VICTORIA: REQUIEM PARA UNA ÉPOCA
      Por Ignacio
      Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.
      
      
      Mi alma está hastiada de mi vida. Daré rienda suelta a
      mi queja; hablaré con la amargura de mi alma. Diré a Dios: no me
      condenes; hazme entender por qué me juzgas así.¿Te parece bueno oprimir
      y desechar la obra de tus manos mientras resplandeces sobre el consejo de
      los malvados?¿Acaso tus ojos son humanos? ¿Acaso ves como ve un hombre?¿Son
      tus días como los días de un hombre; o tus años, como los de un mortal,
      para que indagues mi iniquidad y rebusques mi pecado?Tú sabes que yo no
      soy culpable, y que no hay quien me libre de tu mano.
      Job X, 1-7
      
      El Oficio de Difuntos para coro a seis voces de Tomás Luis de
      Victoria fue interpretado por primera vez en 1603 y publicado en Madrid
      dos años después. Tras haber pasado unos años cruciales en Roma donde
      publicó la mayor parte de su obra y donde fue ordenado sacerdote, el
      maestro, nacido en Ávila, volvió a España para ocupar el puesto de
      capellán y maestro de capilla del Convento de las Descalzas Reales en
      Madrid, hogar de la hermana de Felipe II, la Emperatriz María para cuyos
      funerales Victoria compuso esta magnífica obra. La Misa fue dedicada a su
      hija, la princesa Margarita.
      
      Ya desde la Edad Media la Iglesia dio una importancia sustancial a la
      liturgia de difuntos. Dufay y Ockeghem fueron los primeros compositores en
      utilizar la polifonía para los oficios de difuntos. Sin duda, los
      compositores españoles y portugueses del siglo XVI y comienzos del XVII,
      escribieron este tipo de obras de forma casi sistemática: Pedro de
      Escobar, Juan García de Basurto, Cristóbal de Morales, Francisco de
      Guerrero, Tomás Luis de Victoria, Duarte Lôbo y Manuel Cardoso
      contribuyeron al florecimiento musical de este texto, particularmente dramático,
      que coronaba el momento más misterioso e inquietante de la vida
      cristiana. Es, sin duda, este segundo Requiem de Victoria el más
      famoso de todos, una obra cumbre de toda la literatura polifónica, y el
      que más atención ha despertado por su inigualable calidad musical. (Su
      primero para coro a cuatro voces fue publicado en 1533) 
      
      Además de su interés meramente musical la publicación de esta obra
      tiene -con la perspectiva que nos da el tiempo- un especial valor simbólico
      pues representa un adiós no sólo a la propia vida del abulense, fue la
      última obra compuesta por Victoria que moriría pocos años después,
      sino un adiós también a la propia música renacentista y a una época de
      gloria para nuestras artes (literatura, pintura, música, etc) que nunca más
      se habría de repetir. 
      
      Para muchos el Requiem de Victoria es la obra más representativa
      de la música española renacentista. Gracias a su intensidad expresiva
      conseguida con los medios más simples y su callado fervor emociona como
      pocas. La tan repetida austeridad de Victoria alienta un discurso musical
      fluido, sereno, equilibrado y profundamente arraigado a su Castilla natal.
      Una obra de arte sin más aspiraciones que la comunión espiritual con
      Dios y el deseo de descanso eterno.
      
      Victoria compuso la música para la propia Misa además de un motete
      funerario Versa est in luctum, la Absolución Libera me, que
      sigue a la Misa, y la segunda lección de Maitines para los Difuntos, Taedet
      animam meam, a cuatro voces, inmejorable pórtico de entrada a la obra
      y con cuyas terribles palabras del enfrentamiento de Job con Dios hemos
      iniciado nuestro artículo. 
      
      Como siempre han sido los ingleses los mejores intérpretes-vendedores de
      la obra: The Tallis Scholars de Peter Philips, Westminster Cathedral Choir
      de David Hill, Gabrieli Consort de Paul MCcreesh, Magnificat de Philip
      Cave, etc. Los ingleses han monopolizado la obra a pesar de que haya
      habido también intérpretes españoles como la Escolanía de Montserrat
      de Ireneu Segarra (DHM) o el coro de RTVE de Alberto Blancafort (RTVE),
      ambas grabaciones de los setenta y anteriores a todas las inglesas
      listadas antes. 
      
