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Número 11º - Diciembre 2000


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CINE Y MUSICA: LOS TRES COLORES DE LA BANDERA DE FRANCIA

Por Angel Riego Cue. Lee su Curriculum.

La denominación "cine de autor" ha hecho fortuna para referirse a cineastas que se sirven de sus películas para transmitir contenidos intelectuales que vayan más allá del mero entretenimiento; si el cine "comercial" se puede comparar, en literatura, a la novela de entretenimiento o "evasión", el cine de autor estaría más cerca del ensayo filosófico. En esta categoría pueden incluirse nombres como Ingmar Bergman, Luis Buñuel o Andrei Tarkovsky.

Precisamente tras la muerte de Tarkovsky en 1986 pareció que se buscaba un "sucesor" (en un estilo bien distinto, claro está) en la figura del polaco Krystof Kieslowski, quien a finales de los años 80 estaba realizando una serie de 10 episodios para la TV llamada "Decálogo", consistente en meditaciones sobre los Diez Mandamientos adaptados a la vida actual. Bien puede decirse que estaba hecha desde una sensibilidad cristiana, cosa nada extraña dada la influencia en Polonia de la Iglesia Católica, pero con una sinceridad bastante mayor que la de cualquiera de sus homólogos occidentales: ya se sabe, en Polonia el catolicismo es "otra cosa". Los episodios del Quinto y Sexto Mandamiento se llegaron a estrenar en salas de cine con los títulos "No matarás" y "No amarás".

Tras el Decálogo, Kieslowski realizaría "La doble vida de Verónica" (1991), una meditación sobre el famoso tema del "Doppelgänger" o doble, que supuestamente tenemos cada uno (o al menos, algunas personas), y sobre la sincronización entre dos "vidas paralelas", la de dos jóvenes, la francesa Verónique y la polaca Weronika, que transcurren sin que cada una sepa nada de la otra, pero sin embargo con inexplicables coincidencias entre ambas. Finalmente, Verónique llegará a saber de su "homóloga" polaca cuando esta ya ha muerto. Ambos personajes estaban interpretados por la misma actriz, Irène Jacob, que debutó aquí como protagonista: todo un descubrimiento de Kieslowski, quien la volvería a emplear más adelante en otra película donde también se plantearía la existencia del "doble".

La vocación de Kieslowski de realizar películas que ilustren grandes principios abstractos llegó a su culminación cuando anunció una trilogía sobre los tres pilares de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y Fraternidad. En un mundo laico donde la religión está en retroceso (al menos la oficial), y donde la Soberanía Popular ha ocupado el lugar de Dios como fuente de legitimidad para las leyes, parece como si estos valores laicos ocuparan el lugar sagrado que antes correspondía a los Mandamientos.

Las tres partes de la trilogía, realizada entre 1993 y 1994, se denominarían con los colores de la bandera oficial de Francia tras la Revolución de 1789: "Azul" para la Libertad, "Blanco" para la Igualdad, "Rojo" para la Fraternidad. Tras el rodaje de esta última, Kieslowski anunció que no pensaba volver a dirigir películas, lo que fue tomado por algunos como una argucia "comercial" para ser bien tratado por la crítica; se llegó a hablar de que estaba estudiando el proyecto de una nueva trilogía sobre la Divina Comedia de Dante (el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso). Sin embargo, las razones de su retirada debían estar basadas en serios problemas de salud, pues Kieslowski moriría en Varsovia el 13 de marzo de 1996, a consecuencia de un infarto. Tenía 54 años.

Los "Tres Colores" (y "Rojo" en particular) se convirtieron en su testamento artístico, y creemos oportuno incluirlos en esta serie sobre películas que tengan relación con la música por varias razones, entre ellas porque supuso para un amplio sector del público el descubrimiento de un compositor de la talla de Zbigniew Preisner, cuya música original para estos filmes es de un nivel muy superior al habitual en las "bandas sonoras". Y sobre todo porque, en la primera de ellas, el argumento gira en torno a la mujer de un compositor.



"Azul" ilustra la vida de Julie, esposa del célebre compositor Patrice de Corsy, a quien se encarga una obra que celebre la Unidad Europea, pero que muere junto a su hija en un accidente de coche: sólo Julie sobrevive al accidente. No le quedan ataduras con el pasado, su libertad ahora es total, pero siempre que hay tanta libertad el problema es cómo hacer uso de ella, y su primer impulso es no conseguir acostumbrarse a su nueva situación, y suicidarse ingiriendo pastillas, lo que no tiene el valor de consumar.

