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Número 26º - Marzo 2.002


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Juan María Thomas Sabater, organista y musicólogo mallorquín

Por Isabel Francisca Álvarez Nieto.  


Palma

Es la más hermosa victoria del espíritu sobre la materia que haya contemplado la Edad Media.  Con estas palabras trataba de plasmar el historiador del arte Pierre Lavedan (París, 1885-1982) sus impresiones tras contemplar la Catedral de Palma.

Y es que lo primero que destaca al arribar por el mar a la capital mallorquina es su Catedral o, como la llamamos los naturales de la isla, la Seu, ya que es una de las más singulares del territorio español e incluso del mundo. No en vano, su nave central, gótica al igual que las dos laterales, es la más ancha del planeta con sus 19'40 metros. Su rosetón principal, de los cinco que posee, tampoco desmerece, siendo considerado, con sus 90 metros cuadrados, uno de los más grandes de la cristiandad.

De sus fachadas exteriores cabe destacar el Portal Major, el Portal del Mirador y el Portal de l’Almoina, cada uno de ellos con una arquitectura marcada y diferenciada que oscila entre el estilo renacentista y el claramente gótico.

Su distribución interior es debida al gran arquitecto Gaudí, responsable asimismo de algunos de sus detalles ornamentales y de una reforma llevada a cabo en 1903, que trasladó el coro y órgano a la parte posterior del altar mayor, con lo que la basílica logró mayor ensanchamiento. Diez años después, Juan María Thomas Sabater era designado organista auxiliar.

 Este instrumento, al que desjugó con brillantez, tuvo su época de florecimiento en el barroco  y así se puso de manifiesto en los grandes músicos de la época, que lo dominaron y compusieron para él bellísimas piezas. Es el caso de Antonio de Cabezón (1510-1566), Girolamo Frescobaldi (1583-1643) y el mismo Johann Sebastian Bach (1685-1750). Pero de esto hablaré más adelante.

En cuanto al origen de la Catedral de Palma, cuenta la leyenda que fue Jaime I quien cuando se dirigía a la conquista de Mallorca, poco antes de desembarcar, realizó el voto de levantarla ante el fuerte temporal que azotaba sus barcos frente a las costas de Pollença.

El monarca aragonés prometió construir una basílica a la Virgen si la ventisca amainaba.

Al atracar en Madina Mayurca, el 31 de diciembre de 1229, el rey de Aragón recordó su salva y fiel a la misma, mandó el levantamiento de la Iglesia en el enclave en el que se encontraba la mezquita árabe. Al año siguiente el magno templo católico ya se estaba edificando, quedando así plasmada en la Seo mallorquina la vocación mariana de Jaime I, que no se concluyó hasta el s. XVII.

A partir de ese momento, la Catedral fue emblema y orgullo de los palmesanos, manifiesto en las visitas de los foráneos.

Ya en  1913, después del traslado del coro y el órgano por Gaudí a la parte posterior del altar mayor, como comenté antes, Juan María Thomas Sabater (Palma 1896-1966) fue designado por el obispo Campins organista auxiliar de la Catedral de Mallorca a su regreso de Barcelona, donde completaba sus estudios musicales cuando todavía era seminarista. Al año siguiente, en 1914, ya era organista de la Catedral.

El origen de este instrumento se remonta a la Grecia Clásica, donde al parecer Ctesbio de Alejandría fabricó sobre 170 a.C. el hydraulos.

Al  recalar en Occidente, éste se perfeccionó y ya en el s.IX comienzan a acogerlos algunas catedrales.

Nuevamente, en el s. XIII, el mecanismo del órgano se mejora con la introducción de los registros, lo que hace proliferar su instalación en los grandes templos (en lugar de en las mansiones, como había ocurrido hasta entonces por haberse convertido en muchos casos en una obra de arte), cuyo solemne acento amplía la magnificencia de estas construcciones.

En el s.XIX tiene lugar la última reforma importante de esta obra de arte tras el aumento del número de teclados. Consistió en la sustitución de los fuelles manuales por los motores eléctricos, lo que permitió relegar al obligado, hasta entonces, cortejo de músicos acompañantes.

Con todos estos avances no es de extrañar que este mallorquín, inmerso en la corriente modernista, adquiriera fama universal con un instrumento al que exaltó y enalteció como pocos.

Thomas Sabater cooperó también en ambiciosas publicaciones de la época como Revista Musical Catalana, Tesoro Sacro Musical o Ritmo, en las que dio a conocer sus primeras composiciones para órgano. Así mismo, colaboró en revistas musicales de Italia, Alemania, Francia, Inglaterra, Brasil, Polonia, Estados Unidos y Canadá. Y deleitó con conciertos en numerosas ciudades.

Por todo esto, estuvo reconocido como uno de los más importantes críticos musicales de Europa.

Con treinta años instituyó la Asociación Bach y, cuatro años después, en 1930, fundó el Comité pro-Chopin en Mallorca, en permanente contacto con la Société Frédéric Chopin de Varsovia.

Al año siguiente organizó la coral mixta Capella Clàssica, su creación magna, con la que dio más de mil conciertos en las ciudades más importantes de Europa, Canadá y Estados Unidos. Labor que compaginó con la escritura, publicando dos libros significativos, Manuel de Falla en la Isla (visita que el propio Falla había reflejado años antes, en 1923, en su Balada de Mallorca) y Homenaje a Juan Ramón Jiménez y Zenobia. Además, de 1951 a 1954, este presbítero y musicólogo trabajó con el bardo americano Clyde Robinson en la realización de una serie de Estampas musicales y mímicas de episodios históricos de Mallorca, que muestran desde la conquista de Jaime I hasta la encarcelación de Jovellanos en el Castillo de Bellver.

También es autor de reconocidas composiciones como Canciones españolas, Adeste Fidelis, Aleluya, Dípticos (para coro mixto), El último refugio o Rosetón, serie de doce fragmentos para órgano.

El lenguaje que la recreación organística de Juan María Thomas Sabater transmitiera en el interior de la Seo, con la atmósfera mística que representan los juegos de luces y sombras de los haces policromados de sus rosetones, invitaría sin duda a la reflexión y al recogimiento bajo la resaltada elegancia de las naves y la esbeltez de las columnas del templo.

Y de este ilustre mallorquín partiremos, abandonando la superficie, hacia las profundidades de la isla. La música que sus entrañas nos depare la descubriremos en el próximo artículo, no se la pierdan.