Revista mensual de publicación en Internet
Número 44º - Septiembre 2.003


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WEST EASTERN DIVAN,
QUINTA EDICIÓN

 

Por Fernando López Vargas-Machuca.

En la que es ya su quinta convocatoria, el West Eastern Divan se ha consolidado como una iniciativa de amplia proyección internacional con un importante futuro por delante. Ello se debe en gran medida al espaldarazo que ha supuesto la concesión del Premio Príncipe de Asturias a la Concordia a sus responsables, Edward Said y Daniel Barenboim. También a la firme voluntad de la Junta de Andalucía por apostar por un proyecto que tiene como señas de identidad la búsqueda de nexos de unión entre culturas enfrentadas entre sí y el radical rechazo de la guerra y el terrorismo. "La única ideología política que pedimos a los chicos es que estén en contra del uso de la violencia como solución a los conflictos", ha manifestado con insistencia Barenboim.

Un planteamiento en abierto contraste con la actitud del gobierno español -presidido por el conservador Partido Popular- de apoyo a la política internacional de George Bush, circunstancia que posiblemente habrá servido de incentivo al presidente socialista andaluz Manuel Chaves a la hora de conceder a Said y Barenboim la deseada estabilidad del taller en Andalucía. También a la hora de firmar con ambos la creación de la Fundación Barenboim-Said para la Música y el Pensamiento, cuya misión es no sólo ofrecer un marco estable al West Eastern Divan, sino también añadir una dimensión más rica al mismo, incluyendo entre otras ideas la creación de una escuela de estudios orquestales que ofrezca ayudas para alumnos sin recursos. Todo ello en estrecha colaboración con la Fundación Tres Culturas del Mediterráneo, que ha apoyado decididamente la iniciativa.

Dos presencias a destacar

En esta edición hay que subrayar dos incorporaciones. Una es la del pianista onubense Javier Perianes, quien tras una audición el Madrid ha sido reclamado por el bonaerense para ejercer labores docentes en el taller y participar junto a los miembros del Diván en el recital de música de cámara, ofrecido en esta ocasión en la ciudad cordobesa de Lucena. Todo un orgullo para el joven artista, de quien el propio Barenboim ha afirmado públicamente que "posee un extraordinario talento".

La otra incorporación es la de Edward Said, ausente el año pasado por su gravísima enfermedad, una leucemia que ha reducido sus viajes al mínimo. Por suerte su intelecto permanece intacto, como ponen de manifiesto los artículos que periódicamente podemos leer en el diario El País y quedó en evidencia en la rueda de prensa ofrecida el día del concierto, manifestando capacidad analítica y precisión conceptual dignas de elogio ante las preguntas que le hicimos. Un orgullo haber tenido entre nosotros a este intelectual admirable que cumple con el Diván y con la nueva fundación que lleva su nombre uno de los sueños de su vida.

Por lo demás, la presente edición del taller ha seguido el esquema del año pasado. Los jóvenes instrumentistas seleccionados de Israel y países islámicos de Oriente Medio han convivido a lo largo de tres semanas con integrantes de la Orquesta Joven de Andalucía en el antiguo seminario de la pequeña localidad sevillana de Pilas. Algunos -los que no alcanzaban el nivel técnico suficiente- tan sólo para enriquecerse con la asistencia a las clases y con la convivencia humana. El resto, también para trabajar páginas camerísticas con profesores procedentes de la Staatskapelle de Berlín y para ensayar con el propio Barenboim y su asistente Cliff Colnot las páginas orquestales que al terminar el trabajo se llevan de gira. Una gira mucho más extensa en esta oportunidad, que ha incluido hitos tales como las actuaciones en el teatro romano de Mérida y los Proms de Londres, más la presentación del taller por primera vez en su historia en un país islámico, concretamente en Marruecos, siendo firme la intención de ampliar la lista en futuras ediciones.

 

El director del momento

Musicalmente el resultado volvió a ser muy satisfactorio. Por un lado por el nivel técnico que exhibió la orquesta, no extraordinario pero sí asombroso para el poco tiempo que sus jóvenes integrantes han trabajado juntos. Por otro, claro está, por el talento desplegado por Daniel Barenboim, al que su creciente fama le está haciendo mucho daño: no hay nada como la popularidad para que los no que se sienten cómodos compartiendo los gustos de la mayoría desplieguen su retahíla de prejuicios y desdenes. Tampoco el comportamiento cada año menos cordial y más distante del divo debería hacer olvidar a nadie que nos encontramos -independientemente de que gusten o no sus a veces radicales planteamientos expresivos- ante uno de los más grandes músicos de las últimas décadas, y sin duda el mejor director de nuestros días para el repertorio tradicional, resultado de una felicísima combinación de técnica, riesgo y personalidad. Esto no quiere decir que no muestre irregularidades; de hecho, en el concierto del miércoles 20 de agosto en el Teatro de la Maestranza las hubo.

