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Número 36º - Enero de 2.003


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 SCHUBERT Y MENDELSSOHN POR HERREWEGHE

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.

 


Schubert y Mendelssohn se dan la mano en el último trabajo de Philippe Herreweghe con dos importantes obras religiosas: la Misa en La bemol mayor de Schubert y el Salmo 42 de Mendelssohn (curiosamente su Opus 42) que también debiera figurar en portada. La nueva grabación realizada en vivo en la Philarmonie berlinesa en marzo de 2002 nos presenta al RIAS-Kammerchor y a la Orchestre des Champs Élysées junto a un joven cuarteto solista. 

La música religiosa de Schubert no es ni la más conocida, ni la más interesante de su producción. De entre las misas compuestas por el vienés, se suelen destacar tres: la temprana Misa en Sol No. 2, D.167, la Misa en La bemol No. 5, D.678 y la Misa en Mi bemol No. 6, D.950. Schubert tardó tres años en completar la segunda de ellas finalizando la partitura en 1822, año en que también compuso dos de sus obras cumbres: la Sinfonía en Si menor “Incompleta”, D.759 y la Fantasía “Wanderer” en Do mayor, D.760. La historia de esta obra no termina, sin embargo, en ese año. Después de abandonar la plaza de maestro en la escuela de su padre, Schubert se vio sumido en graves problemas financieros paliados temporalmente por la influencia de algún amigo, algún que otro encargo, clases a alumnos y la publicación de alguna de sus obras. Tras la muerte de Antonio Salieri en 1825 y el ascenso de Eybler a su puesto en la corte, quedó vacante el puesto de segundo director (Vizekapellmeister). Schubert vio la ocasión de estabilizar su estado financiero y decidió presentarse a la plaza. Fue precisamente esta obra la elegida por el compositor para acompañar su solicitud al puesto. Sometió la obra a revisión aunque de poco sirvió la tentativa: la misa no parecía representar lo que se esperaba de un músico de la corte pues -aparte de ciertas originalidades- imitaba poco el estilo canónico y mostraba un atrevido esquema tonal. El caso es que Schubert se quedó sin el puesto que fue a parar a manos de Josef Weigl, conocido compositor de óperas y director del Hoftheater. 

Compuesta para cuatro voces solistas, coro y gran orquesta es una partitura considerada unánimemente como una de sus mejores obras religiosas aunque no todo en ella esté al mismo nivel de inspiración. Tiene, sin embargo, momentos impactantes como la gran fuga del “Gloria”, el amenazante comienzo del “Credo” al que sigue la martilleante repetición de la palabra “credo”, la sorprendente marcha fúnebre en “Crucifixus etiam pro nobis”, el original y weberiano “Osanna in excelsis Deo” introducido por la trompas o el sosegado lirismo del “Benedictus”. Como (casi) siempre en Schubert, el texto prescinde del “Credo in unam sanctam catholicam et apostolicam ecclesiam” y del “Et expecto resurrectionem mortuorum” cosa que no debía gustar mucho a las autoridades eclesiásticas pues suponía toda una declaración de principios. 

Herreweghe es conocido por su ingente repertorio coral que incluye compositores tan diferentes como Gilles, Monteverdi, Lully, Bach, Fauré, Berlioz, Bruckner o Weill. Ahora, le llega el turno a Schubert del que no extrañaría grabara también su última Misa. El director belga que ofrece una interpretación matizada y colorista parece alejarse de la tradición germánica de tempi lentos y marcada espiritualidad. Construye un "Kyrie" transparente y contemplativo que contrasta con la jubilosa entrada del "Gloria". Este movimiento resulta muy atractivo por la combinación de masa coral, pasajes solistas e intervenciones de, por ejemplo, los instrumentos de viento coronado todo ello por la sensacional fuga final donde el coro alemán muestra empatía hacia este repertorio. 

Quizás por tratarse de una grabación en vivo el coro no siempre muestra un perfecto empaste, ni una entonación modélica, pero su entrega e intensidad compensan los pequeños desajustes. El clímax llega en la parte final del "Credo" donde Herreweghe sin perder nunca la visión de conjunto deslumbra y emociona por un igual. Los solistas, que no tienen partes particularmente llamativas, cumplen dignamente y más importante todavía, se acoplan bien con el RIAS-Kammerchor (muy diferente a los coros ingleses, de mayor precisión y pulcritud). En general, es una versión sin excesos dramáticos, parca en romanticismo, con momentos contemplativos y que no busca profundidad espiritual lo cual, según se mire, puede ser un demérito. Sawallisch aquí sigue siendo la referencia.

Si el Schubert de Herreweghe puede revelar alguna grieta, no ocurre así con su Mendelssohn, sin duda lo mejor del disco. Partiendo de que el Salmo 42 es una joya -no en vano Schumann decía que era la mejor obra religiosa de Mendelssohn- Herreweghe que ya la había grabado con anterioridad, da en la diana. Con un coro alemán al que es un gozo oír "recitar" este encendido texto y ante un público alemán, Herreweghe embute la obra en un concepto muy luterano y la dirige con gran aliento espiritual. Con qué delicadeza suena el inicial “Wie der Hirsch schreiet nach frischem Wasser, so schreiet meine Seele, Gott, zu dir.” (Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía) para ir ganando en intensidad y culminar en un clímax coral de gran belleza. 

Si el comienzo es convincente aún lo es más el final que nos trae una vasta fuga (muy handeliana) bajo el texto “Preis sei dem Hernn, dem Gott Israels, von nun an bis in Ewigkeit” (Alabado sea el Señor, Dios de Israel, por los siglos de los siglos”). Anna Korondi se defiende bien en el aria inicial en la que soprano entabla diálogo con el oboe para hacer una lectura expresiva, comprometida y ausente de feísmos. Para una voz de mayor relieve tendremos que ir a la versión de Janet Baker y Richard Hickox (Virgin) o a la angelical voz de Sibylla Rubens con Helmut Rilling (Hänssler). De todas maneras, la baza de la grabación es el coro y el director. Toda la obra es deudora de Bach, y Herreweghe, que es un gran intérprete de la música coral del Cantor de Leipzig, crea la atmósfera ideal para que la obra se impregne de un fervor espiritual ausente en la de Schubert. 

Excelente toma de sonido (apenas se nota que es una grabación en directo) para un disco con dos obras corales que han de figurar en la discoteca de todo buen aficionado a la música coral religiosa. Recomendable.

REFERENCIAS:

F. SCHUBERT: Misa en La bemol mayor, D 678. F. MENDELSSOHN: Salmo 42. Anna Korondi, soprano. Anke Vondung, mezzo. Andreas Karasiak, tenor. Kay Stieferman, bajo. RIAS-Kammerchor. Orchestre des Champs Élysées. Philippe Herreweghe, director. HMC 901786.


Página web: www.harmoniamundi.com