Revista mensual de publicación en Internet
Número 45º - Octubre 2.003


Secciones: 

Portada
Archivo
Editorial
Quiénes somos
Entrevistas
Artículos
Crítica discos
Bandas sonoras
Conciertos
El lector opina
Web del mes
Tablón anuncios
Suscribir
Buscar
 

 

BARENBOIM VUELVE A SCHUMANN
 

Por Rubén Flórez Bande

          

En marzo de 1977 terminaba Daniel Barenboim con la Sinfónica de Chicago su primer acercamiento al universo sinfónico de Robert Schumann, junto con la Obertura Manfredo y la Konzertstück para cuatro trompas, esto último aún no editado en CD. Estas lecturas de Barenboim venían a sumarse a la decena larga de ciclos de estas sinfonías que pululaban por aquella época, como los de Klemperer, Szell, Karajan, Kubelik, Bernstein, Sawallisch, y pocos más, dado que en general los directores del pasado poco se habían interesado por estas partituras: Furtwängler sólo posee una y una , Toscanini una y una 3ª "Renana", a Walter le falta la ... pero ninguno de ellos tiene un ciclo completo, quizás por el manido tópico de las carencias (que sí, que alguna tiene) de Schumann como compositor de masas orquestales. ¡Menuda tontería!.


Aquel primer ciclo del maestro argentino, para la DG, si bien no era una referencia -para eso ya estaban, y siguen estando, un Szell o un Klemperer- sí tenía puntos de gran interés. El primero, claro está, la orquesta plena de facultades, de un lirismo, intensidad y grandeza que pocas orquestas tienen: qué añadir de más a todos los calificativos se han dicho sobre ella... Las lecturas de Barenboim tenían esa "garra" e insolencia juveniles que, poco a poco, por desgracia, ha perdido con los años: se mostraba delicado en los movimientos lentos, y bravo y temperamental en los extremos. El final de la Primera Sinfonía, realmente bárbaro, más que adelantar a un Brahms como muchos se empeñan, nos tendía un puente hacia Bruckner. Quizás la "insolencia juvenil" le venga mal a la Cuarta Sinfonía, donde se requiere, más sosiego y concentración "a lo Böhm", al menos para mi gusto, y quizás sea este el garbanzo negro de su primer ciclo.

También había, claro está, cosas menos buenas, como el característico (de aquella época, 1977) "no saber qué hacer" barenboimiano. Me explico: Barenboim en ciertos pasajes se ve como "perdido", sin dar una idea al desarrollo, como no sabiendo qué camino seguir, como no queriendo aportar una idea nueva (¿por miedo tal vez?, ¿por falta de técnica?, ¿por qué?) sólo limitándose a marcar el compás y dar las indicaciones justas. Este "defecto" a la larga y en muchas de sus versiones se convierte en el "handicap" de sus grabaciones de aquella época.


Veinticinco años después, ¿qué es lo que hace el pianista-director con este mismo ciclo Schumann? Pues para decirlo finamente, y en mi más modesta opinión y sin que nadie se ofenda: una grabación que no aporta nada respecto a la suya anterior. Barenboim se nos muestra aquí ya sin el espíritu juvenil de antaño, y se nos convierte en un "pseudo-Kapellmeister". La orquesta (la Staatskapelle de Berlín), aquí más homogénea que la Sinfónica de Chicago, pero menos motivante, se rinde ante las órdenes de su titular. Orquesta sin color en definitiva, pero de gran virtuosismo.

El concepto de Barenboim en estas obras es más compacto que en Chicago, más redondo (en el sentido de forma, no de contenido). El "no saber qué hacer" ha desaparecido, aunque asoman otros defectos: brusquedad en los arranques, efectismos de mala escuela en los finales de los movimientos rápidos, como si tuviera prisa por terminar, desmadejándolos y convirtiéndolos en una amalgama de sonidos sin un orden, sonido encorsetado (en la Primera Sinfonía, por ejemplo), preponderancia del timbal hasta el aburrimiento (¡qué manera de destrozar el primer movimiento de la "Renana"!), nulo uso del "rubato"... y así una lista de "defectos", cosa que sorprende porque parece que uno ha escuchado a directores diferentes en las dos versiones. Quizás lo peor del ciclo sea la "Renana", carente de lirismo y de sentido bucólico, demasiado rotunda y que en el cuarto movimiento, en vez de extasiarse con la visión de la catedral de Colonia, se extasía con la simple mirada de una capilla de aldea.


Claro está, también hay momentos mejores, o menos malos, pero no abundan: la delicadeza con la que frasea el Larghetto de la "Primavera" o la "tenebrosidad" del primer movimiento de la Segunda Sinfonía que recuerdan claramente a un Celibidache. Lo mejor, sin duda, el oscurantismo de esa Segunda Sinfonía, el misterioso arranque, el diabólico Scherzo, el lírico Adagio y el optimista Finale, pero que no llegan a la altura de su primer ciclo, ni mucho menos a la grandeza de un Szell. La Primera sí está bien construida, en momentos suena demasiado encorsetada, le falta vuelo y la Cuarta, al igual que en su primer ciclo, demasiado precipitada.

Barenboim, quiero entender, tiene la intención o la convicción de hacernos oír un Schumann en la tradición de la interpretación alemana, pero los resultados distan mucho de los conseguidos por Sawallisch o Haitink con los mismos o parecidos conceptos interpretativos.

En definitiva un ciclo sólo para incondicionales de Barenboim. Preferibles antes, claro está, los ya citados Szell, Klemperer (salvo por la Segunda), Sawallisch, Haitink o Bernstein en su ciclo para la Deutsche Grammophon... y también el propio Barenboim de años atrás. Si ya se sabe, cualquier tiempo pasado fue mejor.

Correctas notas al disco de Ángel Carrascosa, todas ellas en castellano.


REFERENCIAS:

SCHUMANN: Sinfonías.
Orquesta de la Staatskapelle de Berlín. Director: Daniel Barenboim.
2564604222 WEA Warner (2 CDs)