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Número 25º - Febrero 2.002


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UN REPASO A LA 'EDICIÓN STERN'

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

          

Con ocasión del fallecimiento el pasado año de Isaac Stern, el sello Sony Classical volvió a lanzar al mercado la edición que había dedicado al gran violinista en 1995, con motivo de su 75 aniversario, que llevaba por título "Isaac Stern: una vida en música". Esta edición constaba entonces de 4 cajas con un total de 44 CD's, distribuidos por cajas según géneros: la primera estaba dedicada a Conciertos para violín del gran repertorio (11 CD's), la segunda a conciertos del siglo XX (9 CD's), la tercera a tríos para piano, violín y cello (12 CD's) y la cuarta a sonatas para violín y piano (otros 12 CD's). Quedan fuera otras formas musicales, como la música de cámara en otras combinaciones (por ejemplo, el Trío de Cuerdas o las obras para cuerda y viento, en las que Stern ha dejado también grabaciones señeras). Aparte de eso, de las obras aquí recogidas muchas veces existe más de una grabación por Stern, y a menudo se han preferido las tomas más modernas, pues sólo se ha incluido una grabación por obra. Por todo ello, esta edición no es ni mucho menos todo lo que Stern grabó para Sony, antes CBS, el sello para el que trabajó en exclusiva desde 1945; pero sí es suficientemente representativa de su arte y tiene títulos de enorme interés.

A continuación presentamos un repaso por algunas de las grabaciones que nos parecen de mayor interés de esta colección, sin pretender abarcarla en su totalidad, fijándonos especialmente en las obras que presenten menos competencia en el mercado. Se indican entre paréntesis las referencias de todos los discos de esa colección de los que hemos podido disponer.


Comenzando por el volumen I, conciertos del gran repertorio, obviaremos las grabaciones de Vivaldi y Bach, pues el Barroco que hacía Stern no es hoy día muy rescatable, y también las dedicadas a Beethoven y Brahms, por la enorme competencia que hay en los conciertos de estos autores. En cambio sí merece la pena detenerse en su ciclo de los Conciertos para violín de Mozart (SM3K 66475, 3 CD's), aunque "a priori" tampoco parecería el autor ideal para Stern, pues al violinista norteamericano se le suele reprochar un sonido excesivamente "rotundo", poco contenido (alguna vez incluso se ha llegado a decir, con evidente exageración, que Stern nunca tocó una nota en "pianisimo"), más adecuado por tanto para los autores románticos. No obstante, en este ciclo Mozart se pueden encontrar diversos alicientes que lo hacen recomendable.

La grabación se hizo en muy distintas fechas: en 1961-63, Stern registró los Conciertos 1,3 y 5 con la Columbia Symphony bajo la dirección de George Szell, quien se ocupa de que todo esté en su sitio y logra incluso un cierto estilo mozartiano "lúdico", todo un logro del gran director pese a los inconvenientes de una orquesta demasiado nutrida y no muy refinada, y de que en general el Mozart de la época se hacía más romántico de lo que hoy se suele admitir. Quince años tardaría Stern en completar el ciclo, hasta que en 1976 grabara los nºs 2 y 4, más el Adagio K 261 y el Rondó K 373 (solamente le faltaría el Rondó concertante K 269 para tener una verdadera integral mozartiana para violín y orquesta); en este caso su acompañante fue la English Chamber Orchestra con dirección de Alexander Schneider, más pedestre que Szell, aparte de que el propio violinista ya no estaba en tan buen momento de forma; con todo, sirvió para completar la integral de una forma digna.

Entre medias, en 1971-73, Stern había grabado el Concertone para dos violines K 190 y la Sinfonía concertante para violín y viola K 364 con Pinchas Zukerman como compañero de "tándem" (al 2º violín y a la viola, respectivamente) y con el acompañamiento asimismo de la English Chamber, pero dirigida ahora por Daniel Barenboim. Aquí se halla el mayor atractivo de esta caja, el incluir una de las pocas versiones auténticamente grandes de la Sinfonía Concertante (otra sería, por supuesto, la de Kondrashin con los Oistrakh). Barenboim busca el drama desde el primer compás, y se aleja de las interpretaciones que ven en esta música algo "fácil" o simplemente bonito; a pesar de que su dirección no es perfecta, y que maneja la orquesta con una contundencia de principiante en algunos acordes, al menos sabe crear el clima adecuado para que Stern y Zukerman (que dan mucho juego, llegando a momentos memorables) hagan el resto: una versión de serena belleza, y de una carga dramática sobrecogedora. La obra gana mucho así, aunque no le ocurre lo mismo al Concertone K 190, en el que Barenboim se empeña en buscar también el drama, aunque en este caso sea más difícil encontrárselo.