      Sin embargo, la irrupción de conjuntos españoles especializados, primero
      la Capella Reial de Savall (que tampoco ha grabado el Requiem de
      Victoria aunque sí el de Morales) y, más recientemente, Musica Ficta de
      Raúl Mallavibarrena, han puesto el listón muy alto y han devuelto la
      esperanza a esta “tierra baldía” que es el campo de la polifonía en
      España. Mallavibarrena es un joven director, buen conocedor de nuestra
      tradición y también de la copiosa discografía existente de polifonía
      renacentista. El mismo se confiesa admirador de la versión firmada por
      Peter Phillips. La otra alma del proyecto, Jordi Abelló, la califica como
      “uno de los hitos discográficos más sonados de las últimas décadas”
      y añade: “mi amistad con Peter Phillips [...] me permite decirle que,
      aunque admiro su monumental tarea a lo largo de tantos años, creo que ya
      era el momento de que intérpretes españoles asumieran el reto de ofrecer
      una interpretación actual de una obra tan singular y significativa de
      nuestra herencia musical”. No podemos estar más de acuerdo. (Lo de
      actual hay que entenderlo como que las versiones de Segarra y Blancafort
      se han quedado obsoletas a pesar de que sean canónicas para algunos,
      especialmente, la de Segarra)
      
      Una de las ediciones más utilizadas para la interpretación de esta obra
      es la preparada por Bruno Turner y publicada por Mapamundi. Turner
      -conocedor como pocos de nuestra música y católico en un país
      protestante- es un devoto intérprete de Victoria del que ha grabado muchísimas
      obras con su conjunto Pro Cantione Antiqua pero lamentable e
      inexplicablemente nunca el Requiem (Harry Christophers es otro de
      los grandes intérpretes de Victoria que aún no ha grabado la obra).
      Tanto la versión de Hill como la de Phillips siguen sus ediciones. 
      Victoria sorprende con las omisiones de la línea musical
      para el verso “Hostias et preces” y para la repetición del texto de
      “Quam olim Abrahe” del Ofertorio. El abulense no facilita ni canto
      llano, ni polifonía alguna. Bruno Turner deriva el canto llano del primer
      Requiem de Victoria y completa así la liturgia. Phillips, a pesar
      de usar la edición de Turner, piensa que tal solución no es musicalmente
      convincente y omite el verso completo, lo cual, en nuestra opinión,
      resulta aún menos convincente pues despoja a la parte de una intensa
      frase protagonista y de gran efecto musical. Afortunadamente,
      Mallavibarrena la incluye lo cual resulta muy gratificante en especial
      cuando se canta con la delicadeza y musicalidad que lo hace la voz
      asignada aquí.
      La misa está escrita para seis voces: dos sopranos, un
      alto, dos tenores y un bajo. Sin embargo, la cosa aparentemente sencilla
      plantea problemas de interpretación ya que la dos sopranos y los dos
      tenores no tienen la misma tesitura. Turner soluciona el problema
      transportando la obra un tono alto. Según Abelló, esta solución
      sacrifica “la sólida e implacable gravedad sonora que el Officium
      presenta de un modo casi permanente”. 
      
      Mallavibarrena plantea la interpretación de la obra en su tono original,
      utilizando un conjunto mixto, mujeres y hombres, de trece voces (similar a
      Phillips con doce y diferente a McCreesh que utiliza falsetistas incluso
      para el canto llano). Asigna  a dos sopranos la voz del Cantus I y la
      del Cantus II, a soprano y mezzo. Dos contratenores reforzados por una
      contralto para el Altus. Análogamente a las sopranos, utiliza dos tenores
      para el Tenor I y tenor y barítono para la voz de Tenor II. Finalmente,
      dos bajos “puros” para el Bassus doblados por órgano y bajón,
      siguiendo la práctica común de la época en España. 
      
