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Número 22º - Noviembre 2.001


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ENTREVISTA A EMILIO COLÓN
"Nadie puede ser malo y disfrutar del arte, sería un farsante"


Emilio Colón

Entrevista realizada por Alejandra Pin Zambrano (Guayaquil, Ecuador).

"En cierto recital, cada miembro de nuestro ensemble leía sus partituras; como soy un poquito salvaje cuando toco, me vino tal arrebato de pasión que me moví con violencia y mis lentes salieron volando hacia el público. Desde entonces evito ambas cosas: lentes y partituras", Emilio Colón rompe a reír. Se ve afanoso de compartir cuanto sabe; observo que en su clase maestra todo alumno es tratado como si fuese lo más importante. Enfático y minucioso, afirma: "Concentración absoluta antes de tocar, el músico empieza antes de haber empezado". No es difícil descubrir que da más de lo obligatorio, al verlo incansable, desvelando secretos y técnicas de su amado instrumento.

"El cello me ha proporcionado el placer de la pasión: no existe mayor placer que trabajar en lo que a uno le gusta y tengo el privilegio de disfrutar del arte cada mañana que salgo al trabajo; amo la cátedra pues me permite formar intérpretes; un placer totalmente unipersonal, íntimo. Se convierte en pasión cuando entrego mi arte a alguien, el don de poder brindar a la gente cuanto Dios me dio...¡Nada puede compararse con eso!".

Durante su clase mantiene electrizados los ánimos, gracias a que posee chispeante humor, sin perder porte profesional: "Cada estudiante necesita algo diferente; lo mejor que puedo hacer por mis alumnos", reflexiona Colón, "es inculcarles amor a la música, deseos no sólo de superarse; también de investigar, asimilar ideas distintas a las suyas. Mi método para enseñar consiste en explicarles, a través de la vida, cómo funcionan las cosas y cómo se aplican al cello".

Emilio Colón aparece en escena muy dueño de sí, concentra su atención e inicia el concierto con magistral nitidez: "Para presentarla, una pieza debe hallarse técnicamente pulida; quizás puedan existir dudas expresivo-emocionales respecto a obras nuevas al intérprete; mas aunque ya la domine, jamás debe dar por concluida su maduración. Cuando un instrumentista es además músico -no es lo mismo- sabe que aquella nacerá distinta cada vez que la ejecute. Ninguna es más fácil que otra si todas son estudiadas con igual seriedad, pero buscar lo complejo hace progresar musicalmente. El nerviosismo escénico se debe a no poder controlar lo impredecible; hasta cierto punto, un artista debe lograrlo, y no hay mejor fuente de autocontrol que el estudio".

Puertorriqueño, casado, escorpión, ex-rockero, treinta y tantos años; a los diez, obtuvo su primer trabajo: salir al mercado a vender zapallos, cultivados por él mismo, así empezó a pagar su propia educación. Luego le prometieron una beca por maestría -palabras, palabras, palabras-, se la dieron a otro; entonces Colón se autofinanció el viaje hacia los EE.UU., para presentarse en pruebas de admisión de la Universidad de Indiana. Ninguno de los becados aprobó. Emilio sí, pero no fue sencillo: "Después de tanto compartir con el cello, he aprendido que la música toma toda una vida, por ende obliga a filosofar, analizar muchas cosas. Uno debe tomarle ternura a todo, ha de existir delicadeza para con la vida. Nadie puede ser malo y disfrutar del arte, sería un farsante pues de la música brota en cierta forma de amor al prójimo... algo único".

Pasión pura

"Cuando uno compone entrega su alma, siempre existe miedo a que el público no la acepte. Compongo desde niño, pero toda mi música era privada, secreta; aunque llegué a presentarla sin confesar que era mía. De pronto, hace varios años alguien supo que yo componía y sugirió mis piezas a un grupo de cámara; me opuse pues llegué a sentirme invadido; pero insistieron tanto que, más por librarme del fastidio, acepte montar algo para trío y orquesta en el Festival de Iowa. Y el día de mi boda, luego del padrenuestro, entre amigos interpretamos algo mío para cello y cuarteto. Desde entonces han surgido propuestas par el próximo festival, más solicitudes sobre arreglos y obras". Con los años, la vida decidió por Colón y hoy es un admirado compositor, arreglista y director de orquesta.

"Quien compone da una historia que el músico tiene derecho de interpretar según su propio temperamento; sin embargo, como ejecutantes no debemos volcar por completo nuestra personalidad. Yo no podría tomar a Bach para presentarlo absolutamente romántico; hace años, quizás sí, pero hoy cualquier crítico responsable me corta el alma. En fin, es necesario un balance entre sentir del autor y propio sentir".