Dentro de los conciertos para violín del "gran repertorio" son justamente célebres las grabaciones que Stern realizara con Eugene Ormandy dirigiendo la Orquesta de Filadelfia. El disco más difundido en su día de esta colaboración fue una grabación de 1958 que incluía los Conciertos para violín de Mendelssohn y Tchaikovsky: versiones bellas, aunque totalmente convencionales, con Stern luciendo su mejor sonido y Ormandy quizá demasiado "festivo"; ambas ideales para escuchar estas obras por primera vez. Para esta edición se ha roto ese clásico acoplamiento: Mendelssohn ha ido a compartir disco con Dvorak (de cuyo Concierto hay bien pocas alternativas en el mercado actual), y Tchaikovsky se ha juntado con Sibelius (SMK 66 829), otro acoplamiento "clásico" de conciertos. Esta versión de Sibelius, de 1968, recoge a Ormandy en uno de sus buenos días, con una impresionante exhibición orquestal, y a Stern en su habitual "arrebato virtuosístico", como le ocurre a menudo ganaría puntos si se moderase un poco, pero en todo caso una espléndida versión. Debe añadirse que existe aún otra muestra de la colaboración Stern-Ormandy, un disco con los Conciertos para violín de Bruch (nº 1) y Wieniawski (nº 2).


En la segunda caja, dedicada a Conciertos del siglo XX, encontramos muchas interpretaciones del máximo interés, por la personalidad de los intérpretes, la escasa competencia de estas obras en el mercado, o incluso el hecho de ser obras tocadas por su dedicatario. Así, el Concierto para violín de Stravinsky dirigido por el propio compositor se recomienda solo, y más aún cuando el CD añade una "rara avis" como el Concierto de George Rochberg. En cambio, los Conciertos de Maxwell-Davis y Dutilleux (El árbol de los sueños), ambos dedicados a Stern y que originalmente venían juntos en un CD, aparecen aquí repartidos en dos discos, con el complemento de grabaciones dirigidas por Leonard Bernstein (su propia Serenata y el Concierto de Barber); parece, pues, más interesante buscar el acoplamiento original en un compacto de CBS.

Del Concierto de Hindemith, escrito en un vigoroso estilo neoclásico en 1939 como "respuesta" al de Bartok que acababa de estrenarse en Amsterdam, siempre se ha tenido como versión de referencia la dirigida por el autor con David Oistrakh como solista; no obstante, la de Stern con la Filarmónica de Nueva York y Bernstein es asimismo espléndida, puede servir para conocer la obra, sobre todo si no se encuentra la de Oistrakh, y cuenta con un director que ha grabado reconocidas interpretaciones de otras páginas de Hindemith, como su sinfonía Matías el Pintor. Además, este disco (SMK 64 507) posee un atractivo añadido, la única grabación disponible del Concierto para violín de Penderecki, dedicado a Stern (el nº 1, pues el 2º como es sabido se lo dedicó a Anne-Sophie Mutter). Esta obra de 1976 marcó el comienzo de la etapa "neo-romántica" de Penderecki, buscando un estilo más tradicional que conectara con el público, algo que entonces se le reprochó ferozmente desde posiciones de vanguardia; escuchada hoy, es una obra magnífica, que no desentona con la de Hindemith, y que puede ser escuchada con agrado por todo tipo de público, lo que seguramente era la intención del autor. Acompañan aquí a Stern los artífices del esterno americano de la obra, la Orquesta de Minnesota y Stanislaw Skrowaczewski.

Para terminar con los Conciertos del siglo XX, los de Prokofiev fueron uno de los "caballos de batalla" de Stern en toda su carrera, ya en los años 50 grabó un nº 1 con Mitropoulos que Sony ha reeditado en los álbumes de título "Isaac Stern: The Early Concerto Recordings". Aquí se nos presentan las grabaciones de 1982 (en digital) de ambos conciertos, con el concurso de la Filarmónica de Nueva York y Zubin Mehta; con ese acompañamiento y conociendo el carácter de Stern, el apasionamiento y la "rotundidad" está asegurada, a pesar de que el violinista ya por entonces hubiera comenzado un cierto declive en lo técnico; en todo caso aún se mantiene en buena forma. Un disco (SMK 64 503) totalmente recomendable, que puede ser una vía idónea para conocer estos conciertos, y que por si fuera poco añade dos obras de las que hay bien poca competencia, las Rapsodias para violín y orquesta de Bartok, en este caso en una grabación dirigida por Bernstein en 1962.