Antes de salir del hospital, desde donde ha contemplado por televisión los funerales de su marido y su hija, una periodista le pregunta por la música encargada a su marido, y si es cierto que el verdadero compositor era ella y no Patrice, lo que pone sobre la pista al espectador. Julie parece decidida a hacer tabla rasa del pasado: tira a la basura la partitura incompleta del "Canto por la Unificación Europea", vende todos los muebles de su casa de campo, acuerda el pago de una pensión a su madre y a su criada Marie, que vivían en ella, y como único mobiliario deja un colchón, sobre el que invita a hacer el amor a Olivier, músico ayudante de su marido, ya entrado en la edad madura, y que fue siempre un secreto admirador de Julie. A la mañana siguiente ella se despide, diciéndole que no la echará de menos.

A partir de aquí, comienza una nueva vida en la que no quiere saber nada de la anterior. Lo que ocurre es que la nueva está totalmente vacía, no tiene absolutamente nada que hacer (al ir a alquilar una habitación, responde a la pregunta del encargado sobre a qué se dedica con un "A nada en absoluto"). Su única ocupación parece ser nadar en una inmensa piscina, y cuando un joven que fue testigo del accidente solicita verla para contarle las últimas palabras de su marido, a ella le parecerá como si hubiera pasado un siglo desde aquello, y no querrá recordar el pasado. Un pasado, sin embargo, que vuelve esporádicamente en sus recuerdos, y que en la película se simboliza con la reaparición de la música tocada en el funeral.

En otro piso de la casa donde se hospeda Julie vive Lucille, una mujer a quien los vecinos desean echar por dedicarse la prostitución, pues todas las noches recibe a hombres en su apartamento. Julie se niega a firmar la petición, y sin su firma la petición no puede prosperar, con lo que Lucille se queda. Esto hace que surja una amistad entre las dos mujeres, a pesar de su carácter diametralmente opuesto; sin embargo, es la primera relación de Julie en su nueva vida. Ambas se prestarán ayuda: Julie encuentra su piso invadido por las ratas (y sus crías) y decide meter un gato para que las extermine, pero no tiene el valor de contemplar la muerte de ningún ser vivo, y Lucille se ofrece para ir a "limpiar" el piso en su lugar. Por otra parte, Lucille llama una noche a Julie, cuando esta ya se ha acostado, para que vaya a verla al espectáculo de "strip-tease" donde trabaja, pues necesita algún apoyo, alguien con quien hablar, ante el descubrimiento de su padre sentado en primera fila.


Sin embargo, la antigua vida aún le persigue: tras meses de búsqueda, Olivier ha logrado dar con ella, y se reúnen en una cafetería. Curiosamente, un flautista callejero está tocando en ese momento un tema del "Canto por la Unificación Europea"; a la pregunta de Julie de cómo ha conocido esa música, él contesta que se la ha inventado (una más de las coincidencias que ocurren en las películas de Kieslowski). También va a ver a su madre, con el resultado de que esta ni la conoce, confundiéndola con su propia hermana (tía de Julie). Su madre ya no pertenece al mismo mundo, sólo piensa en ver programas estúpidos de la televisión.


Precisamente en un noticiero de TV, durante la visita al local "porno" de Lucille, es donde Julie verá que Olivier se ha ofrecido a terminar el "Canto" (del cual la secretaria de Patrice hizo una copia antes de que Julie lo destruyera), lo que indigna a Julie; en el reportaje se ven fotos de Patrice departiendo con músicos famosos de la vida real, como el pianista Alexis Weissenberg. También ve las fotos de Patrice con otra mujer, que nunca había visto, y que resulta ser Sandrine, su amante desde hacía años y estar esperando un hijo suyo. Va a conocerla a los juzgados (ella es abogada) y nota que lleva un crucifijo del mismo modelo que le regaló su marido. Ello le convence de que él la quería, y lega su casa de campo (aún sin vender) a ella y a su futuro hijo, que también lo es de Patrice.

Por fin ha decidido que el "Canto" debe terminarse, y en una sesión de trabajo conjunto con Olivier (un diálogo reproducido en el CD de la banda sonora original), le corrige la parte que ha escrito él, bastante charanguera y superficial, por cierto, cambiando la orquestación hasta lograr un resultado mucho más refinado: el espectador oye el resultado de cada cambio en la partitura. El texto que debía cantarse era el bíblico de la I Carta a los Corintios, capítulo 13 ("Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad..."; recordemos, al margen, que fue el último texto al que Brahms le puso música, en sus "Cuatro Cantos serios").

