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Número 41º - Junio 2.003


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POR SUERTE, OTRO GRAN RINALDO 

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.

 

Rinaldo fue la primera ópera que Handel escribió específicamente para los escenarios londinenses. Estrenada con éxito en el Queen’s Theatre en 1711, tuvo como protagonista al famoso castrato Nicolo Grimaldi, más conocido por Nicolini. Con Rinaldo - la primera ópera en italiano compuesta en Inglaterra- “Il caro Sassone” demostró su dominio del estilo italiano, puesto a prueba antes en  Agrippina (1709) de la que reciclaría dos arias para Rinaldo, “Basta che sol” y “Bel piacere”. Poco tiempo después, con la creación de la Royal Academy of Music y su deseo de rivalizar con los principales teatros europeos, Handel se convirtió en el rey de la ópera que Londres estaba esperando con títulos como Ottone, Giulio Cesare, Tamerlano y Rodelinda. Para sus producciones fueron contratados los mejores cantantes de Europa. Nombres como Margherita Durastanti, Francesca Cuzzoni, Faustina Bordoni, Senesino, Conti, etc. cantaron en la ciudad del Támesis bajo las órdenes de Handel y con su popularidad, caprichos, rivalidades y altos honorarios se convirtieron en los verdaderos precursores de los divos actuales. 

La obra que según Winton Dean entra en la categoría de “óperas mágicas” con elementos fantásticos, transformaciones, hechiceras y magos de por medio, es un derroche de inspiración melódica de principio a fin. Tiene además la ventaja de ofrecer un argumento nada farragoso y escenas verdaderamente conseguidas. Musicalmente hablando, Rinaldo es mucho más que el “Lascia ch’io pianga” y el “Cara sposa”; por ejemplo, hay largas secuencias en el Acto I donde la genialidad y talento musicales de Handel hacen que seamos partícipes de un continuo dispendio de belleza musical escena tras escena, aria tras aria.

Desde la irregular grabación de Malgoire (Sony 1977) tuvieron que pasar más de veinte años para contar con una verdadera referencia discográfica: la aclamada versión de Christopher Hogwood para Decca, con un reparto de los que hacen vender discos sólo con leer la portada: David Daniels, Cecilia Bartoli, Bernarda Fink, Luba Orgonasova, Daniel Taylor y Gerald Finley en los papeles protagonistas y nombres como Bejun Mehta, Catherine Bott o Mark Padmore en los secundarios. Pocos se podían imaginar que tres años después saldría al mercado otra versión que, sin un reparto de tanto relumbrón, haría tambalear la primacía de la anterior. Pero así son las cosas: René Jacobs, uno de los mayores especialistas en ópera barroca, llevaría a escena en Montpellier (Francia) e Innsbruck (Austria) una cuidada versión de Rinaldo reuniendo para la ocasión a un reparto de jóvenes cantantes con los que inmediatamente después (Agosto 2002) grabaría la obra para Harmonia Mundi. 

Muchas críticas operísticas empiezan por las contribuciones de los cantantes. El comentario de esta nueva flamante versión de Rinaldo ha de empezar, sin embargo, por el director ya que, en nuestra opinión, es el auténtico protagonista del registro. Arrancaremos por su elección de un bajo continuo que incluye clave, violonchelo, laúd, arpa y órgano. A diferencia de la habitual sequedad y monotonía en los recitativos, Jacobs plasma en ellos un inusual colorido. El resultado, recitativos amenos y dramáticamente interesantes. Además, Jacobs introduce algunos de los arreglos que William Babell hizo sobre Rinaldo acentuando el aspecto improvisatorio que tenía la música barroca. Pueden parecer excesivas, por ejemplo, las cadencias al clave en el aria final de “Armida” del Acto II pero, en el contexto de la grabación, no quedan mal. 

Por encima de todo, Jacobs ha querido llevar al disco la atmósfera de una representación en vivo, especialmente la de una obra barroca para cuya puesta en escena el derroche de medios era impresionante. Para ello utiliza todo tipo de efectos sonoros como viento, pájaros, tambores, sonidos futuristas y ¡hasta castañuelas!. Su instinto teatral queda reflejado, por poner un ejemplo musical, en el aria de salida de “Armida”, “Furie Terribile”, que tiene una fuerza y espectacularidad como nunca se habían oído antes. Hogwood también hace uso de recursos así pero tan tímidamente esbozados que apenas provocan efecto alguno en el oyente. 

El “Lascia ch’io pianga”, con esas ornamentaciones, ese acompañamiento de laúd así como la cadencia final del violín, puede ser poco ortodoxo pero resulta conmovedor. Jacobs derrocha imaginación (“Il Tricerbero umiliato”) y la manera en que hace “cantar” a la orquesta, preocupado por tantos detalles, demuestra que domina a fondo la partitura. Su versión de esta ópera desprende una joie de vivre que Hogwood con todos sus méritos (que no son pocos) no consigue transmitir. Hogwood es elegante y ordenado pero no se implica demasiado. A veces da la impresión de que marca el tempo -rápido por lo general- y deja hacer a orquesta y solistas. En cualquier caso, queda lejos de la sensualidad y la atmósfera irreal que es capaz de crear Jacobs en algunas escenas. 

