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Número 29º - Junio 2.002


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La Música y el Arte Rupestre

Por Ángel Román Ramírez. Diplomado en Educación Musical. 

        

      La Pedagogía Musical moderna trata de huir, desde los años 50 y gracias a Edgar Willems, del tradicional Solfeo; al que se considera un tanto “farragoso” a la hora de ser impartido fuera de los Conservatorios. Una de las técnicas utilizadas para enseñar música a los pequeños (sobre todo en edades tempranas) es el llamado “Musicograma”. Éste consiste en plasmar en el papel una serie de símbolos (rectángulos, círculos, triángulos, árboles, monigotes, etc.) que aparecerán caracterizados con determinados colores y tamaños, en función de las partes, frases o matices musicales que se pretendan destacar en un tema musical.

         De esta forma, los niños tendrán una perspectiva visual de lo que están escuchando, sirviéndoles de orientación. Esto, en relación con el estudio que estoy elaborando acerca del origen de la Música, me sugiere una curiosa sospecha. Es decir, dentro del plano de lo sonoro y los efectos acústicos del sonido, se han realizado estudios que  relacionan la producción musical de nuestros ancestros con el arte pictórico de la Prehistoria. Fueron Reznikoff y Dauvois en 1988 quienes elaboraron una teoría en virtud de la cual asociaron ciertas zonas caracterizadas por determinados efectos acústicos (como ecos o reverberaciones), con el tipo de representaciones plásticas que las cuevas albergan.

          Es decir, siguiendo esta hipótesis, en áreas en las que se diera una mayor amplificación en sus paredes, aparecerían escenificadas figuras de animales herbívoros, mientras que otros animales, como los depredadores, se encontrarían en zonas más silenciosas, precisamente porque éstos se caracterizan por su capacidad de acecho a la presa cuando llega el momento de cazar.

En materia de ceremonias rituales en relación con el arte rupestre y los efectos sonoros usados en éstas, destaca también la figura de J. Steven Waller. La particularidad de las conclusiones a las que llega este investigador radica en que en más de cien lugares en todo el mundo ha podido comprobar un hecho asombroso: en estos sitios –por lo general cuevas, grutas y cañones– se da la peculiaridad de que poseen una morfología especialmente adecuada para que en ellos se produzcan ciertos fenómenos acústicos, los cuales, en realidad, la mayor parte de las veces son muy similares al singular “eco”. Se da el caso de que en todos esos lugares (en Francia, España, Norteamérica, Canadá…) existen pinturas y grabados que “escenifican el sonido”. Es decir, allá donde se da el fenómeno del eco –por cuyo efecto parece que la voz emana de la superficie de la roca– aparecerán, por ejemplo, dibujos que parecen estar hablando; si damos una palmada, el sonido que el eco produce semeja al de un zarpazo de algún gran animal y, efectivamente, las pinturas que encontramos en esta ocasión tendrán como tema estrella el de garras y pezuñas de animales.

La teoría de Waller se basa en que el Hombre primitivo consideraba sagrados aquellos lugares en los cuales se daba este tipo de fenómenos acústicos, incomprensibles para ellos. El eco les inspiraba para que decorasen las paredes con las imágenes que su sonido les sugería.

Este autor afirma haber hallado en Horseshoe Canyon cinco emplazamientos en los que las pinturas “coinciden exactamente con las cinco localizaciones en las que existe la mayor intensidad de eco”. (Waller, 1993.)

Otros emplazamientos importantes en los que ha probado su teoría son, por ejemplo, la cueva de Lascaux en Francia, o nuestra santanderina cueva de Altamira.

Y es que el Hombre siempre tiende a hacer tangible todo aquello que no puede asir con sus manos. En este sentido, tuvo que inventar la escritura musical para no olvidarla, si bien los documentos de los primeros intentos de escritura musical datan de la Grecia clásica y, más rudimentarios aún, de culturas como la egipcia o la babilonia. Pero, teniendo en cuenta lo que acabamos de leer,  ¿podríamos seguir afirmando que en la prehistoria no existió la música escrita? ¿No fueron acaso aquellas representaciones rupestres auténticos musicogramas primitivos?

 

 

Fuentes:

-        Reznikoff, I; Dauvois, M: “La dimension sonore des grottes ornées”. Bulletin de la Société Préhistorique Française, 1988.

-        Waller, S.J: “Background explanation of acoustic theory relative to ancient rock art”. Waller Homepage  www.geocities.com/CapeCanaveral/9461 .