Revista mensual de publicación en Internet
Número 41º - Junio 2.003


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Canciones y recuerdos  

Por Antonio Pérez Vázquez. Lee su curriculum.

Quién no recuerda una cierta etapa de su vida cuando escucha una determinada canción. Si encima coincide una canción del pasado con una persona del pasado, en ese caso es necesario escribir un artículo que hable de ello.

Sucedió en un verano de hace muchos años, hacía calor y el mar estaba más azul que nunca. Creo que fue el mejor día de playa que he vivido hasta ahora. El cielo estaba despejado y el agua del mar era como un cristal de lo limpia que estaba. De hecho aún no me explico cómo no pude ver a aquel pez araña. Lo pisé de lleno.

Al principio no me dolió demasiado, pero a medida que pasaba el tiempo el dolor se hacía más intenso. Cuando me atendieron en el puesto de socorro el pie estaba bastante hinchado y casi no podía andar. Seguro que ahora no comprenden por qué fue el mejor día de playa de mi vida.

Todo tiene una explicación. El hecho es que los chavales del puesto de socorro eran muy simpáticos (incluyendo una enfermera bastante agraciada físicamente). Consiguieron que me doliera menos pero la herida se había infectado y era necesario ir al hospital. Mientras llegaba la ambulancia estuvimos escuchando la radio y charlando. Como pasa en todos los veranos oímos varias veces la “típica canción de verano”. Incluso llegamos a cantarla a coro. Eso hizo que el tiempo pasara muy rápido.

Al final todo quedó en una inflamación de pie y unas cuantas risas. El caso es que durante varios años recordé esa tarde cada vez que escuchaba esa canción . Casi siempre se me escapa una sonrisa.

Hace un par de semanas estaba en unos grandes almacenes huyendo del intenso calor que hacía en la calle, fisgoneando en la sección de discos por si encontraba alguna “ganga”. Tras dar unas cuantas vueltas entre los pasillos, comenzó a sonar por el hilo musical una melodía que se había hecho familiar con el paso de los años. Era esa canción que me hacía sonreír.

En realidad eso ya me había pasado un montón de veces, lo que no me había pasado era tener delante de mí, a unos pocos metros de distancia, a la guapa enfermera que me atendió aquella tarde de verano.

Casi sin creérmelo me dirigí hacia ella y la saludé. Me reconoció al instante. Durante el siguiente minuto no pudimos parar de reír mientras sonaba la canción, aunque en esta canción no la cantamos. Coincidimos en apreciar que no habíamos cambiado en los años que habían transcurrido (afortunadamente en el caso de ella y al contrario en el mío). Justo cuando comenzaba el segundo minuto de conversación hizo acto de aparición otro de los que me atendió. Era su marido. Mira que bien.

Tomamos un café y recordamos todo lo que pasó aquella tarde en la playa. Se alegraron de que no me amputaran el pie (todo un detalle), bromeando, claro. El tiempo se nos pasó volando y cuando nos despedimos casi había llegado la hora de la cena.

A partir de ahora tendré que dividir los recuerdos que trae esa canción. Por un lado recordaré la tarde en la playa y por otro recordaré la coincidencia de la canción y el encuentro. Como esto se vuelva a repetir comenzaré a sospechar que me están siguiendo.

Menos mal que en esta ocasión me ha sucedido algo digno de mención, porque el plazo de entrega se me estaba agotando otra vez y no creo que escribir un clon del artículo del mes pasado fuera justo para ustedes, mis queridos y fieles lectores. En fin, espero que os haya gustado y que no paséis mucho calor.