Revista mensual de publicación en Internet
Número 42º - Julio 2.003


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NUBARRONES EN EL HORIZONTE

 

Sevilla, Teatro de la Maestranza. Temporada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. 14 de junio. Michael Schønwandt , director. Obras de Mendelssohn, Schubert y Dvorák. 21 de junio. John Neschling, director. Obras de Beethoven. 26 de junio. Pilar Jurado, soprano. Arturo Tamayo, director. Obras de Berio, Jurado, Xenakis y Donatoni.

Por Fernando López Vargas-Machuca.

 

Terminó de manera irregular la temporada de la Sinfónica de Sevilla. Una temporada marcada por tres circunstancias determinantes para el futuro. La primera, a la que ya se hizo referencia en FILOMÚSICA, esa huelga en Otello que marcara un antes y un después en las relaciones entre la ROSS y el público, como puso de manifiesto el abucheo que éste le propinó a aquélla. La segunda, la sustitución de quien hasta ahora había sido gerente, el controvertido Francisco Senra, por Luis Miguel Rufino, un profesional de la gestión que no sólo carece de experiencia en el mundo de la música, sino que está dispuesto -nos consta- a dejarse guiar por criterios puramente comerciales. La tercera, la ausencia de Alain Lombard en sus dos últimos programas del año, oficialmente por enfermedad, seguida por declaraciones del citado nuevo gestor en las que pone en entredicho el entusiasmo del titular ante sus compromisos sevillanos y deja entrever la posibilidad de prescindir de sus servicios.

Con tan tempestuoso panorama por delante, se ofrecían en el Maestranza tres programas con desiguales resultados. En el primero el danés Michael Schønwandt evidenció, a pesar de su importante currículo, una alarmante falta de talento. Fraseo brusco, precipitado y sin la menor cantabilidad, escasa claridad del entramado orquestal (a veces las líneas secundarias pasaban a primer término) y una tosquedad manifiesta fueron los principales rasgos de sus por otra parte entusiastas lecturas de Las Hébridas de Mendelssohn, la Sexta de Schubert y la Octava de Dvorák.

Ausente Lombard

A la semana siguiente Lombard debería haber concluido su irregular ciclo dedicado a las sinfonías de Beethoven. Se veía venir que suspendería su actuación, pues poco antes había hecho lo propio con un programa Mozart/Schubert que se iba a ofrecer en la Sala Apolo. Por fortuna se pudo contar con John Neschling, el sobrino-nieto de Schoenberg que recientemente triunfara al frente de la ROSS con la Tercera de Mahler. En la sustitución se limitó a cumplir con profesionalidad: lecturas transparentes, ortodoxas y expresivamente equilibradas, pero con escasa tensión interna y parcas en poesía. Sea como fuere, mejor su sólida Pastoral, ajena por completo tanto a la grandilocuencia (Karajan) como a la cursilería (Rattle), que su lenta, parsimoniosa y deshinchada Octava.

Ya fuera de la temporada de abono, como clausura del curso de la Universidad de Sevilla, llegó uno de los más interesantes conciertos de los últimos años. Fue así tanto por estar integrado exclusivamente por obras contemporáneas de calidad como por las soberbias lecturas del especialista Arturo Tamayo, maestro de contrastada técnica y muy afín al lenguaje de nuestro tiempo, punto en el que otros han dejado que desear frente a la ROSS. Se abrió la velada con Requies, acongojante página de Berio que ya sonara en el Maestranza en 1992 en un concierto de Chailly y la Orquesta del Concertgebouw que a muchos nos dejó honda huella; ahora se incluía a modo de homenaje al recientemente fallecido compositor.

Estreno absoluto

Seguidamente se ofrecía el estreno absoluto de Donde mueren las palabras, sobre textos de Góngora y Vicente Huidobro, partitura sólida y muy bien escrita por quien a la sazón desempeñaba el rol de solista vocal, la madrileña Pilar Jurado. Su inspiración no resultó desdeñable, aun pudiéndosele señalar algún efectismo y la deuda con otros compositores maestros y amigos de la artista. La segunda parte la abría Empreintes, una de las obras orquestales menos telúricas -quizá por la ausencia de la percusión- del genial Ianni Xenakis. Admirable la batuta (como en su integral discográfica) a la hora de entrelazar las complicadísimas líneas de tensión de la subyugante página.

En las fascinantes Arie para voz femenina y orquesta de Franco Donatoni, la bella y polifacética soprano se las vio y se las deseó para apechugar con la terrorífica tesitura aguda de la partitura, pero resolvió la papeleta con profesionalidad. Fantástica la orquesta, y admirable Tamayo por su sentido de la arquitectura, del color y de las texturas. Al joven público congregado -que asistía por invitación- se regalaba la reciente grabación en compacto a cargo de idénticos director y solista. En resumidas cuentas, una feliz iniciativa que esperamos se repita, como también es de desear que el próximo curso sea para la ROSS menos accidentado. Aunque como están las cosas...

 

Página de la ROSS: www.rossevilla.com