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Número 28º - Mayo 2.002


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WILLIAM BYRD SE ESCRIBE CON MAYÚSCULAS

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.

 



Para muchos aficionados a la interpretación historicista el nombre de Andreas Staier permanecerá siempre ligado al conjunto Musica Antiqua Köln de Reinhard Goebel donde reemplazara al histórico clavista Henk Bouman dado a la fuga y del que para nuestra desgracia no se ha vuelto a saber más. 

A mediados de los ochenta Andreas Staier fue partícipe de algunas de las mejores grabaciones del conjunto alemán. Sin embargo, no permanecería mucho tiempo en plantilla y es que Staier tenía madera de solista algo que se evidenciaba en algunas de aquellas grabaciones de Archiv por las que el tiempo no parece haber pasado. Su versión de la gran cadencia que cierra el primer movimiento del Concierto Nº 5 BWV 1050 de Bach presagiaba la carrera solista que poco después iniciaría. Staier que parece mucho más joven de lo que es (en la actualidad tiene 47 años) se ha interesado por muchos compositores y épocas diversas y además del clave y el fortepiano, en los últimos años se ha convertido en acompañante de lied romántico sin dejar de lado su faceta de músico de cámara. Hace pocos meses comentábamos en estas páginas su grabación de Lieder de Schubert con el tenor Christoph Prégradien. (Véase crítica: Filomúsica, Noviembre 2001). 

Su última grabación (Teldec 0927 42205-2) es un programa monográfico centrado en la música para teclado de William Byrd, el más famoso compositor inglés anterior a Purcell y apodado por sus contemporáneos “El Padre de la Música”. Byrd autor también de música religiosa y madrigales, es probablemente uno de los primeros grandes compositores para clave de la historia como atestigua su rica y variada obra que se encuentra, entre otras fuentes, en el Fitzwilliam Virginal Book (1619) y en el Parthenia (1612/13), uno de los primeros libros de música impresa para el virginal que contiene obras de Byrd y de dos de sus discípulos, John Bull y Orlando Gibbons.

Para esta grabación Andreas Staier ha elegido un clave italiano construido por Hungerberg según modelos florentinos del siglo XVII. No usa, por tanto, el virginal, más pequeño y de sonido más íntimo. Esta elección puede tener su justificación histórica. Se cree que los virginalistas interpretaban su música con instrumentos diferentes y según parece el término se aplicaba a una variedad de instrumentos y no sólo a lo que hoy conocemos por virginal. Como recuerda Desmond Hunter en sus notas al libreto en la famosa ilustración de la portada del libro Parthenia el instrumento que toca la joven de dedos sorprendentemente largos es un clave y no un virginal. El caso es que hay piezas que por su carácter más intimista o recogido sonarían mejor en un virginal. Además, Davitt Moroney, uno de los mayores especialistas en la música de Byrd, usa hasta seis instrumentos diferentes para su grabación de la integral de la obra para teclado de Byrd (Hyperion). 

El programa del nuevo disco de Staier hace un repaso a algunas de las piezas más interesantes de Byrd buscando la variedad de formas y estilos. Aunque muchas de las obras son breves, algunas duran escasamente un minuto, Staier les confiere un tratamiento de relieve ofreciendo así una imagen de Byrd como maestro de formas y precursor de los grandes compositores para clave de las siguientes generaciones. Hay que destacar su habilidad para la ornamentación algo extraordinariamente importante en la música barroca y su facilidad para sacar mil y un matices del instrumento. 

Aquel que se haga con el disco debiera empezar a escucharlo por el final pues las tres últimas piezas son algunas de las más conocidas de Byrd. Si tuviéramos que elegir una sola obra como representativa de su arte seguramente nos inclinaríamos por la última, The Bells, una de las obras más bellas escritas para clave en la que Byrd con sólo dos notas Do y Re, es capaz de construir un edificio sonoro de increíble riqueza y variedad. La interpretación de Staier es impresionante en cuanto a técnica, ornamentación y pulso rítmico y se pone a la misma altura de la de Ton Koopman (Philips) sin olvidar tampoco la de Robert Aldwinckle (Pickwick). John Come Kiss me Now, que da título al disco, es una pieza del Byrd más maduro en la que demuestra su técnica de la variación en la que fue maestro. Staier va creciendo en intensidad a medida que va recorriendo las diferentes variaciones y asombra por su virtuosismo y capacidad para imprimir carácter a cada una de ellas. Según cuenta el propio Staier The Woods so wild era una de sus piezas favoritas en su época de estudiante de piano con trece y catorce años. De tono desenfadado y jovial la interpretación desprende entusiasmo por los cuatro costados y Staier dota a la pieza de un carácter campestre y rústico que le sienta de maravilla.

La grabación es de extraordinaria claridad y limpieza con el instrumento quizás demasiado cerca de los micrófonos pero sin llegar a molestar. En definitiva, el disco se convierte en excelente muestra de uno de los más representativos e importantes compositores para teclado de la historia. Muy recomendable.