Tras recorrer Costa Rica, Colombia, Ecuador, Guatemala, Puerto Rico y casi todos los EE.UU. ya sea integrando un ensemble o como solista, hoy le es posible desmenuzar los gajes de su oficio: "Cuando empiezo a tocar derrocho energías para insuflar vida a la obra. Estar en escena es pasión pura, es un .....", Colón cierra los ojos, buscando palabras; respira hondo y recomienza , "tu adrenalina corre y el anhelo de tocar me vuelve adicto, por ese deseo de entregar mi arte a un público del cual me nutro".

"Según la tradición, como cellista yo debería procurar moverme lo indispensable, pero mi estilo es distinto pues canalizo toda esta pasión y deseo de entregar a través de movimientos literalmente de amor, casi todos circulares, caricias, abrazos... ¡Soy un rockero de corazón! Para sentirme complementado, necesito que el público responda intelectual y anímicamente; pero haya o no audiencia, cumplo siempre mi trabajo. Además, aunque de un concierto me sienta satisfecho en verdad, al día posterior analizo todo. Es un recurso técnico de autoevaluación, duro con el ego, por tanto muy eficaz".

La última Coca- Cola del desierto

Emilio afirma vivir en guerra contra su vanidad, sabe que dormirse en los laureles resulta letal para el crecimiento artístico: "Llegué a la Universidad de Indiana creyéndome 'la última Coca-Cola del desierto' respecto al cello, para integrar una clase con 84 cellistas de los cuales 83 eran mejores que yo. Fue cuando Janos Starker, gran violoncellista y luego mi maestro, me hizo escoger entre simplemente hacer mi postgrado y convertirme en un instrumentista más, o empezar desde cero para ser algún día quien quiero ser. Elegí esto último, tremendo golpe a mi orgullo -¡imagínate!, ¡volver a ejercicios de preparatorio!-, y la mejor decisión de mi vida".

Aparte de la bendición de su talento -y quien lo haya escuchado sabe a qué nos referimos- es uno de los pocos seres que realizan el sueño casi imposible de vivir de lo que aman. Alumno agradecido de Starker, quien recibiera el Grammy (1998) por su CD con las seis primeras suites de Bach para cello solo (R.C.A. Víctor Red Seal), Colón organizó un homenaje por el 75vo cumpleaños del cellista húngaro, reuniendo a la crema de la música de cuerdas del mundo en la Universidad de Indiana.

Tal vez porque ciertas preguntas lo propiciaron o porque frente a un helado se derriten los secretos, nos trasladamos a su infancia: "Dicen que cuando bebé, no podía dormir si dejaban de poner una pequeña grabadora con música bajo la almohada... Papá ya tocaba guitarra, mas decidió iniciar estudios formales para guitarrista clásico, a pesar de ser ya un profesional en negocios. Ingresó en el Conservatorio de Puerto Rico y practicaba cada noche en mi cuarto, a la hora de irme a dormir. Lo hizo por mucho tiempo, al punto en que si él faltaba, no había forma humana de que yo durmiese".

"Llegó el momento en que necesité algo de la música. Empecé con el piano y todo fue muy bien por casi dos años, cuando mi hermana menor se le antojó estudiar violín, ¿de dónde le salió el antojo? No lo sé. Fuimos a realizar su prueba de ingreso al Conservatorio; entretanto yo esperaba paseándome por ahí, cuando noté que si la aprobaban, yo tendría que esperarla tres horas, tres veces a la semana, mientras ella tomaba sus clases, así que voy y le digo a Mami: 'Quiero tocar violín también, no voy a perder mi tiempo aquí'. '¡No!', respondió, 'ya tocas piano, tienes que seguir en eso, olvídate, no voy a desperdiciar mi dinero!', en fin se armó la pelea, todo el mundo mirando, hasta que me permitió realizar el examen, aprobé y dijo mi madre: '¡No vas a tocar violín!'".

Recuerda todo con inusual entusiasmo, tan expresivo rostro revela más que sus palabras. Si usted es observador, habrá notado los términos placer y pasión demasiadas veces. No se deje engañar: no es defecto sintáctico de una servidora, sino declaraciones del Emilio Colón de la superficie que resguarda al sujeto increíblemente sensible, asustado ante su propia ternura. Esta, amigo lector, es información confidencial que si el maestro Colón sabe descubierta y publicada, lo enojaría muchísimo. Confiando en su discreción, concluyo nuestro dialogo: "En aquella época, mi hermana y yo tomábamos clases de pintura, era una guerra constante entre nosotros dos sobre cuál pintaba mejor. Mamá sabía que no iba a soportarnos si tocábamos el mismo instrumento. Entonces por ahí aparece alguien con un cello y me dice Mami: '¿ves eso que está ahí? ¡vete y toca cello!', '¿cello?', respondí, '¡vamos a probarlo!'. Y hasta hoy... Básicamente fue una cita a ciegas con quien resultó ser mi mejor compañero de vida".

 

FOTOS:
Emilio Colón (1): Cortesía de diario El Comercio, Ecuador.
Emilio Colón (2): Cortesía de Indiana University.