Revista mensual de publicación en Internet
Número 45º - Octubre 2.003


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Barroco con croquetas

Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.

El burgués gentilhombre. Texto de Molière y música de Lully. Versión y dirección escénica: Gustavo Tambascio. Dirección musical: Alicia Lázaro. Coreografía: César Casares y María José Ruiz Mayordomo. Ayuntamiento de Madrid. Veranos de la Villa 2003. Jardines de Sabatini, 26 de agosto a 6 de septiembre.

Los Veranos de la Villa de Madrid suelen ofrecer espectáculos populares y zarzuelas. Este verano la programación ha incluido una deliciosa comedia de Molière con un excelente acompañamiento musical. El burgúes gentilhombre es una sátira mordaz sobre las ambiciones de una naciente clase media que no ha perdido ninguna actualidad con el tiempo. Gustavo Tambascio ha ofrecido una versión y dirección polémica, con su sello personal, llena de viveza y buen humor, que se sigue con interés y claridad gracias a un elenco de actores con muchas tablas: Guillermo Amaya, Helena Dueñas, Natalia Hernández, Jorge Merino, Carlos Santos... El lugar escogido eran los jardines Sabatini, con los árboles como marco y la impresionante fachada norte del Palacio Real como telón de fondo. El sitio es monumental pero completamente inadecuado para este tipo de espectáculos. Una oportuna sonorización e iluminación podrían haber salvado la situación, pero en fueron pésimas para este espectáculo, comprometiendo seriamente tanto la visibilidad como la música. Para evocar su origen, esta versión ha estado acompañada de unas maravillosas músicas de  Jean Baptiste Lully, interpretadas por la soprano Cecilia Lavilla y el bajo José Truchado con el feliz concurso de una agrupación barroca dirigida con garbo y conocimiento de causa por la infatigable investigadora y artista Alicia Lázaro. A pesar de unas desfavorables condiciones acústicas, algo de música se pudo escuchar. Hubo además una importantísima aportación coreográfica de la que eran responsables César Casares y María José Ruiz Mayordomo, aunque la las luces y disposición del público obstaculizaban bastante la visión. Quedé convencido de que estas danzas habrían satisfecho tanto del dramaturgo como del compositor, si las hubieran visto desde las primeras filas. Ha sido una espectáculo popular, pero también exquisito que merecía un lugar más adecuado, con unas condiciones debidas, en un recinto cerrado en el que disfrutar plenamente de los refinados detalles de la música, la interpretación y la danza. En todo caso, el público llenó las funciones, disfrutó de las noches veraniegas, del espectáculo y también de las viandas que lo acompañaron, entre las que cabe destacar las croquetas (otra invención del barroco francés, creo). El precio total de cena y entradas no era tan populares como se pretendía y el carácter "popular" de la convocatoria tampoco era disculpa para los graves defectos técnicos de luz y sonido antes reseñados.