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Número 49º - Febrero 2.004


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SONATE DA CAMERA DE VIVALDI 

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.


Vivaldi es junto a Monteverdi el compositor que más se ha beneficiado del movimiento historicista. A diferencia de otros compositores, dicho movimiento puso a disposición del público una enorme cantidad del catálogo vivaldiano que había sido ignorado por los músicos anteriores para quienes “Il Prete Rosso” era poco más que una máquina multicopista de conciertos. Por otro lado, despertó el interés por una interpretación donde primaba no tanto la producción de melodías bonitas sino la búsqueda de un ritmo, una articulación y una tímbrica apropiadas o, dicho de otro modo, la radical propuesta de un cambio en la sonoridad y la pulsación unida a la recuperación de una técnica interpretativa que había sido deformada por una visión heredada del Romanticismo. El desarrollo de la capacidad inventiva y de sorpresa en las partituras de Vivaldi se tradujo en lecturas generalmente vitalistas, de tempi ligeros, rebosantes de imaginación donde el bajo continuo, la ornamentación y los efectos armónicos adquirían un papel preponderante.

El germen de esta novedosa propuesta debemos buscarlo a comienzos de los setenta en algunos músicos de la Academy of St Martin in the Fields que aunque usaban instrumentos modernos fueron en buena medida los incubadores del cambio. No sólo porque de sus filas salieron líderes espirituales del movimiento como Christopher Hogwood (que, por cierto, se llevó de la orquesta a unos cuantos colegas para su propia “Academy”), sino por su búsqueda de un Vivaldi opuesto al que hacían por entonces los italianos. Pero un cambio así no podía ser “a one-man show”. Trevor Pinnock junto a Simon Standage, primer violín de The English Concert, otrora en la English Chamber Orchestra, crearía escuela en la interpretación de Vivaldi más o menos por la misma época así como lo harían otros músicos de la isla*. 

Tanto ha evolucionado la interpretación de Vivaldi que hoy día nos parecen absolutamente insufribles, y por ende, infumables las mil y una grabaciones de conjuntos supuestamente especialistas en Vivaldi y que durante dos décadas coparon un inmerecido protagonismo. Como además conjuntos y directores eran italianos, nadie rechistaba. Estas lecturas acartonadas, empalagosas y ampulosas crearon en el público una imagen distorsionada del maestro veneciano que todavía llega a nuestros días. 

Los conjuntos ingleses historicistas fueron los mayores valedores de la revolución vivaldiana pero la irrupción en tromba de una nueva generación de jóvenes músicos italianos en la década siguiente forzó otro giro aún mayor que el anterior con la liberación plena del yugo romanticista y la adopción de un estilo barroco auténticamente italiano. Actualmente las cosas han cambiado de tal modo que incluso las agrupaciones sinfónicas se esfuerzan por interpretar este repertorio con otro “ánimo” aplicando técnicas y criterios más o menos barrocos. Sin embargo, aún quedan algunos músicos de prestigio que apoyados en sus poderosos agentes y en su presencia dominante en el mercado discográfico, y argumentando que lo importante es un sonido agradable al oído y una afinación perfecta y no tanto el estilo, siguen defiendo lo indefendible y se empeñan en interpretar a Vivaldi como si nada hubiera pasado. A estos músicos debemos decirles que la verdadera belleza se produce cuando, por poner un ejemplo, una violinista como Francesca Vicari empuña su violín en el Largo de El Invierno (Alessandrini, Naïve/Opus 111). Las comparaciones echan por tierra cualquier atisbo de duda. 

Somos muy afortunados porque el proyecto de grabación de la Edición Vivaldi (no confundir con la antigua de Philips) cuya fuente son los 450 manuscritos alojados en la Biblioteca de la Universidad de Turín, no tuviera lugar décadas antes con batutas como las de Vittorio Negri y conjuntos como I Musici o I Solisti Veneti sino en nuestros días y entre conjuntos en su mayoría italianos avalados por casi treinta años de interpretación con criterios de época.

Como sabe el lector habitual pues en estas páginas ya hemos comentado algunos volúmenes, Naïve/Opus 111 la está registrando en su integridad. El que nos llega ahora, dedicado a varias de sus sonatas de cámara, demuestra lo anterior y es el disco ideal para complementar una discoteca en la que sólo figuren las Cuatro Estaciones. En programa varias sonatas de cámara para diferentes combinaciones a cargo del conjunto L’Astrée dirigido desde el clave por Giorgio Tabacco.

Paolo Gallarati, autor de las notas interiores, expresa muy bien el valor de estas piezas: “Aun cuando las sonatas no poseen la densidad formal e importancia de sus conciertos, la personalidad de Vivaldi se manifiesta en toda su rica inventiva; incluso con pocos instrumentos, la creatividad de este sorprendente compositor no es menos acusada y su fantasía combinatoria se impone con igual originalidad que en otros campos de su producción”. Un buen ejemplo es la Sonata a 2 para flauta dulce, fagot y continuo RV 86 con una deliciosa combinación tímbrica entre los dos instrumentos a través de un diálogo lleno de imaginación armónica. El disco está lleno de momentos del mejor lenguaje vivaldiano como el comienzo de la Sonata a 2 para violines y continuo RV 68 o la inerte serenidad en el Largo de la Sonata para violín y violonchelo RV 83, la única que escribió para esta combinación. Nada tan típicamente vivaldiano como el Allegro inicial de la Sonata para 2 violines RV 77 con ese sorprendente y variado carácter rítmico. 

Las lecturas de L’Astrée encarnan idealmente los presupuestos estéticos asociados hoy a Vivaldi e incorporan vitalidad, sorpresa y sentido rítmico todo ello envuelto en un sonido sin extravagancias ni asperezas. Para empezar podemos recomendar la Sonata RV 86 donde ambos solistas, Paolo Faldi a la flauta y Aligi Voltan al fagot, demuestran su musicalidad y afinidad hacia esta evocadora música. El movimiento central con el burbujeante fagot es sensacional. Auténticamente contagiosa resulta la interpretación de la Sonata para dos violines RV 77 donde Francesco D'Orazio y Alessandro Tampieri manipuladores de la dinámica y el color son capaces de seducir al oído más obstinado. Hay que escuchar el mano a mano que se marcan en el Andante donde sólo hablan los dos violines. 

Un disco con este variado programa y unas lecturas tan bien planteadas no sólo no defraudará a nadie sino que animará a conocer y disfrutar del Vivaldi menos trillado. 

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*En Centroeuropa por entonces las cosas iban más despacio. Harnoncourt, Brüggen y Goebel, por ejemplo, también experimentaban con Vivaldi  pero sin que fuera una de sus prioridades ni obtuvieran los resultados de los ingleses.

 

REFERENCIAS:

A. VIVALDI: Sonatas de Cámara:  Tercera Sonata a 2 da Camera para 2 violines y continuo en Fa mayor, RV 68. Sonata a 2 da Camera para flauta dulce, fagot y continuo en La menor, RV 86. Sonata para 2 violines y continuo en Si bemol mayor, RV 77. Primera Sonata a 2 da Camera para 2 violines y continuo en Fa mayor, RV 70. Sonata para violín, chelo y continuo en Do menor, RV 83. Segunda Sonata a 2 da Camera para 2 violines y continuo in Sol mayor, RV 71. L'Astrée. Giorgio Tabacco, clave y dirección. NAÏVE/OPUS 111. OP 30252.

www.naiveclassique.com