Revista mensual de publicación en Internet
Número 50º - Marzo 2.004


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ELIXIR DE BAJA GRADUACIÓN

Por Fernando López Vargas-Machuca.

Córdoba. Gran Teatro. 14 de marzo. Donizetti: El elixir de amor. Rocío Ignacio (Adina), Juan Luque (Nemorino), Luca Salsi (Belcore), Bruno de Simone (Dulcamara), Leticia Rodríguez (Giannetta). Coro de Ópera CajaSur. Orquesta de Córdoba. Director musical: Maurizio Barbacini. Director escénico: Damià Barbany, según idea original de Mario Gas. Producción escénica del Palacio de Festivales de Cantabria, originalmente creada para el Castell de Peralada.

Nada menos que tres diferentes producciones del Elixir de amor se escenifican a lo largo de la presente temporada en tierras andaluzas. De ellas aún queda por ver la que ofrecerá a finales de abril el Teatro Villamarta de Jerez, con un elenco a priori idóneo encabezado por Ismael Jordi, Mariola Cantarero y Carlos Chausson, más la sorprendente presencia de la batuta de nada menos que Antonio Florio. En diciembre el Maestranza de Sevilla nos brindaba unas funciones más bien irregulares en las que la belleza vocal del citado Jordi y el excelente hacer de un no muy adecuado Pietro Spagnoli empañaron la presencia de una Mariella Devia que lució más técnica que creatividad. Y ahora nos toca comentar la segunda de las representaciones que tuvieron lugar en Córdoba en ese extraño fin de semana del pasado marzo en el que se sucedieron la conmoción posterior al abominable atentado terrorista del 11-M, la confusión en torno a los autores del mismo y una insólita jornada electoral.

Mientras esperábamos el resultado del recuento de votos, pudimos disfrutar de una función de nivel medio abiertamente inferior al que alcanzara el coliseo sevillano. Digna para un teatro de provincias, sí, pero no suficiente para la categoría que tuvo el Gran Teatro de Córdoba durante la etapa felizmente liderada por Francisco López (quien precisamente rige ahora los destinos del Villamarta jerezano), y desde luego inaceptable para una ciudad importante y maravillosa que con toda justicia aspira a la capitalidad cultural de Europa durante el 2016. Y es que hay que programar con mucho tiempo por delante, como deberían saber los responsables de este Elixir seriamente perjudicado por las prisas. No se pudo contratar a Ismael Jordi porque ya tenía las fechas ocupadas. Se consiguió entonces a Giuseppe Filianoti, ahí es nada, pero como algunos nos estábamos temiendo el divo terminó cayendo del proyecto, oficialmente por enfermedad. Finalmente el rol protagonista fue a parar a un veterano artista de la casa, Juan Luque.

Luque es un tenor correcto y muy profesional que despierta todas nuestras simpatías. Pero ni por su pequeño instrumento, que nunca ha sido muy bello y que se encuentra un tanto envejecido, ni por personalidad artística, ni por su capacidad para matizar, ni menos aún por el físico (¡qué le vamos a hacer!), es un Nemorino convincente. No obstante hizo lo que pudo, fraseando con buen gusto y cantando con entrega. Si no hubiera sido por él, quizá este Elixir nunca se hubiera puesto en escena, así que hemos de agradecerle su saber estar, su amor al arte y su voluntariosa aportación para que estas funciones salieran adelante.

Caso aparte es el de Rocío Ignacio, joven y guapísima sevillana que despierta ciertos interrogantes al no saberse a ciencia cierta si los numerosos contratos que está recibiendo para cantar papeles importantes se deben a un gran talento o más bien a la protección de la agencia de Alfonso G. Leoz y del barítono Carlos Álvarez. Sea como fuere, y dejando al margen el rumor de que la soprano inicialmente prevista en Córdoba fuera la estupenda María José Moreno, "caída en desgracia" tras el abandono de la citada agencia, Rocío Ignacio no es una cantante desdeñable: cuenta no sólo con un buen instrumento, sino también con una correcta línea de canto a pesar de sus muy estridentes y metalizados agudos. ¿Que le falta? Pues más técnica, bastante rodaje y, sobre todo, verdadero talento para componer un personaje y transmitir emociones, pues fue la suya una Adina bastante aburrida. Si se busca un maestro de verdad y se dedica a estudiar a conciencia antes de seguir firmando contratos por doquier, puede convertirse en una importante figura de la lírica.

Luca Salci exhibió una muy buena voz y una excelente presencia física, muy adecuada para Belcore, pero carece por completo del estilo propio de Donizetti (su legato es prácticamente inexistente). El veterano y simpático Bruno de Simone también convenció sólo a medias, ya que su soberanamente actuado y muy original Dulcamara, que recordaba no poco en el físico y en la gestualidad a José Luis López Vázquez, adoleció de una voz deteriorada e insuficiente, demasiado clara, falta de armónicos y corta por abajo. Me dice un experto amigo que estuvo mucho mejor la velada anterior, y que seguramente sufriría los efectos de tener que cantar dos noches seguidas al haberse desplazado la primera función por respeto a las víctimas del atentado.

Así las cosas, quien más convenció entre los cantantes fue la Giannetta de la estupenda Leticia Rodríguez, que repetirá el rol en Jerez. La camerística y equilibrada, pero también aburrida y no exenta de desajustes, dirección del veterano Maurizio Barbacini al frente de una desaprovechada Orquesta de Córdoba y de un destemplado Coro de Ópera CajaSur, no levantó el nivel musical de la función por encima de la aceptable corrección.

Fue bastante plausible el apartado escénico, por obra y gracia de una escenografía digna dentro de su modestia -la producción, con bastantes años a sus espaldas, viene de Peralada- y de una interesante concepto escénico de Mario Gas, trasplantando la acción a la Italia fascista (Belcore es aquí un camisa negra), incorporando algunas ideas excelentes y sin salirse de tiesto en ningún momento. Lástima que Juan Luque y, sobre todo, Rocío Ignacio, fueran dos auténticos muebles en escena, todo lo contrario que Bruno de Simone. Aprobado a secas, por tanto, para una función globalmente digna que supo hacer llegar al respetable parte de la belleza, la magia y la alegría de la partitura donizettiana en una noche en la que aún los corazones se hallaban sobrecogidos. Pero que conste que Córdoba y su Gran Teatro se merecen mucho más. Ánimo y a seguir adelante.... haciendo las cosas con más tiempo, por favor.

 

Web del Gran Teatro: http://www.teatrocordoba.com/