Nuestro artista no rindió al cien por cien en la Incompleta de Schubert, ofreciendo una lectura ciertamente más satisfactoria que la floja del año pasado en Madrid, más comprometida y emocionante, matizadas con sensibilidad las intervenciones solistas, pero un tanto nerviosa, irregular y desequilibrada en su discurso. Quienes le escuchamos esta obra en el mismo Maestranza allá por 1992, con la Filarmónica de Berlín, sabemos que puede hacerlo mejor. Hubo por lo demás algunas pifias en la orquesta, corregidas dos días después en el concierto en los Proms que fuera en su momento retransmitido a través de Internet.

Memorable de principio a fin la Heroica, como no podía ser menos saliendo del mayor beethoveniano desde tiempos de Klemperer. Se trató de una lectura dramática, tensa, doliente y hasta desgarradora, mucho antes trágica que victoriosa, en la que el inflamable Barenboim hizo gala una vez más de su creatividad y compromiso expresivo apuntando hacia el corazón mismo de la partitura sin ofrecer concesiones a la dulzura, la espectacularidad o el efectismo. Por otra parte fue una versión un tanto "a la alemana", con un sonido poderoso, empastado y denso que recordaba más -salvando las evidentes distancias- al bronce envejecido de la Staatskapelle de Berlín que a la plata refulgente de la Sinfónica de Chicago, por citar las dos orquestas de las que nuestro artista es titular. En definitiva, una propuesta muy alejada del Beethoven de vistoso, lúdico y superficial que hoy proponen gente como Rattle o ciertos historicistas, y por ende muy próxima a lo que ofrecía el inolvidable Furtwängler en concierto.

Las dos propinas fueron las mismas del año pasado. En primer lugar una bellísima lectura -apolínea mas no frívola- del intermedio de Rosamunda de Schubert. Seguidamente la obertura de El Barbero de Sevilla, menos satisfactoria que la de la anterior ocasión aun estando mejor tocada; resultaron igual de admirables su frescura, desenfado y espíritu dionisiaco, así como la planificación de los crescendi, pero perdió enteros por sus tempi en exceso acelerados, su carencia de cantabilidad y la escasa claridad del entramado orquestal. Los calurosísimos aplausos fueron por sevillanas, para irritación de algunos "exquisitos". No así del hijo de Barenboim, a la sazón concertino en la segunda parte del programa, quien parecía divertirse de lo lindo con tales palmas.

Un futuro para mejorar

Asentado ya para siempre el West Eastern Divan en Andalucía, es necesario que en la próxima edición se corrijan los defectos organizativos de las dos últimas, especialmente en lo que al concierto de música de cámara se refiere. Confiamos igualmente en que la prensa especializada tenga finalmente la oportunidad de acceder a Barenboim, pues hasta ahora sólo a los enviados de la prensa nacional -normalmente redactores con escasa o ninguna idea de música- se les ha concedido la oportunidad de entrevistarle.

Es de esperar también que, como la Consejera de Cultura de la Junta y el propio Barenboim han anunciado, el taller encuentre el año que viene una mayor proyección a lo largo y ancho de la comunidad autónoma, y que la recién creada Fundación Barenboim-Said pase de ser un proyecto un tanto indefinido a transformarse en una realidad que, como señala el documento firmado el pasado 20 de agosto, logre "convertir a Andalucía en un relevante centro de formación y divulgación de la música clásica, así como fomentar el espíritu de reflexión, diálogo y encuentro intercultural".

Finalmente, sería muy recomendable que los aficionados que siguen manifestando reticencias ante este proyecto aprendan a distinguir la paja del grano. Es decir, entre lo que son por un lado el más o menos oportunista apoyo político y el amplio despliegue mediático en torno al West Eastern Divan, ambos indispensables para la propia existencia del taller y para la difusión de su mensaje, y por otro la bondad humana de esta iniciativa, la calidad musical de sus resultados y la fertilidad de las semillas que viene plantando. Desde aquí, nuestro más sincero apoyo y más caluroso aplauso.