      McCresh usa un coro masculino, las voces de sopranos quedan en manos de
      falsetistas y contratenores, y como suele ser habitual en él hace una
      reconstrucción litúrgica añadiendo canto llano a la polifonía. Esto
      hace que la obra tenga un color diferente, un sonido monástico y mayor
      solemnidad. Hill, por su parte, con un coro (hombres y niños) de
      efectivos considerables se aleja del intimismo conseguido por otros
      conjuntos más pequeños. Su versión que bajo el tutelaje de Turner añade
      el "Cántico de Zacarías" a los maitines es espectacular,
      imponente, catedralicia aunque algo apresurada.
      
      Sin duda alguna, la versión de Tallis Scholars que usa coro mixto es la más
      adecuada para una comparación con la de Mallavibarrena. Una diferencia es
      que Phillips no usa ningún instrumento doblando las voces bajas lo cual
      también es perfectamente defendible: el entretejido polifónico fluye con
      mayor libertad, las líneas son más transparentes y etéreas y el
      equilibrio entre las voces parece más conseguido que en la de
      Mallavibarrena. El uso del bajón efectivamente añade solemnidad y
      gravedad pero aporta un sonido en exceso pétreo y ronco a la voz baja. Óigase,
      por ejemplo, el final del Versa est in luctum. Seguramente sea el
      efecto deseado pero no siempre parece sentar bien a la obra. También
      el órgano, especialmente presente al inicio de las frases, puede llegar a
      cansar.
      
      Por lo demás, la versión de Musica Ficta es excelente desde cualquier
      punto de vista. Aporta una lectura muy humana frente a la a veces
      irrealidad de los Tallis. El texto está mejor servido con una atención
      expresiva mucho mayor. Hay serenidad e intensidad unidas a una ejemplar
      claridad de líneas y un tempo firme, sostenido, relajado, sin
      apresuramientos, que permite desplegar toda la belleza de las amplias líneas
      de Victoria. Musica Ficta no ostenta la perfección y limpieza de emisión
      de Tallis Scholars pero su calor expresivo aproxima la obra al oyente y
      consigue envolverle y enredarle en toda la hermosura de la partitura. Su
      dicción es ejemplar: óigase la repetición del "et lux
      perpetua" donde la palabra verdaderamente se revela luminosa. Nunca
      la obra ha sonado tan cercana como aquí.
      
      Una obra de tal belleza e importancia no puede circunscribirse a una sola
      lectura, a una sola versión, pues diferentes versiones siempre hechas
      desde “la humildad y el respeto” (Bruno Turner) iluminarán la obra de
      un modo diferente. La versión de Musica Ficta no desbancará a otras pero
      se hace hueco entre las grandes con un plus de autenticidad. Cualquier
      recomendación de la obra deberá incluir ahora la versión de Musica
      Ficta. 
      El disco se completa con el exigente motete Vadam et
      circuibo civitatem, novedoso acoplamiento a la Misa de Difuntos.
      Excelente toma de sonido y libreto con artículo y textos en español. Un
      disco, por tanto, ganador. 
      
      T. L. DE VICTORIA: Officium Defunctorum; Vadam et circuibo civitatem.
      Musica Ficta. Raúl Mallavibarrena . ENCHIRIADIS EN 2006.
      
      Musica Ficta: 
      CANTUS I: Ruth Rosique, Henar Álvarez, sopranos. CANTUS II: Raquel
      Andureza, soprano. Marta Rodrigo, mezzo. ALTUS: Jordi Abelló, Luis
      Badosa, contratenores. Alicia Ramonet, contralto. TENOR I: Miguel Bernal,
      Felipe Nieto, tenores. TENOR II: José Manuel López, tenor. Amadeo
      Lloris, barítono. BASSUS: Tomás Maxé, Ismael González, bajos. Bárbara
      Sela, bajón. Ignasi Jordá, órgano. Grabado en la Iglesia de Santa
      Eufemia de Cozollos (Palencia) en Agosto 2002. 
      
      Distribuidor en España: Diverdi. E-mail: diverdi@diverdi.com