociológicos no permiten decidir qué obras son de calidad y cuales no porque se generan múltiples criterios de valoración.

            Otro de los problemas que plantea esta interpretación sociológica radica en la comprensión de la obra -que vendrá determinada por la formación del público que la recibe- de manera que el público no formado podrá regirse por diversos criterios no artísticos para valorar una producción artística; así habría que distinguir entre calidad y popularidad de la obra artística, no ofreciendo soluciones la sociología.

            En la cuestión de la comprensión, la historia del arte y la historia social del arte se ayudan la una a la otra debido a que el cambio de estilo se produce cuando una forma no puede expresar el espíritu de la época en que nació. Las condiciones del cambio vendrán determinadas por la situación social.

            Al hablar de la ideología en la historia del arte, Hauser señala que las construcciones “del espíritu” -como la religión, la filosofía, la ciencia o el arte-, están a cierta distancia de su origen social aunque es el arte la “construcción” que más se relaciona con su contexto social al poder ser utilizado más fácilmente como arma ideológica. Una obra de arte no podrá ser considerada “exacta o inexacta”, ni como verdad o error, puesto que el problema de la relatividad no llega a plantearse en el arte al ser en sí mismo parcial, lo cual no nos permite negarle cualquier pretensión de verdad.

            El arte se esfuerza en la solución de problemas formales en cada uno de los periodos por los que ha pasado, teniendo en cuenta que en todos los cambios de estilo que se han producido en la historia el impulso siempre ha procedido del exterior. Con el transcurso del tiempo toda cultura social arraigada siente la necesidad de renovar sus formas al tiempo que siente una resistencia intuitiva a su modificación.

            Otro aspecto importante es que en la mayoría de los casos el artista no tiene conciencia de las ideas sociales a las que da expresión porque están implícitas en el contexto en el que realiza su creación al igual que tampoco puede afirmarse que las ideologías o el momento histórico condicionen de manera decisiva el resultado en todas las artes. “Las obras de arte sobreviven al contexto histórico-social en que fueron creadas”, lo cual está en consonancia con el pensamiento de Marx de que las obras del espíritu muestran la capacidad y la tendencia a desvincularse de su origen y seguir un camino propio, o incluso convertirse en punto de partida de otras obras. Tampoco puede hablarse de “progreso” en sentido estricto puesto que cada obra de arte es única y no puede compararse con las anteriores, de forma que las interpretaciones de una generación no sólo no son vinculantes para la siguiente sino que suelen ser rechazadas por ésta.

            Hauser ejerce una crítica al formalismo porque por perfecta que sea una forma, carece de sentido si no cuenta con un mensaje determinado y no comparte que las formas tengan entidad y justificación por sí mismas. También está en contra de la teoría de “l´art pour l´art” al no compartir que el arte se justifique por sí mismo sino que debe servir a un contexto social en el que ha sido creado.

Del marxismo heredó la preocupación por cuestionarse si todo el arte tiene un mensaje sin olvidar que las manifestaciones culturales hay que ponerlas en relación con la base social y económica (“infraestructura”, en términos de Marx) en que aparecieron.

La idea central de su teoría consiste en que la obra de arte siempre cumple una función social, incluso cuando se la presenta como si tuviera existencia por sí misma aunque es consciente también de que el arte puede utilizarse como elemento propagandístico y afirma que siempre persigue un fin práctico. Desde el punto de vista de la sociología el arte no sólo tiene límites externos –por estar condicionado socialmente- sino que también tiene límites internos al no ser la calidad de la obra un valor cuantificable; por esta razón el papel de la sociología debe ser el de señalar el origen de los elementos ideológicos contenidos en dicha obra, lo que se explica por el hecho de que la sociología del arte defiende que, partiendo de las condiciones sociales en las que se produjo la obra, se pueden extraer consecuencias respecto a su perfección.

Por último señalar que en sus textos parece como si en lugar de defender la teoría sociológica prefiriera mostrar sus limitaciones (como cuando señala que esta teoría intenta reducir a elementos simples un objeto complejo) aunque reconoce que no sólo la práctica sino también la interpretación del arte dependen de un “movimiento cultural” de forma que las valoraciones y revisiones de la historia del arte sufren un condicionamiento ideológico.

 

BIBLIOGRAFÍA

·        BOZAL, Valeriano (Ed.): Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas, Ed. Visor, La Balsa de la medusa, Madrid, 1996, Vol. II, pp. 189-201.

·        HAUSER, Arnold: Introducción a la Historia del arte, Guadarrama, Madrid, 1961 [1957].

·        SOURIAU, Anne: “Sociológica, Estética”, en SOURIAU, Etienne: Diccionario Akal de Estética, Akal, Madrid, 1998 [1990].

·        SOURIAU, Etienne: “Estética” en Diccionario Akal de Estética, Akal, Madrid, 1998 [1990].

·        SPARSHOTT, F. E.: “Aesthetics of music”, en SADIE, Stanley (Ed.): The New Grove Dictionary of Music and Musicians, Macmillan, Londres, 1980.

·        WILL, Patrick T.: “Sociología de la música”, en RANDEL, Don: Diccionario Harvard de la música, Alianza, Madrid, 1997 [1986]

NOTAS


[1] FUBINI, Enrico: La estética musical desde la Antigüedad hasta el siglo XX, Alianza, Madrid, 1999 [1976] p. 34.

[2] SADIE, Stanley (Ed.): “Sociología de la música”, en Diccionario Akal/Grove de la música, Akal, Madrid, 2000 [1988], p. 942.