Por Víctor Pliego de Andrés. Lee su curriculum.

 
Olaf Baer (foto: Sheila Rock)

Olaf Baer (barítono) y Helmut Deutsch (piano). Drei Gedichte von Emmanuel Geibel op. 30; Zwölf Lieder nach Texten von Justinus Kerner op. 35; Lieder nach Texten von Joseph von Eichendorf und Heinrich Heine; Fünf Lieder aus dem Dänischen und Neugriechischen op. 40 de Robert Schumann. Teatro de la Zarzuela, 22.10.2001.

Olaf Baer no tiene un timbre demasiado bello, pero si una voz poderosa y musical. Es un artesano en su más noble acepción: un especialista que ama de su profesión. Pone todos los recursos de  un oficio que conoce a la perfección al servicio de la música. El resultado es de una eficacia llena de naturalidad, tras la que se esconde una antigua y discreta sabiduría. La elegancia y sencillez de los intérpretes nos retrotrajo a la intimidad de un salón, rompiendo las distancias que impone el teatro. Las canciones que escogieron para este recital son poco frecuentes y nos muestran la extraordinaria variedad creativa de Schumann, como señala Arturo Reverter en sus acertados comentarios al programa. Todas ellas fueron compuestas en 1840, con un talante más audaz que lírico que se me antoja presagio de ciertos aires cabareteros. Baer cincela las frases con bravura, insertando el texto con fuerza dentro del trazo melódico. Obtuvo algunos momentos de una ternura cautivadora, que contrastaron con la predominancia de aires heroicos. El arte fue el protagonista de la velada, por delante de unos intérpretes que optaron por un discreto segundo plano, aunque sin ellos aquel no habría acudido. Se dibujó un virtuosismo secreto que no aparenta serlo, aunque esté presente y con hondura. La sencillez atrajo a la magia y el público supo reconocer calurosamente el mérito de estos excelsos artistas.

 

 

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