Revista mensual de publicación en Internet
Número 36º - Enero de 2.003


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La música folclórica noruega (I):
Una aproximación a los problemas musicales que plantea.

Por Juan Castillo. Periodista y Musicólogo (Madrid). 

 

La música popular tiene que abandonar los museos  
y salir hacia la gente.  
Sólo así podrá seguir viviendo.[1]

Sigbjørn Bernhoft Osa (1910-1990)

          Como característica común a cualquier tipo de folclor, la música popular en Noruega se asienta en una longeva base de tradición oral. Ninguna obra musical fue transcrita a partitura antes de mediados del siglo XIX, y sólo en los últimos tiempos esta situación de abandono ha cambiado. Este hecho ha propiciado, obviamente, que la manera en la cual las canciones antiguas han llegado hasta nosotros sea, de alguna manera, diferente a como éstas fueron concebidas en un principio, ya que el trabajo de recopilación de material no fue tomado realmente en serio hasta la década de 1840[2], cuando tuvieron lugar los notables trabajos de compilación y transcripción de Ludvig Mathias Lindeman. Si atendemos a la historia globalmente, podemos observar que el surgimiento de este interés por la música folclórica noruega coincide en el tiempo con la época de las tendencias artísticas nacionalistas en otros países de Europa. Los compositores noruegos trataron así de adaptar su propio idioma musical a las tradiciones populares y a la vez a la herencia de los estilos europeos[3].

          Hasta el siglo XIX casi toda la música producida en Noruega era música folclórica anónima transmitida por tradición oral. Esto podría, de alguna manera, ser consecuencia del largo período de dominación danesa. Como dice Börre Qvamme: “Tras la caída de la monarquía en el siglo XIV, Noruega no tenía ni corte ni aristocracia, ni siquiera una clase media boyante que pudiera mantener un arte nacional.”[4]

 
Fotografía del "Atlántico" visto desde Noruega

          Al mismo tiempo, debemos tener en cuenta que la canción tradicional, debido a su restringido área de difusión y a ésta su condición de ‘tradicional’, ha mantenido peculiaridades musicales realmente antiguas.

Dando esto por sentado, podemos aproximarnos al origen de la música folclórica noruega, o al menos de la que tenemos noticia. Como es de prever, no es fácil fijar con exactitud este origen, pero sí que podemos decir que el repertorio más longevo parece tener sus raíces en el final de la Edad Media (siglo XIII) o incluso antes. Otros factores que nos ayudan son la antigüedad de los textos a los que se ponía música y las características tonales y melódicas de la misma. Uno de los principales rasgos que han servido para preservar la tradición ha sido la función social de la música. Las canciones pastoriles (seter) cuyo legado es hoy muy escaso, constituyen un buen ejemplo. Claro que las formas de cuidar a los animales de la granja ha cambiado mucho, de modo que las seter se han ido perdiendo poco a poco con el tiempo.

Otro problema con el que nos encontraremos es el de las clasificaciones. A menudo tendemos a establecer una división entre música vocal y música instrumental, pero en este campo es complicado obrar así. Como afirma Nils Grinde: “No es raro encontrar slaatt [melodías de danza con características concretas] para ser cantadas, y los muchos ejemplos de slaattstev [una ‘stev’ es una poesía popular  monoestrófica con patrones métricos específicos y que se adapta a melodías tradicionales muy antiguas] asociadas a ciertas slaatt nos muestran que la música de estas últimas formó también parte de un repertorio vocal. Por supuesto, tampoco es extraño encontrar melodías vocales interpretadas por instrumentos”[5]. En este sentido, parece que la diferencia entre música instrumental y vocal muchas veces es difusa, ya que en aquellos tiempos nadie quiso poner límites entre medias. Chris Goertzen añade: “Muchas melodías para Hardanger fiddle[6] se basan en otras que en cuyo origen tuvieron naturaleza religiosa o eran, por ejemplo, canciones de cuna. También algunas melodías de danza podían cantarse utilizando construcciones convencionales de sílabas sin sentido cuando no había instrumentos; esta práctica recibe el nombre de tralling.”[7] Otros investigadores han optado por clasificaciones cimentadas en la funcionalidad de la música o en los contextos en los que ésta era y es interpretada.