Olivier decide que la obra finalmente acabada ha de presentarse al mundo como hecha por Julie, haciendo por fin justicia a su talento, oscurecido por la fama que se llevaba su marido. La película termina cuando ellos hacen el amor de nuevo, y sobre la composición, en su versión definitiva, se acoplan las imágenes de las vivencias que, de un modo u otro, están reflejadas en ella: el joven testigo del accidente, el local de Lucille, el parto del hijo de Patrice, la visita a la madre de Julie... Las imágenes parecen sugerir que todo eso se ha reflejado en un pasaje u otro de la composición. Y, por primera vez desde que abandonó el hospital, Julie llora; antes, en la casa de campo, la criada Marie lloraba porque su señora no lo hacía.


Las dos siguientes películas tienen una relación con la música mucho más tangencial, pero no podemos dejar de referirnos a ellas, pues quedaría incompleta la visión que nos ofrece el director polaco, aparte que los argumentos de las tres están muy imbricados.



"Blanco" comienza en los juzgados de París el mismo día que Julie ha entrado a buscar allí a la que fue amante de su marido. Se celebra una vista de divorcio, del matrimonio formado por Karol, peluquero polaco, y su mujer francesa Dominique. La razón es que desde la boda, él ha sido incapaz de consumar el matrimonio, aunque antes sí había hecho el amor con ella (ya se sabe, otra de las curiosas situaciones que ocurren en las películas de Kieslowski). La desigualdad entre ambos es enorme: ella es alta, bellísima y refinada; él, bajo, grueso, y no precisamente una belleza, aunque simpático, ni siquiera sabe hablar francés para dirigirse al tribunal, al que reclama "igualdad". Parece como si su impotencia se debiera a pensar que no la merece. Ella gana el pleito, y le echa de casa con lo puesto, bloqueando incluso su cuenta corriente, e incendiando la peluquería para que la policía culpe a Karol y le busque.

Karol se ha convertido en un músico callejero que pide limosna en el Metro de París tocando canciones polacas con un instrumento formado por un peine y un papel. Una de ellas es reconocida por un compatriota, Mikolaj, que está a punto de regresar a Polonia, y que conoce así la nacionalidad de Karol. Mikolaj propone a Karol un negocio sucio: matar a un hombre, "pero él mismo lo desea", y no quiere suicidarse porque el disgusto para su familia sería aún mayor al demostrar que no tenía ningún apego por ellos. Karol sólo aceptará tras comprobar que Dominique ya tiene a otro hombre. Pero su vuelta a Polonia es complicada: no tiene pasaporte, ni visado. Se le ocurre ir dentro de una maleta, como equipaje, pero con tan mala fortuna que la maleta es robada al llegar a Polonia, y los ladrones, cuando comprueban que dentro hay un hombre, y encima sin dinero, le dan una paliza y lo tiran a una zanja. A pesar de tan desagradable recibimiento, Karol se siente feliz pues ya está de nuevo en su tierra.

Regresa a su antiguo negocio de peluquería, compartido con su hermano Jurek, donde Karol era el preferido de las señoras. Precisamente una de sus clientes le da una recomendación para el mundo de los negocios turbios, pues Karol desea enriquecerse con rapidez. Le contratan como vigilante. Un día, haciéndose el dormido, escucha una conversación de sus jefes sobre el proyecto de la compra de unos terrenos y decide anticiparse, comprándolos él primero para revenderlos después por 10 veces el valor que ha pagado: la versión polaca de lo que aquí se conoció como "la cultura del pelotazo". La operación está a punto de costarle la vida, pero finalmente sale bien y le convierte en un hombre rico. Más exactamente, en un nuevo rico, con la habitual ostentación de lujo que caracteriza a los de su clase.

¿Esa riqueza le dará la felicidad? Si a Patrice de Corsy le habían encargado una obra que celebrara la unidad europea, las diferencias abismales entre la riqueza del Oeste y la pobreza (salvo para unos pocos) del Este parece que dan al traste con cualquier carácter "unitario" de Europa. Pero ¿son felices, al menos, los pocos privilegiados que se han hecho ricos en el Este? La respuesta que nos da Kieslowski es negativa, simbolizada por la tarea que Mikolaj encargó a Karol en París, y que este retoma cuando se reencuentran en Polonia. En suma, se trata de que el hombre que deseaba que le mataran era el propio Mikolaj, que lo tiene todo (familia, mujer, hijos, dinero) pero no desea vivir. Karol acepta el encargo de matarle, y le dispara con una bala de fogueo; Mikolaj, sintiendo la muerte tan cerca, volverá a desear vivir.

