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Número 22º - Noviembre 2.001


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LA FUERZA DEL LIED ALEMÁN

Por Ignacio Deleyto Alcalá. Lee su Curriculum.

 



No es el Lied -arte que une íntimamente voz y música- uno de los géneros más populares dentro de la llamada música clásica, reservado a una minoría. Por ello sorprende la atención que las discográficas prestan a este género con nuevas grabaciones que aparecen a buen ritmo aunque las cifras de ventas vayan a ser ridículas. 

Otro síntoma de la buena salud que goza el Lied es la nueva generación de cantantes de gran preparación y talento que están recogiendo el testigo de los maestros del pasado con interés no sólo en los clásicos de siempre sino también en compositores contemporáneos. Ciñéndonos a barítonos salen nombres como Thomas Quasthoff, Matthias Goerne, Dietrich Henschel o Stephan Genz, y si hablamos de tenores, seguramente dos de los primeros que vienen a la mente son los protagonistas de este artículo: Ian Bostridge y Christoph Prégardien, dos tenores de relieve que presentamos en dos recientes grabaciones: el segundo volumen de Lieder de Schubert por Ian Bostridge y Julius Drake (EMI CDC 57141) y otro recital schubertiano centrado en textos de Mayrhofer a cargo de Christoph Prégardien y Andreas Staier (TELDEC 8573-85556). 

Ian Bostridge es uno de los liederistas de mayor proyección en la actualidad. De formación académica, llegó al canto un poco por casualidad y desde hace años lleva dando mucho que hablar en la interpretación del lied apoyado además sin reservas por una multinacional del disco. A Ian Bostridge le han considerado el heredero de otro gran tenor inglés, Peter Pears, el mejor cantante inglés de lieder y oratorio, aunque quizás Pears haya sido un artista más completo. 

La voz de Bostridge de lírico-ligero no es nada del otro mundo, algo nasal, y con cierta afectación en su canto. Sin embargo, no se le puede negar una dicción ejemplar, una cuidada atención al texto (quizás aprendida de escuchar a Fischer-Dieskau en disco), un extraordinario sentido del ritmo y un interesante legato. El propio Fischer-Dieskau, no muy dado a elogios, ha alabado el canto de Bostridge. 

El presente disco es una combinación de canciones sin ningún tipo de hilo conductor ni en cuanto a textos (Mayrhofer, Goethe, Bruchmann, Rückert, Rochlitz, Collin, Schulze, Körner y Matthisson), ni a temas subyacentes. Bostridge y su acompañante Julius Drake, nos llevan por un periodo de más de diez años (1814-1827) en el itinerario creativo del compositor vienés y la selección de canciones es fascinante por la variedad de tono y riqueza musical que aporta. Además, los artistas (ambos responsables de la selección) han sabido equilibrar canciones muy conocidas como Geheimes D 719, Sei mir gegrüßt D 741, Alinde D 904 o Willkommen und Abschied D 767 con otras menos populares pero que no desmerecen de las anteriores.

Momentos destacados del disco son Willkommen und Abschied que recibe una lectura jovial y enérgica o la bellísima Alinde en la que la frescura de la voz de Bostridge junto a su modélica dicción y su capacidad para interpretar el texto la convierten en una de las mejores del recital aunque si hubiera que quedarse con una, la elegida sería Der Geistertanz D 116 por el dominio y control que Bostridge muestra sobre su instrumento. 

Julius Drake, habitual en las grabaciones y recitales en directo de Bostridge, hace un acompañamiento atento e inspirado. En definitiva, un buen disco que sin ser excesivamente brillante demuestra la madurez que Bostridge ha alcanzado en el campo del Lied.



El tenor alemán, Christoph Prégardien que viene de la esfera de la música antigua es especialmente conocido por sus incursiones en el oratorio y la música coral religiosa. En los últimos años y casi siempre de la mano de Andreas Staier ha realizado también numerosas grabaciones y recitales de lied romántico. 

Su acompañante -durante un tiempo clavista del conjunto de Reinhard Goebel- se mueve con la misma soltura en el repertorio barroco, clásico o romántico. Para este último utiliza un fortepiano con el ánimo de recuperar el sonido original del compositor vienés.

En esta grabación de lieder de Schubert, Staier toca una copia de un Conrad Graf de 1826 que posee un sonido limpio, ligeramente metálico, rotundo en los graves y con una dinámica mayor que otros Graf originales como el de Jos van Immerseel usado en su grabación de obras para piano de Beethoven, más imperfecto y rudimentario pero quizás más romántico.

El recital gira en torno a textos del poeta alemán Johann Baptist Mayrhofer que como se recuerda en las magníficas notas al disco fue el único al que Schubert conoció personalmente y con el que incluso llegó a compartir una pequeña habitación en la Wipplingerstraße de Viena. Poca atención se había prestado al corpus liederístico con textos de Mayrhofer, un total de 44 canciones, no muy interpretados hasta hace unos años. En este recital monográfico encontramos un amplia selección de canciones que recorren varios temas como la mitología griega, el agua, la noche y la muerte junto a los estados de ánimo habituales.

Prégardien sorprende por su instrumento casi baritonal allí donde esperábamos un tenor. Su atención al texto es casi maniática, su capacidad para matizar y contrastar le acerca a otros conocidos barítonos y con su bello legato consigue desgranar la esencia de la genial escritura schubertiana. A veces abusa del vibrato pero nunca sin abandonar el buen gusto que caracteriza toda su interpretación. 

Momentos destacados son Lied eines Schiffers an die Dioskuren D 360 en el que el lúgubre comienzo del pianoforte se ve iluminado por el intenso fraseo de Prégardien en una interpretación superior a la de Bostridge. En Der Schiffer D 536 resalta con animado ritmo la alegría del barquero por su peligrosa aunque deseada vida en el río. Como contraste, la recogida Abschied D 475 en la que Prégardien nos muestra una media voz muy en su sitio y una gran concentración. 

También podemos resaltar la fascinante y melancólica Memnon D 541 cuya primera frase al piano es característica del lirismo que impregna algunas de las obras para piano de Schubert o la más conocida Nachtviolen D 752 que resulta un tanto apresurada y sin llegar al nivel de excelencia de la aterciopelada versión de Fischer-Dieskau interpretada en el concierto despedida a Gerald Moore de 1967 junto a Elizabeth Schwarzkopf y Victoria de los Ángeles. Por último, no podemos dejar de mencionar la canción de cierre, Auflösung D 807 que supuso el último poema de Mayrhofer al que Schubert puso música y el fin de la amistad entre ambos. 

Por tanto, espléndido recital, interpretado con ímpetu y sensibilidad por dos artistas que como Bostridge y Drake mantienen encendida la antorcha del lied romántico alemán.