          Los instrumentos típicos en relación con la tradición de las seter son el lur[8], el bukkehorn[9], y la flauta. En las granjas, las canciones de cuna ocupan un lugar preponderante, así como las baladas, canciones religiosas y los stev juegan un papel muy importante en la vida cotidiana y en celebraciones festivas.

 



[1] La traducción es mía.

[2] Como experiencia pionera, Chris Goertzen en su obra Fiddling to Norway, revival and identity, habla de un libro de música que fue comenzado a escribir en 1679 y que estuvo en posesión de un tal Peter Bang, de  Kristiania (antiguo nombre del actual Oslo). Este libro contiene tablaturas para laúd y guitarra, y dos terceras partes del mismo pertenecen al siglo XVIII.

[3] El problema de transcribir un tipo de música que fue creada más para ser interpretada que para ser leída o estudiada fue el principal con el que se tuvieron que enfrentar los musicólogos durante el revival de la música popular en el siglo XIX. Así lo dice Kristian Lange: “Cuando, más o menos hace cien años, comenzó la tarea de transcribir nuestra música folclórica, los editores se enfrentaron con dificultades desde el principio. Ellos eran hábiles músicos, acostumbrados a la armonía convencional y a los habituales modos mayor y menor. Pero en la música folclórica hallaron tipos diferentes de tonalidad e interválica. En el desarrollo de esta expresión musical, los intervalos naturales desempeñaron un papel muy importante –en ellos estaban basadas las notas del lur y de otros instrumentos de viento […] Mientras las tonalidades mayores y menores tienen tonos y semitonos, el lur incluye también intervalos de tres cuartos de tono, que se empleaban en lugares donde en música ‘convencional’ encontraríamos semitonos”. (Lange, Kristian: Norwegian music a survey, pag. 14-15. La traducción es mía).

[4] Qvamme, Börre: Norwegian music and composers, pag. 8. La traducción es mía

[5] Grinde, Nils: A History of Norwegian Music, pag. 74. la traducción es mía.

[6] Este instrumento es uno de los más representativos del folclor noruego, pero su origen es controvertido: algunos afirman que guarda relación con instrumentos europeos como el violín y la viola d’amore, mientras otra teoría mantiene que la Hardanger fiddle (Hardingfele) constituye un estado desarrollado de instrumentos de arco medievales como la fídula. Las áreas donde la Hardanger fiddle tiene mayor relevancia son Vestland, Telemark, Numedal, Hallingdal, Veldres y Setesdal; y su característica más llamativa es el conjunto de cuatro o cinco cuerdas de resonancia por simpatía que posee bajo el diapasón y que vibran cuando se tocan las cuerdas fijas. Esta técnica da como resultado un sonido típico muy apropiado para la danza. Además, el puente es plano, por lo que es fácil tocar dos o más cuerdas simultáneamente. Recientemente se ha estandarizado la práctica de tocar la Hardanger fiddle en ensembles.

[7] Goertzen, Chris: Fiddling to Norway, revival and identity, pag. 13. La traducción es mía.

[8] El lur es otro instrumento tradicional cuya apariencia es la de un tipo de trompa sin agujeros para los dedos.

[9] Este instrumento se puede hallar en muchas partes del mundo, lo usaban tradicionalmente los pastores de las montañas al menos desde época medieval. Hay dos tipos fundamentales de bukkehorn, el más común tiene un agujero plano como embocadura, se sopla como los intrumentos de viento-metal y tiene entre tres y ocho agujeros. El otro tipo se llama tungehorn, se toca como el clarinete y posee una lengüeta de corteza de abedul o de enebro.