Ahora que Karol lo tiene todo (incluso ha aprendido francés), sólo le falta recuperar a Dominique. Pero no es fácil. Sólo logrará hacerla venir con una argucia: la nombra heredera de todos sus bienes, y a continuación finge su propia muerte, comprando un cadáver con la cara desfigurada (al parecer, con dinero se puede comprar casi todo), que es identificado como Karol por todos sus familiares y conocidos, que están en el ajo. Dominique ha acudido al funeral, y Karol, desde una prudente distancia, la ve llorar. Esto será suficiente para él: la ha reconquistado, y aquella misma noche se presenta ante ella (que recibe una sorpresa mayúscula) en su hotel, y hacen el amor. Pero a la mañana siguiente, él se marcha y la policía detiene a Dominique, acusándola de haber asesinado a Karol: su testimonio de que aún vive no es tenido en cuenta frente a los testigos que han identificado el cadáver, y acaba en la cárcel. Pero como "todo se compra", Karol soborna a un funcionario de la prisión para que le deje verla desde la ventana, y desde allí la ve llorar y enviarle mensajes de amor por señas: Dominique aún le quiere.



"Rojo" comienza con una llamada que hace Michel desde Inglaterra a su novia Valentine, en Ginebra, mientras las imágenes describen todo el recorrido de la línea telefónica. Valentine es modelo, y está haciendo fotografías para un anuncio de chicle. A través de las sucesivas llamadas de su novio, descubriremos a una persona celosa, a quien no le gusta la profesión de ella, que continuamente le pregunta si está con alguien... Cuando ella le pregunte si la quiere, sólo obtendrá como respuesta "Creo que sí".

Cerca de Valentine vive Auguste, joven abogado que prepara las oposiciones a juez. No han hablado nunca. Auguste sale con su novia, Karin, que trabaja en un "Servicio Meteorológico Personalizado", que se lee por teléfono. El día del examen de oposición, a Auguste se le caerá un libro, abriéndose por la página de un determinado tema de Derecho: lo lee, y precisamente ese será el que le pregunten, consiguiendo así aprobar el examen.

Un nuevo personaje entra en escena cuando Valentine atropella a una perra, y por la etiqueta que lleva colgada al cuello localiza el domicilio de su dueño. Este es un viejo que parece indiferente a todo, que a la pregunta de si hay que llevar la perra a un veterinario le contesta secamente "Como quiera". Ella decide llevarla por su cuenta, pero tras ser curada la perra se escapa y vuelve con su dueño. Este averigua la dirección de Valentine para enviarle el dinero que ha costado el tratamiento de su perra, pero envía más de la cuenta, y Valentine acude otra vez a su casa a devolver el resto.

En esa visita es cuando descubre el oficio del viejo (ha sido juez) y su ocupación actual: el espionaje telefónico de sus vecinos. Ella se indigna ante esto, y decide denunciarle ante los espiados: él mismo le señala la dirección de una casa desde donde escuchaba la conversación de un hombre con su amante (otro hombre). Pero al llegar a la casa, ve que es la de un matrimonio, con una hija que también escucha lo que habla su papá, y desiste de la idea de la denuncia. Cuando el juez le cuenta que un hombre que pasea por la calle hablando con un radioteléfono es traficante de drogas, ella le llama para decirle "Deberían matarte", descubriendo así que tiene un hermano toxicómano.

Para conseguir ver de nuevo a Valentine, el juez idea una argucia: se auto-denuncia, para que su nombre aparezca en los periódicos y Valentine piense inmediatamente en ir a verle para aclarar que no ha sido ella la denunciante. De esta nueva visita comienza una amistad entre la joven modelo y el viejo juez. Curioso personaje este, que puede recordarnos a Dios (el Juez Supremo) por su profesión, o por ser Omnisciente de lo que pasa en su vecindario gracias a las conversaciones que escucha, y que le permiten predecir el curso futuro de las vidas de sus vecinos. Aunque también puede recordarnos al propio Kieslowski respecto a los personajes de sus películas, a los que controla cada movimiento y cada palabra que dicen.

