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Número 45º - Octubre 2.003


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CANTANDO UN MADRIGAL

Por Bardolfo. 

Viena. Staatsoper. 19 de Octubre.

Verdi: Falstaff. Bryn Terfel, Krassimira Stoyanova, Carlos Álvarez, Jane Henschel, Tatiana Lisnic, Cosmin Ifrim, Elina Garanca, Michael Roider, Herwig Pecoraro, Alfred Sramek. Coro y Orquesta de la Ópera Estatal de Viena. Fabio Luisi, dirección musical. Marco Arturo Marelli, dirección de escena. Nueva producción de la Staatsoper.

        Quince minutos de aplausos refrendaron el triunfo de la nueva producción del Falstaff de Verdi que se estrenó anoche en la Staatsoper vienesa. Todos los elementos necesarios para generar una gran velada de ópera se reunieron en la inmortal despedida del genio de Busetto, que es a su vez la obra del italiano más amada por el público de lengua germana.

        Hay que comenzar hablando de Fabio Luisi. Falstaff se define muchas veces como ópera de director, por la complejidad de su estructura orquestal y vocal. No cabe duda de que Luisi ha salvado perfectamente los requerimientos de la partitura: su lectura, intensa y a la vez desenfadada, llena de una contagiosa vitalidad, controlaba y armonizaba perfectamente a orquesta y voces, con una claridad sonora difícilmente superable hoy día, en el que muchos músicos interpretan su posición en el podio como una oportunidad para meter ruido. Todo un triunfo para el joven director italiano.

        También hay que referirse a la orquesta titular del teatro: la Filarmónica de Viena. Nada vamos a descubrir de esta formación. cuya categoría no le impide bajar a un foso de ópera. De su sonido mórbido y su perfecta afinación deberían aprender algunas orquestas españolas con muchas ínfulas y una calidad que no es precisamente real. 

        Fantástico el coro, afinado y de una pronunciación más que buena. Y muy cuidado el reparto: Bryn Terfel, una voz torrencial con fama de intérprete poco matizado, demostró que con un buen planteamiento en escena y foso no es necesario hacer aspavientos para triunfar, brindando una interpretación muy superior a la grabada junto a Abbado, en un Falstaff entrañablemente ridículo, bien cantado (pianissimos incluidos) y soberbiamente actuado. Krassimira Stoyanova fue una Alice Ford de una pieza, de timbre quizás más oscuro de lo habitual en el rol, pero de emisión elegante y señorial, alcanzando sin dificultad el si natural que demanda su parte. Verdiano por la gracia de Dios, Carlos Álvarez está como pez en el agua como el iracundo Ford, y su monólogo de los celos fue antológico en ejecución e intención, dando cuenta del magnífico momento que atraviesa su carrera, ahora que empieza a dedicarse con más empeño a cometidos más dramáticos. Su dúo con Terfel (con un madrigal en el que rivalizaron en delicadeza) supuso el momento mejor cantado de la noche, lo que viene a demostrar una vez más que las voces de categoría sólo rinden frente a otras de su mismo nivel. Inolvidable.

        Muy bien la Quickly de Jane Henschel, cuyos "reverenza" fueron además de una muestra del valor de una voz de peso, un perfecto retrato de la socarronería del personaje. Algo por debajo Cosmin Ifrim como Fenton y Tatiana Lisnic como Nannetta: el, por una voz no muy rica y una emisión a veces algo brusca; ella, porque no parece tener el fiato suficiente para el personaje (su "anzi rinnova come fa la luna" le quedó algo ajustada) y tampoco posee un instrumento excesivamente atractivo. Hermosa la presencia escénica de Elina Garanca como Meg Page, de menor caudal vocal que sus compañeros, bien el Dr. Cajus de Michael Roider y muy divertida la pareja de secuaces de Herwig Pecoraro (Bardolfo) y Alfred Sramek (Pistola), cantantes "de la casa" de dilatada presencia escénica que en absoluto desmerecían de sus más famosos colegas.

        La regia de Marco Arturo Marelli propuso una dirección de escena vitalista y dinámica, en una suerte de gran juguete cómico, idea secundada perfectamente por los intérpretes. Una alcantarilla atiborrada de bidones multicolores da cobijo a Falstaff, como símbolo de la parte más oculta y a veces menos agradable del ser humano, vencida finalmente pero sin acritud, para dar paso a la celebración final, en la que los participantes bailan y saltan durante la fuga conclusiva mientras extienden una gran pancarta con el lema "Tutto nel mondo é burla". Un guiño divertido del viejo Verdi al público, muy afortunado en el caso de esta excelente interpretación vienesa de su última partitura.

     

        Página de la Ópera Estatal de Viena: http://www.wiener-staatsoper.at