El equipo vocal es de altísimo nivel, bien conjuntado y sin grandes desequilibrios; el único que desdice algo del resto es el áspero “Argante” de James Rutheford aunque en su favor diremos que pone toda la carne en el asador en su difícil “Sibilar gli angui”. En todo caso, es preferible Gerald Finley con Hogwood.

En primer lugar, destacaremos la “Armida” de Inga Kalna, una soprano desconocida para nosotros y que nos ha causado una impresión extraordinaria. Kalna es una cantante de raza que ha penetrado en el papel como ninguna, convenciendo plenamente en todas sus intervenciones entre las que destacaremos tres auténticas perlas: “Furie terribile”, un dechado de carácter, temperamento y dominio vocal, la desafiante “Molto voglio” y “Ah, crudel”, sentida, dramática y orgullosa.

Honores se han de llevar también los tres contratenores. Lawrence Zazzo demuestra unas prestaciones vocales extraordinarias así como un estilo handeliano impecable aunque su encarnación como “General de los Ejércitos Cristianos” esté mejor servida por Bernarda Fink. Christophe Dumaux muestra una línea de canto modélica, le sobra elegancia y posee una voz timbrada como pocas en su cuerda. El experimentado Dominique Visse, con su habitual instinto dramático, borda su pequeño papel y nos entrega un “Andante, o forti” antológico.

Algunos piensan que Handel nunca habría sustituido a un castrato por un falsetista. Jacobs comulga con esta idea y a diferencia de Hogwood, elige a una mujer para el papel protagonista. (Para “Godofredo”, donde Handel favoreció a una contralto, Jacobs prefiere a un contratenor, cosas que pasan...). Sea como fuere, la soprano americana, Vivica Genaux, descubierta para la ópera barroca por Jacobs y que recuerda a la gran Marilyn Horne (Nuova Era 1989), es la encargada de acometer la parte protagonista. 

Nacida en Alaska de padre suizo y madre mejicana, Genaux se adapta bien a las necesidades vocales del papel, se defiende con maestría en la coloratura aunque revele un pobre fiato (da capo de “E’ un incendio”) y por lo general convence más de lo que entusiasma. Sin resultar deslumbrante, parece encajar mejor en el papel que David Daniels que no sobresale en las arias de bravura aunque sí sabe subyugar con su seductor y expresivo instrumento (“Cara sposa”). La verdad es que una mezzo o contralto, una mujer en definitiva, que canta papeles “de pantalones” generalmente dota al personaje de un cierto aire de masculinidad mientras que pocos contratenores se pueden desprender de un afeminamiento que no procede, por ejemplo, en un héroe guerrero como “Rinaldo”. En todo caso, Genaux y Daniels son cantantes tan diferentes que ambas lecturas son perfectamente válidas.

Miah Persson es una “Almirena” ideal, reúne valentía e inocencia, justa expresividad y fino sentido para la ornamentación como al comienzo de “Augelletti” o en el sensacional “Lascia ch’io pianga”. Su voz se funde perfectamente con la de Genaux en el encantador dúo “Scherzano sul tuo volto”. Cecilia Bartoli en la grabación rival acapara demasiado protagonismo con su habitual énfasis en el texto (como si la música no fuera suficiente) cayendo a veces en la exageración (“a mille, a mille”) y otras resultando innecesariamente brusca (“Combatti la forte”). Por tanto, Persson, aunque algo más sosa que la italiana, parece más indicada para el dificilísimo papel de la amada del héroe cristiano. 

Debemos dedicar un espacio al excelente trabajo de la Freiburger Barcokorchester. A una cuerda verdaderamente sorprendente, hay que añadir las prestaciones de maderas y metales. Los oboes son deliciosos, el flautín de Isabel Lehmann suena más auténtico que el propio canto de los pájaros, y el fagot de Javier Zafra es -como se dice popularmente- una gozada (óiganse sus intervenciones en “Molto voglio”, “Venti turbini”, “Ah, crudel”). Las trompetas lideradas por el gran Friedemann Immer cumplen su cometido tanto en “Sibilar gli angui” como en la famosa aria “Or la tromba” para cuatro trompetas.

Rinaldo es una gran ópera que bien se merece ambas versiones. Se podría decir que Jacobs es el contrapunto necesario a Hogwood pero forzados a elegir, nos quedaríamos con la versión de Jacobs: su instinto para el barroco y su acierto a la hora de asignar las voces le colocarían ligeramente por encima. Grabación y presentación están a la altura. En conclusión, toda una contribución al ya extenso catálogo operístico handeliano. No se la pierdan.


REFERENCIAS:

HANDEL, G. F. : Rinaldo (versión de 1711) Vivica Genaux, mezzo. Miah Persson, soprano. Inga Kalna, soprano. Lawrence Zazzo, contratenor. James Rutherford, barítono. Christophe Dumaux, contratenor. Dominique Visse, contratenor. Freiburger Barockorchester. René Jacobs, director. HARMONIA MUNDI HMC 901796.98.

Página web: www.harmoniamundi.com