Entretanto, durante la vista del caso de las escuchas, Karin ha conocido a otro hombre, de quien se hace amante, traicionando a Auguste. Este lo descubre, y, desesperado, se decide a seguirles en un crucero que harán los dos en el Canal de la Mancha a bordo de un yate, pues el Servicio Meteorológico anuncia buen tiempo; para ello, Auguste tomará el "ferry" que atraviesa el Canal.

Precisamente ese "ferry" es el medio que Valentine utilizará, a sugerencia del juez, para volver a Inglaterra y ver a Michel, siempre demasiado ocupado en sus negocios. La víspera de su viaje invita al juez a un desfile de modelos; durante el mismo, escudriña entre el público a ver si le ve, sin éxito. Pero él ha acudido, y al finalizar el desfile tiene una conversación con ella, donde le cuenta su vida: las coincidencias con la vida de Auguste (a quien ella no conoce) son extraordinarias, tanto que podría decirse que Auguste es su "doble": también el viejo juez aprobó su oposición gracias a leer la página por la que se abrió un libro caído al suelo, también tenía una novia que le traicionó con otro, y quien persiguió... hasta que ella murió en un accidente. Años después, tuvo la ocasión de juzgar al amante de su novia, y lo declaró culpable. Al terminar su relato, ha estallado una tormenta: algo premonitorio de lo que va a ocurrir.

Cuando Valentine se despide del juez, casi se puede decir que hay amor entre ellos, pese a su diferencia de edad. El juez le promete que se comprará un receptor de TV para ver el desfile, pero lo que verá en él serán las imágenes de la tragedia ocurrida en el Canal de la Mancha: el "ferry" ha naufragado, y de sus 1.400 pasajeros hay sólo 7 supervivientes, entre ellos Auguste y Valentine. Otros supervivientes son, curiosamente, las parejas de las dos primeras películas de la serie (Julie y Olivier, de "Azul", y Karol y Dominique, de "Blanco"; se ve que esta última ha salido ya de la cárcel), más un barman. Del yate donde viajaban Karin y su amante no hay rastro de supervivientes. Auguste y Valentine se han conocido en el accidente, e intercambian miradas ante las cámaras. Parece que el "dedo de Dios" había dispuesto este encuentro. El viejo juez los ve por TV y sonríe.




Las tres películas de los "Colores" de Kieslowski no serían lo que son sin un trabajo de primera clase de los actores, entre los que algunos nombres deben ser obligatoriamente mencionados: Para empezar, las tres mujeres que protagonizan cada entrega, de carácter tan distinto: Julie en "Azul" es Juliette Binoche, a quien recordamos por su oscarizado papel de enfermera en "El Paciente Inglés" (1996); ciertamente, su personaje de mujer bella, intelectual y algo frívola nos parecería difícil de creer interpretado por cualquier otra actriz; Julie Delpy, habitual en alguna de las últimas películas de Godard e intérprete de Constance en la versión de 1993 de "Los tres mosqueteros", es la Dominique ideal para "Blanco"; por último, Irène Jacob, descubierta por Kieslowski, sirve a su personaje con una economía de gestos digna de una veterana; un personaje (Valentine, en "Rojo") que es lo más parecido que se pueda encontrar a la encarnación de la mujer ideal en la pantalla, tan bella por fuera como bondadosa por dentro: un ejemplo a título de curiosidad, es la única que ayuda a una viejecita encorvada a tirar una botella al contenedor, mientras que Julie en "Azul" y Karol en "Blanco" no reaccionaron en una situación idéntica.

Mientras que en "Azul" el papel preponderante es el de Julie, en "Blanco" el protagonista es, lógicamente, Karol, interpretado magistralmente por el actor polaco Zbigniew Zamachowski, a quien ya vimos en algún episodio del "Decálogo", y en "Rojo" comparten protagonismo la modelo Valentine y el viejo juez, en una creación memorable del veteranísimo Jean-Louis Trintignant, con una carrera a sus espaldas de cuatro décadas haciendo cine; de ella, el título que antes viene al recuerdo es "Un hombre y una mujer" (1966), de Claude Lelouch, donde compartía el protagonismo con Anouk Aimée.