En el terreno de la música de cámara, nos encontramos en la tercera caja con varios discos para trío de violín, cello y piano interpretados por el célebre trío que formara Stern en los años 60-70 junto al cellista Leonard Rose y al pianista Eugene Istomin, este último algo inferior a sus dos compañeros, a nuestro juicio. La agrupación, dominada como no podía ser menos por la enérgica personalidad del violinista, ha dejado grabaciones de muchos tríos del repertorio, aunque en los autores más clásicos como Haydn y Mozart la competencia de otras formaciones como el Trío Beaux Arts es muy fuerte, y en Beethoven (del que grabaron el ciclo completo) puedan ser preferibles otros intérpretes como Du Pré-Zukerman-Barenboim. Nos fijaremos, por tanto, en dos álbumes de atractivo programa y escasa competencia en el mercado:
el primero contiene los dos Tríos de Mendelssohn (SMK 64 519), que es difícil encontrar juntos en un solo disco, y más de serie media; en el nº 1 muchos aficionados recordarán a Casals, Schneider y Horzsowski en el "Concierto en la Casa Blanca" ante Kennedy; versión más ensoñadora que esta de Stern-Istomin-Rose (tan vigorosa y enérgica), pero con el inconveniente una toma de sonido espantosa; frente a ella, el sonido de todos estos discos de Stern es siempre muy bueno, y los reprocesados son ejemplares.

Otra grabación a atesorar del trío Stern-Istomin-Rose son los Tríos con piano de Brahms, de los que tampoco hay muchas grabaciones (la más destacada quizá sea la de Katchen, Suk y Starker) pero que cuentan con el atractivo de añadir los aún más infrecuentes Cuartetos para piano y cuerda, grabados en los 80, ya en DDD, por Stern, Jaime Laredo (viola), Yo-Yo Ma (cello) y Emmanuel Ax (piano); con ese acoplamiento (SM3K 64 520, 3 CD's), posiblemente estemos ante la mejor oportunidad para hacerse con estas obras .


Para finalizar, la última caja de la edición se dedica a sonatas para violín y piano, de las que seleccionaremos principalmente las del siglo XX (sólo la de Franck se quedará en el XIX), que nos parece se adaptan mejor a la fuerte personalidad de Stern que las de Beethoven o Schubert. En casi todas ellas el pianista acompañante es Alexander Zakin, que no será un virtuoso de su instrumento al mismo nivel que Stern, pero cumple más que dignamente.

El primer disco de sonatas que comentaremos (SMK 63 532) contiene dos obras muy conocidas, las de Franck y Debussy, junto a otra infrecuente que le da su mayor interés al CD: la nº 3 de Enesco, inspirada en el folklore de su Rumania natal (como sus famosas Rapsodias Rumanas), y cuyo mejor elogio posible es que no desmerece al lado de sus dos compañeras, de las que sí hay muchas versiones, alguna de las cuales podría preferise a esta (por ejemplo, Menuhin o Grumiaux en Debussy).

El CD de sonatas de Hindemith, Copland y Bloch (SMK 64 533) se recomienda por sí solo al no existir versiones alternativas en estas obras, algunas de gran interés como la de Ernest Bloch, compositor a menudo inspirado en melodías del folklore judío, como en su Baal Shem, y autor también de una Sonata con un sorprendente movimiento lento. La de Hindemith, ejenmplo del estilo neoclásico del autor, fue escrita en 1939 y sólo 7 años después ya la grababa Stern, lo que demuestra su interés por la música de su tiempo. La de Copland, grabada con el autor al piano, es de la misma época en que escribía obras inspiradas en la música del Oeste americano, como Rodeo o la Primavera Apalache (1942-43).

Por último, Stern ha grabado las sonatas para violín y piano de dos de los autores del siglo XX que se han impuesto más rápidamente como clásicos, Prokofiev y Bartok. De las dos de Prokofiev (SMK 64 534), presentadas en un disco de sólo 49 minutos y con sonido "mono", es posible que se encuentren otras versiones más atractivas (por ejemplo Mintz-Bronfman, digital, a precio medio y añadiendo la Sonata de Ravel), pero es indudable lo adecuadas que son para el temperamento de Stern. Menos competencia tienen las de Bartok (SMK 64 534) de las que hay bien pocas versiones en serie media de las dos sonatas "numeradas" (hay otras 3 de juventud), como no sea recurriendo a sellos del tipo Naxos; estas de Stern, que añaden las 5 piezas Op. 7 de Webern con Charles Rosen al piano, podrían aspirar al puesto de honor. El sonido en todos estos discos de Sonatas es casi siempre muy bueno, excepto en las grabaciones "mono" (Hindemith y Prokofiev) donde se aprecia alguna distorsión.