Otra mención ha de ir hacia la fotografía, obra respectivamente de Slavomir Idziak (Azul), Edward Klosinski (Blanco) y Piotr Sobocinski (Rojo), colaboradores de Kieslowski que utilizan el simbolismo de cada color: el "Azul", color de la frialdad, en el azul de la habitación de la casa de campo, o de la piscina donde se sumerge Julie; el "Blanco", color de la inocencia, en el blanco de la nevada Polonia, de las palomas que emprenden el vuelo migratorio hacia el Oeste, o de los recuerdos del día de la boda de Karol y Dominique (el traje de la novia, la intensa luz a la salida de la iglesia); o el "Rojo", color de la pasión, en el rojo del fondo del anuncio de chicle con la cara de Valentine, del jeep en que viaja Auguste, o de la tapicería de los asientos del teatro en donde conversan la modelo y el juez. Particularmente es importante en "Azul" el soporte de la fotografía, al basarse menos en la palabra que las otras, y podemos encontrar escenas de un simbolismo tan claro como la conversación en el "night-club" de Lucille: las luces de neón la iluminan a ella en rojo y a Julie en azul.


Por último, debemos referirnos a la música compuesta por Zbigniew Preisner, todo un descubrimiento como se ha dicho. La de "Azul" está, lógicamente, protagonizada por el "Canto a la Unificación Europea", en su versión inicial, firmada por Patrice, y en la definitiva de Julie, una obra enormemente bella y expresiva, que consigue la comunicación con el público, y que nos ha recordado a otro compositor polaco actual, Henryk Gorecki, cuya "Tercera Sinfonía" se convirtió curiosamente en superventas en 1993. En "Blanco", el motivo central es una canción polaca de los años 30, "Ta ostatnia niedziela" (El pasado domingo), de Jerzy Petersburski, que posee un cierto aire de tango; junto a ella, el otro tema principal, que simboliza el ascenso económico de Karol, nos trae a la memoria la música de Nino Rota para "El padrino". A pesar de la calidad de las dos piezas, parece poco para llenar un disco con ellas, aunque sea sólo de 30 minutos, como en este caso. En cuanto a "Rojo", la música central es un "Bolero" semejante al de Ravel, que acompaña las escenas del desfile de modelos: una música que consigue un efecto relajante, en la línea general de la película.


Además del "Canto...", la otra música que suena insistentemente en "Azul" es la de los funerales por Patrice de Corsy y su hija, con alguna reminiscencia de la Marcha Fúnebre de Chopin, y que es obra del "compositor de principios del siglo XIX, Van den Budenmayer", admirado por Patrice, hasta el punto que pensaba terminar su "Canto" con una cita suya. Este "compositor" aparece también en "Rojo" cuando Valentine desea comprar un disco suyo (título de la composición: "No tomarás a la mujer de otro") tras escucharlo en una tienda, pero el último ejemplar se lo han llevado Auguste y Karin. Y también aparecía en "La doble vida..." cuando la soprano Weronika cantaba música suya. Quien esto escribe fue testigo de una situación vivida un día de 1994 en Madrid (donde se pudo ver en los cines de versión original las tres películas en tres días consecutivos) cuando un cliente entró en la sección de discos del Real Musical y pidió música de Van den Budenmayer, "ese compositor que aparece citado en las películas de Kieslowski". Los dependientes no supieron explicarle algo tan obvio como que se trataba de un personaje ficticio, y que la música atribuida a él está compuesta en realidad por Preisner.


Como conclusión, dentro de un nivel de calidad en general extraordinario, que consagró a los "Tres Colores" de Kielowski entre las mejores películas hechas en la década de los 90, existe una cierta progresión dentro de ellas, de menos a más: "Azul" presenta un argumento algo críptico para el espectador medio (también es el caso de otras películas de Kieslowski, como "La doble vida..."), caía en los tiempos muertos como modo de expresar el vacío en la vida de su protagonista y utilizaba ciertos recursos expresivos (fundido de la pantalla en negro con música de fondo para volver a la misma escena de antes) que puede recordar al lenguaje de los telefilmes norteamericanos tipo "Dinastía" ("continuará..."). "Blanco" ya presenta un argumento que puede seguir cualquier tipo de público (y que además es la mar de entretenido); por último "Rojo", es una obra maestra que deja en el espectador una sensación de optimismo ante el ser humano, un verdadero bálsamo que compensa tantas visiones negras de la existencia humana, que nos repiten que el mundo es una basura y que sólo se puede vomitar sobre él. Por contra, el último film de Kieslowski nos habla del poder del amor para superar todas las dificultades y vencer todas las barreras, pero ¿no era eso lo que dice la Primera Carta a los Corintios, puesta en música por Julie en "Azul"?: "El amor es paciente, es amable, no es envidioso"... "Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. No terminará nunca".